jueves, 3 de octubre de 2024

 


            SILENTIUM,  Arvo Pärt

                (Los interesados pueden escuchar la pieza 

                MY HEART'S IN THE HIGHLANDS 

                en el siguiente enlace: 

                   https://www.youtube.com/watch?v=YJ5nPemkBQw&t=377s)




                

                





             MY HEART’S IN THE HIGHLANDS, Antonio Moreno



  (Arvo Pärt)



            Mi corazón está en las tierras altas.

            Les pertenece en todo por entero.


            Mi corazón jamás ha sido mío.

            Marcha al amanecer, vacío y pleno.


            Camina hacia la noche con la luz

            roja del sol que va detrás del cerro.


            Me ría o llore, está en las tierras altas,

            viene como un caudal que mana adentro.


            Mi corazón a un tiempo es mundo y nada.

            Mi corazón abraza en mí el silencio.




            Lo inesperado, Renacimiento, 2022 

domingo, 15 de septiembre de 2024

 





                   EL GRAN GASTBY, F. Scott Fitzgeralt


La novela de F. Scott Fitzgerald (1896-1940) refleja la mundanalidad de unos personajes, casi siempre superficiales y desorientados, que se ven arrastrados por el deseo de prosperar y de tener, por disponer de mejores casas, de amigos más influyentes, de vidas más exclusivas y excitantes. Esta novela tan elogiada convierte Nueva York en una ciudad de posibilidades, en el símbolo de esa “América Feliz” de los años previos al crack de 1929 donde los sueños de un ciudadano podrían convertirse en realidad.

Hace muchos años abandoné la lectura de El Gran Gastby (1925), pero siempre supe que llegaría el momento de leerla, entre otras cosas porque siento predilección por ciertas novelas y películas cuya acción transcurre en la costa Este de los Estados Unidos, y porque me obligo a leer esas obras que el transcurrir del tiempo ha considerado clásicas. 

Lo primero que sorprende es el hecho de que el narrador sea un personaje implícito y, por tanto, testigo de cuanto acontece. Este narrador, Nick Carraway, acaba siendo el amigo del protagonista, Mr. Jay Gastby, un hombre rico y atractivo que no solo ha “maquillado” su vulgar pasado, sino que se mantiene fiel al amor que siempre sintió por la bella Daisy, una joven que acabó casándose con el insensible, millonario y vulgar Tom Buchanan. 

Los personajes viven en el hastío y hacen gala de cierta superficialidad. Diría que muchos están dominados “por el absurdo destino que lleva en manada a sus habitantes, de la nada a la nada, por un corto atajo” (p. 118). Y al final de la novela –quizá el momento en el que la obra adquiere algo más de interés y se desencadena fluidamente el desenlace–, se producen varios asesinatos, que sirven para conocer aún más los escasos valores de algunos personajes. En ese momento el narrador afirma que “Tom y Daisy eran descuidados e indiferentes; aplastaban cosas y seres humanos, y luego se refugiaban en su dinero o en su amplia irreflexión, o en lo que demonios fuese que les mantenía unidos, dejando a los demás que arreglaran los destrozos. que ellos habían hecho” (p. 189). Me sorprende que estos mismos personajes expresen opiniones racistas, sobre todo cuando se refieren a que ellos  son  nórdicos –la raza dominante– y que han creado la civilización que ahora deben defender (p. 24). 

Desde el punto de vista narrativo, el hecho de que el narrador omnisciente sea un personaje lleva a Nick a inmiscuirse en la acción, del mismo modo a como lo hacían algunos escritores decimonónicos. Y comenta: “Releyendo lo que hasta ahora llevo escrito, veo que doy la impresión de que…” (pp. 67 y 111).

En fin, una novela interesante, aunque quizá algo sobrevalorada, que sigue siendo un referente por muchas cuestiones que no vamos a desarrollar en este breve apunte. 

sábado, 7 de septiembre de 2024

 





                        MALAS COMPAÑÍAS, Juan R. Barat 


Me ha gustado mucho este libro de poemas de Juan Ramón Barat, que recibió en 2005 el XVII Premio de Poesía “Blas de Otero”, organizado por el Ayuntamiento de Majadahonda. Lo compré en una librería de lance, mientras paseaba con mi hijo por las sombreadas calles del centro de la bella Murcia. De regreso, en el tren me puse a leerlo, y me reafirmé en lo que ya sabía: que este polifacético y prolífico escritor acierta en todos los géneros. Puedo dar fe del éxito que tiene no solo como escritor de novelas juveniles, autor teatral o escritor de novelas históricas, sino también como poeta, pues muchos de sus libros han obtenido importantes premios y muchos de sus poemas gozan de mi sincera admiración.

Malas compañías contiene un ramillete frondoso de buenos poemas. Son versos que sobresalen, unas veces por su concisión expresiva, por el acierto del tono, por su variedad temática muy cercana a su autobiografía (“Las gafas”, un buen ejemplo de poema narrativo pleno de emoción), y otras por una acertada selección de asuntos cotidianos que reflexionan sobre la fugacidad de la vida y la evocación de la niñez (“Pavana para un infante difunto”), entre otros asuntos. Llama mi atención la brevedad de algunos poemas muy hermosos, con títulos originales (“Dirección asistida”, “Agua sin gas”), que expresan muy bien las emociones humanas. Un emotivo poemario.


MALAS COMPAÑÍAS


Cuando la muerte escupe

contra el rostro de alguien a quien amas,

algo de su veneno acaba salpicando

para siempre tu vida.

Desde ese instante el mundo se convierte

en una irrepetible extravagancia,

el tiempo en un expolio,

en un perverso fraude la existencia.



MEDIANOCHE


Acabo de apagar

las luces de la casa.

He cerrado la puerta

y la llave del gas.

He tapado a los niños

con el cálido embozo y tiernamente

he besado su frente candorosa.

Mi mujer se ha dormido

sin apagar el flexo

con el libro entreabierto entre las sábanas.

Un espeso silencio se ha posado

como sombra sutil sobre la casa.

Feliz y desvelado

me he asomado al balcón

a contemplar la noche.

Puedo escuchar la música

lejana de la lluvia,

el murmullo del parque

con hojas amarillas en los charcos.

En el cielo otoñal

resplandece la nieve

redonda de la luna.

La transparente brisa 

de la noche me trae

el ingrávido olor de los jazmines.

Me dejo penetrar

hasta la misma médula del alma.

La hermosa plenitud de este momento

que nunca más habrá de repetirse

me sorprende llorando

frente a la luz azul de las estrellas.



LA PALOMA


Al pie de los rosales,

en medio del jardín 

encontré la paloma desangrándose.

Era blanca y tenía

atrapada en sus ojos

la luz del horizonte.

La tomé entre mis manos con ternura

y sentí que el latido

de su cálido pecho

lentamente escapaba.

Tibio temblor la vida

que mis dedos heló la muerte oscura.

Con la inútil pregunta

en su retina helada,

sus ojos se quedaron para siempre

clavados en los míos.



PAVANA PARA UN INFANTE DIFUNTO


Era un niño. Murió

una tarde lejana

de la que nada guardo

en mis evocaciones.

Recuerdo que tenía una expresión

permanente de júbilo y los ojos

anegados de luz.

Era un niño dichoso por los cuatro

costados cardinales de su alma.

Yo no pude salvarlo.

Lo maté administrándole

pequeñas dosis cotidianas

de sentido común.

Hoy de nada me sirve

dedicarle estos versos.

Ni las lágrimas tontas que he vertido 

sobre la lápida que cubre su memoria.

Sé que nunca mi vida

ha de estar a la altura de su muerte.

lunes, 19 de agosto de 2024

 




                    SABIDURÍA DE UN POBRE,  Éloi Leclerc



He intentado, en la medida de mis posibilidades, ser un lector de amplia visión, sin ideas preconcebidas, y predispuesto a leer libros de distintos géneros y de diversa calidad literaria, desde los títulos de culto que me han deslumbrado durante mi carrera docente hasta otros libros carentes de aciertos estilísticos, esos que llaman best sellers y andan en boca de todos. No es una virtud, es una forma de curiosidad intelectual, una proclamación de la libertad y del goce de leer.

Y he aquí que me he sumergido, con los calores del estío, en un libro que indaga en la serena espiritualidad de Francisco de Asís (il poverello d’Assisi). Y lo he leído, fundamentalmente, por dos razones. Primero, porque durante la EGB fui alumno del colegio Franciscanos de Alicante, y esos años han dejado en mí un imborrable poso formativo, quizá una forma de estar en el mundo. Y, segundo, porque mi tío Pedro Ruiz –un gran aficionado a la poesía mística– pertenece a esa orden, que entre otras cosas alienta una idea de armonía del hombre con la naturaleza y el resto de los seres vivos. Con esta lectura he querido tributarle un sencillo homenaje y acercarme un poco a los principios que rigen esa orden antaño mendicante y hoy en vías de extinción. Además, recuerdo que en alguna ocasión me habló de este libro escrito por Éloi Leclerc, un franciscano nacido en la Bretaña francesa, pero ha sido ahora cuando he decido incorporarlo a mi bitácora de lecturas. 

Leído a estas alturas de mi vida, me parece un libro muy sencillo, sin pretensiones literarias, que refleja con una narración lineal las vicisitudes de Francisco de Asís para poner en pie su incipiente orden. La figura de Clara será un apoyo determinante para que el futuro santo no desfallezca de su noble propósito. Pero ¿qué se propone el autor con su empeño de narrar un momento esencial en la vida de Francisco de Asís? En esencia, demuestra que el franciscanismo es una opción de vida que ha de estar regida por unas pocas ideas: procurar el bien y la paz; vivir sin opulencias, más bien en la pobreza y en la renuncia de los bienes materiales; practicar la noble amistad y defender la naturaleza, porque en toda ella hay signos de la grandeza de Dios.

Acabo de escribir este nombre en mayúsculas y reconozco que esas ideas tan nobles y humanas son, en gran parte y desgraciadamente, incompatibles con los valores dominantes en la sociedad actual.

miércoles, 14 de agosto de 2024

 



BLANCURA, Jon Fosse



Creo que este va a ser el comentario más breve y difícil de cuantos he ido incorporando al diario de lecturas en el que se ha convertido mi blog. Abandonado mi propósito inicial de escribir alguna “reseña perdurable en el tiempo”, despacho mis lecturas con breves notas, sin más pretensiones.

Pero qué digo de Blancura, la “novela” del último premio Nobel de Literatura. Es la segunda obra que leo de este autor noruego y siento que la mente se me queda precisamente en blanco, pues solo acierto a decir que su estilo –que algunos críticos llaman envolvente por esos monólogos que consiguen abducir al lector– me recuerda algunas redacciones de mis mejores alumnos de instituto. ¡Qué barbaridad acabo de decir! ¿Será que no alcanzo a poner el foco en lo realmente importante? ¿Será que he hincar el diente a Septología, su obra cumbre? ¿Será…?

Veamos unos ejemplos de su reiterativa escritura: “Así que allí terminaba el camino forestal por el que me había metido, y en el que me había quedado atascado, más o menos al final del camino. Seguramente por eso sentía aquel miedo, porque se me había atascado el coche al final de un camino forestal, y allí, al final del camino, no había ningún sitio donde pudiera dar la vuelta” (p. 9).  Y en páginas posteriores comparte un profundo razonamiento: “Lo más probable era que hubiera pasado alguna casa. Y en esas casas por las que tengo que haber pasado seguro que vivía gente. Alguna en alguna de ellas. Porque si nadie viviera en esas casas, ¿para qué iba a haber una carretera? Por supuesto que había casas a lo largo de esa carretera por la que había ido hace un momento…” (p. 16). Y luego se critica la superficialidad de un best seller…

El inicio de la novela es enigmático y esperanzador: un hombre se sube en un coche y siente que ha de huir, huir de todo, y recorre kilómetros, se adentra en un camino hasta que el coche queda atascado en el barro y la nieve. A partir de ahí, el discurso –por momentos hipnótico, sugerente, pero siempre estilísticamente paupérrimo, muy alejado de esa calidad de página que debe exigírsele a un gran escritor– se adentra en ese proceso de búsqueda de Dios, en esa relación mística que a muchos escritores se les revela en cuanto alcanzan la primera madurez. Esta experiencia religiosa trascendente, desarrollada con la idea del camino, lo expresa así: “Quiero que haya un silencio total, quiero escuchar el silencio. Porque es el silencio donde puede oírse a Dios. Por lo menos así lo expresó alguien una vez, pero yo desde luego no oigo la voz de Dios, lo único que oigo es, en fin, la nada” (p. 66).

El personaje y el narrador coinciden en una voz reiterativa, que comparte sus dudas y sus reflexiones con los lectores, incluso su dificultad para nombrar ese proceso de acercamiento a la muerte: “Y de pronto no quedan más suspiros, solo queda la criatura brillante y resplandeciente que ilumina una nada que respira, que es la que ahora respiramos, desde su blancura”.

De lo dicho no ha de desprenderse una minusvaloración del original planteamiento de esta novela breve, sino más bien mi certeza de que el estilo de Jon Fosse no se aviene con mi ideal de escritura ni con mi gusto lector. Y no hay culpable en esta relación lectora. 

Que gocen otros de lo que yo no he sabido apreciar.

lunes, 5 de agosto de 2024

 


“INSTRUCCIONES PARA SEGUIR VIVIENDO”, 

Miguel Sánchez Robles 



Siempre quiero despertar mañana.

Plantaría un árbol aunque el mundo se acabara hoy.

Ray Bradbury




Adoro despertarme cada día,

este grato sabor de amarte tanto,

la limpia claridad, el suave espanto

de ver la luz del sol

y esa alegría

que hace de la existencia idolatría.

El mar, la gratitud,

el dulce encanto,

el bello despertar para mirarte.

Venero este vivir,

sentir que existo,

amarte en el dicterio y en la muerte,

soñarte en el pasar mis noches tristes.

Acabo de cumplir setenta años

y así te invoco, Vida, dulce engaño.

Te quiero para siempre agradecido,

que lata el corazón,

que siga vivo.





NUEVO MUNDO,
Hermanos Gutiérrez 


 




SONIDO CÓSMICO, Hermanos Gutiérrez