sábado, 15 de junio de 2013






        

SOLILOQUIO DEL AURIGA, 
Juan C. Lozano Felices

        
No siempre la publicación en edad avanzada de un libro recoge el proceso inmediato de escritura. La publicación del poemario de JCL Felices supone el descubrimiento de un autor que nos permite rastrear en sus versos las costuras constructivas de unos poemas elaborados durante toda una vida. Y esta inevitable pluralidad de enfoques y técnicas enriquece el resultado, pues supone encontrarnos con un libro en sazón, con un ejercicio honesto de escritura que ha sido sometido a un proceso lento de maduración creativa.

Con Soliloquio del auriga, JCL Felices recorre tres grandes líneas estéticas.  Unas veces ofrece poemas de período largo con acumulación de versos (versículos, diría), que nos evoca la manera posmoderna de enfrentarse al misterio poético propio de algunos novísimos, movimiento con el que entronca con esa sutil propuesta culturalista que exhibe en algunos poemas, aunque siempre desde una postura que permite que la referencia cultural se imbrique y funda en el poema. A sí puede advertirse en “Polonio, Lord Chambelán, se entrevista con el rey Claudio a propósito de Hamlet”.  Otras veces, el poeta muestra versos de escueta dicción despojados de toda referencia, como si una fuerza centrítepa semántica buscara lo esencial, tal y como sucede en el siguiente poema:

MI PADRE CUENTA AVIONES

Mi madre me dice que,
cuando terminan de cenar,
mi padre se sienta en una hamaca del porche
y va contando los aviones que cruzan el cielo nocturno,
quizás fumando un último cigarrillo a escondidas.
Algunos aviones vuelan bajo y describen enormes círculos
mientras esperan el permiso de la torre de control para aterrizar.

Otros son solo diminutas luces en lo más alto.
Mi padre cuenta aviones.
Lo imagino, asumiendo el alimento de la perplejidad
en este tiempo de descuento.
Lo imagino indagando el espejo convexo del cielo.
Lo imagino abriendo la profundidad de la noche.
Alejándose cada vez más de los recuerdos,
como si fueran cartas escritas en un idioma desconocido.
Mi padre cuenta aviones, observa y espera.

Una tercera vía estaría constituida por un grupo de poemas en los que el autor se enfrenta al quehacer poético sin retórica, con una actitud de reivindicación generacional que nos recuerda en algunos aspectos al decir propio de la poesía social de los 50 (con Gil de Biedma, al frente):

CINCUENTA

Desde el otro lado del espejo
cincuenta años me contemplan.
No sé si me mira el que fui o me mira el que soy.
Si me mira la vida o la muerte me mira.
Me acuerdo de cuando decías: “nunca volveremos
a tener treinta años” y han pasado otros treinta
sin sentir, y sin avisar ahora tienes cincuenta.
Los titulares de los periódicos, a fuerza de repetirse
no traen ninguna noticia verdaderamente importante:
sube la prima de riesgo, más escándalos
de corrupción, más recortes y más paro.
Se han olvidado de los campos de refugiados de Burundi,
del punzante alarido del hambre, capaz de perforar
nuestras conciencias nueve veces por minuto.
Se han olvidado de los libros y de las herencias.
Se han olvidado de que el canto de los pájaros
es capaz de ahogar el estrépito del tráfico. […]


Mas en todos los poemas sobresale la técnica y el saber hacer de un poeta que nos regala bellas imágenes perfectamente integradas en el discurso. Enhorabuena a JCL Felices, a la editorial y a quienes alentaron a este autor para que sacara del silencio sus versos y los compartiera con todos nosotros.

© Julián Montesinos Ruiz


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