domingo, 10 de enero de 2021

 

LA RAMA VERDE, Eloy Sánchez Rosillo

 


 

He leído con mucho gozo este libro –uno más en la larga y coherente trayectoria de Eloy Sánchez Rosillo– y confieso que me resulta difícil comentar sus versos sin caer en un discurso encomiástico. Además, ¿tiene sentido que mis palabras digan algo de un poemario tan claro, delicado y bello, que se explica por sí mismo? Las siguientes anotaciones no pretenden otra cosa que dar noticia de una lectura que me reconforta como pocas.

He leído toda la obra poética de este escritor murciano, a quien conocí hace ya muchos años cuando pretendía escribir sobre su poesía algo parecido a una tesina, propósito que se desvaneció por razones que no vienen al caso. Desde siempre he admirado muchos aspectos de la obra de Eloy Sánchez Rosillo: principalmente, su mundo poético y su discurso sencillo y preciso; la omnipresencia de la naturaleza contemplada con detalle por un poeta asombrado (el brotar de unas hojas en “A unas moreras”, la luna, las acacias, el jilguero, esos minúsculos animalillos con los que interactúa, como sucede en el poema “Un petirrojo”, entre otros); la captación de un instante, en “Entre dos luces”, sería un ejemplo de poema-lienzo, en el que plasma el rocío que cubre un trébol, hecho que podría tener su correlato pictórico –salvando las distancias– en la luz detenida en el cristal de un vaso pintado por Ramón Gaya; la presencia de la madre (en “Date prisa”), que de modo omnipresente recorre este y otros libros; la esencialidad que se advierte en poemas que casi parecen un ideario vital (“Plegaria de cumpleaños”); la plasmación de un instante de lectura –ya sea de versos de E. Dickinson o de Homero–,  interrumpido por la contemplación de la luna o cualquier detalle minúsculo que acapare la atención sensitiva del poeta; ese hábil desdoblamiento, con el que el autor se interroga en “Apunte de Bogotá”, un recurso que ya apareció anteriormente en otros magníficos poemas; y la irreductible afirmación de la vida que revolotea por toda su obra y que se sintetiza en los dos versos que cierran “Café Iruña”: “Lo importante es vivir, aunque el vivir nos duela, /estar vivos del todo mientras dure la vida”.

Acabado el libro, reconozco con gozo haber vivido como un pájaro lector en la rama verde del árbol poético de Eloy Sánchez Rosillo, y haberme sentido uno más entre esos jilgueros que cantan felices al regresar a la acacia de siempre. ¡Qué lectura más gustosa!

 

Con finalidad divulgativa, copio dos poemas:

 

 

UN AMOR

 

PON tus ojos, tu oído, en lo que importa

y atiéndelo despacio,

con rendición dichosa,

 

hasta que su secreto brote en ti.

¿No ves? Avanza marzo

y florece la rosa en el jardín.

 

   Sin saberlo, es la vida;

mírala

cómo se abre a la luz, con cuánta entrega.

 

   Haz tú otro tanto: unas palabras limpias

–las necesarias sólo–; escúchalas.

Y que se abra el poema.

 

 

LA RAMA VERDE

 

AY, árbol del vivir,

árbol de la ilusión y de los desengaños,

de las revelaciones.

Cuando te agita el viento de la edad,

las hojas secas caen.

Pero en la rama aún verde de la infancia

–la que está más arriba, la que en la luz se mueve–

canta el jilguero.



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