lunes, 7 de noviembre de 2016




LA NOCHE EN QUE FRANKENSTEIN
LEYÓ EL QUIJOTE,
Santiago Posteguillo

Llega a este inventario de lecturas en que va convirtiéndose mi blog un libro que me ha suscitado verdadero interés. Sabía de la enorme aceptación que este autor tiene, pero no había tenido ocasión de leer nada suyo a pesar de mi gusto por esa historiografía romana en la que suele situar la acción de sus  novelas.
Publicados en el diario Las Provincias, Santiago Posteguillo nos ofrece una colección de veinticuatro microensayos con una temática común: la historia secreta de los libros y de los azares hasta que fueron publicados, amén de otras curiosidades sobre sus autores. Exhibe Posteguillo (no en vano en profesor titular de lengua y literatura inglesas en la Universidad Jaume I de Castelló) una elegante sabiduría que en ningún momento interfiere su principal objetivo: contar de la manera más didáctica y atractiva. ¿Y qué nos cuenta? Nos explica que el origen del mundo ordenado alfabéticamente del que ahora gozamos fue obra de un tal Zenodoto allá por el siglo III a. C.; se recrea en Dublín como capital literaria por excelencia, debido a sus muchos escritores y al valor y respeto que en la capital irlandesa se siente por la literatura; mediante una trama novelesca elucubra sobre la posibilidad de que Diego Hurtado de Mendoza pudiera ser el autor del Lazarillo, aunque se decanta por su anonimia; cuestiona la autoría de muchas de las obras que se atribuyen a Shakespeare y propone, tras una interesante peripecia que incluye un asesinato fingido, la posibilidad de que Hamlet y otros importante dramas pudieran haer sido escritos por C. Marlowe; recrea la cárcel sevillana donde inicio Cervantes la publicación del Quijote; nos habla del verano que Byron y el matrimonio Shelley disfrutaron en Suiza, estancia que permitió a los asistentes conocer el Quijote, mientras Mary Shelley componía su conocido Frankenstein, obra que mantiene no pocas concomitancias con la de Cervantes (véase la historia del cautivo); reivindica el papel del “negro”, ese escritor fantasma que colabora en la oscuridad con un autor, y lo hace para reivindicar la importancia de Auguste Maquet en las obras principales de Alejandro Duma; revela el origen humilde de Rosalía de Castro y el atrevimiento de José Zorrilla para escribir en verso su discurso de ingreso en la Academia; homenaje a Dickens (quien llenaba teatros con las lecturas públicas de sus obras) a Holmes, a Tolkien, a Solzhenitsyn, a Rowling…

Y por no seguir con esta retahíla, concluiré: Posteguillo exhibe una maestría narrativa que permite una lectura fluida sin que en ningún momento decaiga el interés por las historias. Estos artículos me llevarán, sin duda, a sus grandes novelas.

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