martes, 15 de noviembre de 2016




LA ÚLTIMA NOCHE, James Salter

Llego a este libro tras leer la opinión elogiosa de Antonio Muñoz Molina, quien a su vez tuvo en cuenta la del escritor y periodista cultural Marcos Ordóñez. Los libros a fin de cuentas se hilvana con las recomendaciones de quienes nos inspiran confianza. Que James Salter sea un escritor minoritario (también ocupó un espacio de reconocimiento con su acertada novela Años luz), no le quita ni aporta un ápice de valor. Son solo unos pocos cuentos –acaso tres o cuatro– de este volumen que comentamos los que justifican nuestro comentario.
Con un estilo eminentemente dialogado y con mínimas y acertadas descripciones, Salter narra en “Cuánta diversión” la vida de tres mujeres jóvenes (Kathrin, Leslie y Jane). Hablan del pasan del tiempo, de las incertidumbres por casi todo, de la importancia de los hombres en sus vidas, de los amores rotos y sus secuelas, hasta que al final descubrimos que el cáncer avanza en una de ellas tan rápido como el taxis que la lleva de regreso a casa. En “Platino” plantea las nefastas consecuencias de confesar que existe un amor extraconyugal, lo inútil de compartir hasta el último secreto con la persona amada; en definitiva, ahonda en la infelicidad que provocan los celos y la infidelidad. En “Palm Court” plasma la incapacidad de Arthur para decirle a Noreen todo lo que siempre ha sentido por ella, hasta que al final la pierde: “No supo qué lo embargaba, pero en medio de la calle se echó a llorar”. Y en el cuento que cierra el libro y le da título, James Salter elabora el declive de un matrimonio cuyos miembros esperan el momento en que una inyección letal los libere del sufrimiento y de la muerte inminente. Con un desenlace inesperado, este magnífico cuento nos recuerda la película de Alejandro Amenábar, Mar adentro.
En todos los cuentos de James Salter, aparte de su preocupación por tratar los temas constantes del amor, la soledad, el paso del tiempo, las relaciones rotas, hay una concisión y una belleza estilística elogiables. No sé por qué me gustó este detalle descriptivo: “La sombra fina de un olmo alto que había al lado parecía dibujada a lápiz en su fachada”.




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