LA
NOCHE EN QUE FRANKENSTEIN
LEYÓ EL
QUIJOTE,
Santiago Posteguillo
Llega a este inventario de
lecturas en que va convirtiéndose mi blog un libro que me ha suscitado
verdadero interés. Sabía de la enorme aceptación que este autor tiene, pero no
había tenido ocasión de leer nada suyo a pesar de mi gusto por esa historiografía
romana en la que suele situar la acción de sus novelas.
Publicados en el diario Las
Provincias, Santiago Posteguillo nos ofrece una colección de veinticuatro microensayos
con una temática común: la historia secreta de los libros y de los azares hasta
que fueron publicados, amén de otras curiosidades sobre sus autores. Exhibe Posteguillo
(no en vano en profesor titular de lengua y literatura inglesas en la
Universidad Jaume I de Castelló) una elegante sabiduría que en ningún momento
interfiere su principal objetivo: contar de la manera más didáctica y
atractiva. ¿Y qué nos cuenta? Nos explica que el origen del mundo ordenado
alfabéticamente del que ahora gozamos fue obra de un tal Zenodoto allá por el
siglo III a. C.; se recrea en Dublín como capital literaria por excelencia,
debido a sus muchos escritores y al valor y respeto que en la capital irlandesa
se siente por la literatura; mediante una trama novelesca elucubra sobre la
posibilidad de que Diego Hurtado de Mendoza pudiera ser el autor del Lazarillo, aunque se decanta por su
anonimia; cuestiona la autoría de muchas de las obras que se atribuyen a
Shakespeare y propone, tras una interesante peripecia que incluye un asesinato
fingido, la posibilidad de que Hamlet y otros importante dramas pudieran haer
sido escritos por C. Marlowe; recrea la cárcel sevillana donde inicio Cervantes
la publicación del Quijote; nos habla del verano que Byron y el matrimonio
Shelley disfrutaron en Suiza, estancia que permitió a los asistentes conocer el
Quijote, mientras Mary Shelley componía
su conocido Frankenstein, obra que
mantiene no pocas concomitancias con la de Cervantes (véase la historia del
cautivo); reivindica el papel del “negro”, ese escritor fantasma que colabora
en la oscuridad con un autor, y lo hace para reivindicar la importancia de
Auguste Maquet en las obras principales de Alejandro Duma; revela el origen
humilde de Rosalía de Castro y el atrevimiento de José Zorrilla para escribir
en verso su discurso de ingreso en la Academia; homenaje a Dickens (quien
llenaba teatros con las lecturas públicas de sus obras) a Holmes, a Tolkien, a Solzhenitsyn,
a Rowling…
Y por no seguir con esta retahíla, concluiré: Posteguillo exhibe una
maestría narrativa que permite una lectura fluida sin que en ningún momento
decaiga el interés por las historias. Estos artículos me llevarán, sin duda, a
sus grandes novelas.
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