viernes, 24 de septiembre de 2021

 

                         DE LA NATURALEZA, Lucrecio

 


 

 

Resulta cuanto menos curioso que en una época como la actual tan proclive al ensimismamiento que procura la tecnología sigan vigentes algunos de los postulados de la filosofía epicúrea. La selección de textos que publicó Aguaclara (1992) a cargo del profesor Ángel Luis Prieto de Paula pone de manifiesto que la sociedad contemporánea es permeable al ideario que el griego Epicúreo de Samos (341-270 a. C.) creó no sin pocos sinsabores personales.

         No es descabellado afirmar que algunas de las siguientes ideas expuestas por Lucrecio podrían ser aceptadas por lectores reflexivos, hasta el punto de asumirlas como propias: la aceptación imperturbable ante el paso del tiempo, la necesaria desaparición del terror ante la muerte, el vaciamiento del discurso determinista y arbitrario de los dioses y de las religiones, la proclamación no sin reservas de la esclavitud que el amor procura, y la contemplación de la naturaleza como espejo para vivir con sabiduría.

         Paso a copiar algunos poemas de Lucrecio, dispuestos en perfectos endecasílabos por la sabia traducción del profesor Ángel L. Prieto de Paula, que aborda en su introducción algunos de los temas anteriormente citados.

 

[LA CONTEMPLACIÓN REFLEXIVA DE LA NATURALEZA ES LA SOLUCIÓN CONTRA EL TERROR DEL ESPÍRITU]

 

Es preciso, así pues, que a las tinieblas

y al temor del espíritu los venzan

no los rayos del sol, no los lucientes

dardos diurnos, sino la reflexiva

contemplación de la Naturaleza.

 

 

[SERENIDAD Y DICHA DEL SABIO]

 

(…)

¡Oh desdichadas mentes de los hombres,

oh corazones ciegos! ¡En qué graves

tinieblas y peligros se consume

la carrera tan breve de la vida!

¿Cómo no ver que la Naturaleza

nada reclama sino que el dolor

esté ausente del cuerpo, y el espíritu

goce de un sentimiento placentero,

libre de miedo y de preocupaciones?


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