jueves, 6 de agosto de 2020

FILOSOFÍA DE LA FELICIDAD, Josep Muñoz Redón

 

 

Añadir título


Una vez leído este ensayo, sobrevuela en mi memoria una cita de Roland Barthes que se aviene muy bien con este tiempo raro que estamos viviendo como consecuencia de la pandemia. Decía el filósofo y semiólogo francés Roland Barthes que “la felicidad radica en jugar a una especie de enclaustramiento doméstico”. Acompañados de las cosas amadas y de las rutinas placenteras, la aspiración del hombre debería ser vivir la sucesión de los días con cierta tranquilidad de ánimo, cuidando la calidad de sus mutuos afectos.

Hay que valorar el ingente esfuerzo de síntesis que acomete Josep Muñoz para mostrar la diversa atención que los filósofos han dispensado para “explicar” ese anhelo inconcreto que se llama “felicidad”. Con un planteamiento diacrónico muestra la coyuntura  histórica de cada pensador, las consideraciones filosóficas esenciales y un pequeño apunte biográfico de cada uno de los pensadores.

         Subtitula este tratado con acierto (“Un paseo por el lado soleado del pensamiento”) y se detiene en los libros fundamentales: De la vida bien aventurada, de Séneca; La consolación de la filosofía, de Boecio; Utopía, de Tomás Moro; Elogio de la locura, de Erasmo; El derecho a la pereza, de Lafargue; El discurso sobre la felicidad, de La Mettrie; Arte del buen vivir, de Schopenhauer; El malestar en la cultura, de S. Freud; La conquista de la felicidad, de B. Russell; El hombre autorrealizado, de Maslow; un análisis que se extiende a obras, no específicamente concebidas como tratados sobre la felicidad, pero que recogen aspectos afines, como sucede en las creaciones de Santo Tomás, Wittgenstein o Roland Barthes.

         De cada autor, a modo de síntesis elige una cita y redacta un resumen: “Esta tranquilidad de espíritu no es sino la felicidad” (Demócrito); “El placer es el principio y el fin de la vida feliz” (Epicuro); “Nadie me parece más infeliz que aquel que no ha sufrido nunca una desgracia” (Séneca); “El peor género de desgracia es haber sido feliz” (Boecio); “Dios es la suprema felicidad” (Santo Tomás); “La felicidad depende de cosas materiales” (Tomás Moro); “El delirio de los amantes es la felicidad suprema” (Erasmo); “Tener todo a merced de uno, organización dichosa, belleza, espíritu, gracias, talento, honores, riqueza, salud, placeres, gloria; tal es la felicidad real y perfecta” (La Mettrie); “Toda felicidad del hombre está en su imaginación” (Sade); “Todas las limitaciones contribuyen a la felicidad” (Schopenhauer); “Holgazaneamos en todas las cosas, excepto cuando amamos y bebemos, excepto cuando holgazaneamos” (Lafargue); “Si renunciásemos a la cultura seríamos mucho más felices” (S. Freud); “No hay premisas lógicas de la felicidad” (Wittgenstein); “La felicidad depende, sobre todo, de lo que podríamos llamar un interés amistoso por las personas y las cosas” (Bertrand Russell); “La felicidad es una forma de éxtasis” (Maslow).

Con no poca ironía concluye que las diversas propuestas para ser feliz son siempre aportaciones teóricas susceptibles de ser cuestionadas, principalmente porque “la felicidad es una quimera, debido a que el protagonista es un fantasma” (la cursiva es mía).

No hay comentarios:

Publicar un comentario