CUARTO, Julián Montesinos
Cuando entro en tu cuarto
descubro una claridad de vainilla
que nunca antes he visto.
Quizá sea porque tú ya no estás, hijo mío.
Entonces toda tu vida se hace presente
y vagan mis ojos por las paredes vacías,
sin cuadros ni dibujos,
pero yo las veo llenas de vida,
llenas de tu risa, llenas de ti.
En una esquina encuentro las piezas
de barcos y castillos
donde pasabas las horas jugando.
Sobre el escritorio ahora limpio
entonces hubo papeles y lápices,
y ese cuento de piratas siempre releído.
La cama sin arrugas lamenta, hijo mío,
tu ausencia prolongada
y añora que hace años fue campo de batallas,
de juegos y cosquillas,
de abrazos en la noche para acoger al sueño.
Cuando entro en tu cuarto
la luz ya no es la misma,
pero sé que tu vida será hermosa.
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