SOLILOQUIO DEL AURIGA,
Juan C. Lozano Felices
No siempre la publicación en edad
avanzada de un libro recoge el proceso inmediato de escritura. La publicación
del poemario de JCL Felices supone el descubrimiento de un autor que nos
permite rastrear en sus versos las costuras constructivas de unos poemas
elaborados durante toda una vida. Y esta inevitable pluralidad de enfoques y
técnicas enriquece el resultado, pues supone encontrarnos con un libro en
sazón, con un ejercicio honesto de escritura que ha sido sometido a un proceso
lento de maduración creativa.
Con
Soliloquio del auriga, JCL Felices recorre tres grandes líneas
estéticas. Unas veces ofrece
poemas de período largo con acumulación de versos (versículos, diría), que nos
evoca la manera posmoderna de enfrentarse al misterio poético propio de algunos
novísimos, movimiento con el que entronca con esa sutil propuesta culturalista
que exhibe en algunos poemas, aunque siempre desde una postura que permite que
la referencia cultural se imbrique y funda en el poema. A sí puede advertirse
en “Polonio, Lord Chambelán, se entrevista con el rey Claudio a propósito de
Hamlet”. Otras veces, el poeta
muestra versos de escueta dicción despojados de toda referencia, como si una
fuerza centrítepa semántica buscara lo esencial, tal y como sucede en el
siguiente poema:
MI PADRE CUENTA AVIONES
Mi madre me dice
que,
cuando terminan
de cenar,
mi padre se
sienta en una hamaca del porche
y va contando
los aviones que cruzan el cielo nocturno,
quizás fumando
un último cigarrillo a escondidas.
Algunos aviones
vuelan bajo y describen enormes círculos
mientras esperan
el permiso de la torre de control para aterrizar.
Otros son solo
diminutas luces en lo más alto.
Mi padre cuenta
aviones.
Lo imagino,
asumiendo el alimento de la perplejidad
en este tiempo
de descuento.
Lo imagino
indagando el espejo convexo del cielo.
Lo imagino
abriendo la profundidad de la noche.
Alejándose cada
vez más de los recuerdos,
como si fueran
cartas escritas en un idioma desconocido.
Mi padre cuenta
aviones, observa y espera.
Una
tercera vía estaría constituida por un grupo de poemas en los que el autor se
enfrenta al quehacer poético sin retórica, con una actitud de reivindicación
generacional que nos recuerda en algunos aspectos al decir propio de la poesía
social de los 50 (con Gil de Biedma, al frente):
CINCUENTA
Desde el otro lado del espejo
cincuenta años me contemplan.
No sé si me mira el que fui o me mira el que soy.
Si me mira la vida o la muerte me mira.
Me acuerdo de cuando decías: “nunca volveremos
a tener treinta años” y han pasado otros treinta
sin sentir, y sin avisar ahora tienes cincuenta.
Los titulares de los periódicos, a fuerza de repetirse
no traen ninguna noticia verdaderamente importante:
sube la prima de riesgo, más escándalos
de corrupción, más recortes y más paro.
Se han olvidado de los campos de refugiados de Burundi,
del punzante alarido del hambre, capaz de perforar
nuestras conciencias nueve veces por minuto.
Se han olvidado de los libros y de las herencias.
Se han olvidado de que el canto de los pájaros
es capaz de ahogar el estrépito del tráfico. […]
Mas en todos los poemas sobresale la técnica y el saber hacer de un
poeta que nos regala bellas imágenes perfectamente integradas en el discurso.
Enhorabuena a JCL Felices, a la editorial y a quienes alentaron a este autor
para que sacara del silencio sus versos y los compartiera con todos nosotros.
© Julián Montesinos Ruiz
Magnífica crítica, Julián. VMDB.
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