sábado, 8 de junio de 2019







DISCURSO DE DESPEDIDA DEL ALUMNADO DEL
IES MISTERI D’ELX
Curso 2018-19

Julián Montesinos Ruiz

Elche, a 8 de junio de 2019

Buenas tardes, con este discurso que he titulado
CINCO PALABRAS PARA UN HASTA SIEMPRE,
quiero agradeceros, en nombre de
las profesoras y profesores de este instituto, el tiempo y las experiencias compartidas durante estos años.




Estimadas alumnas, alumnos, madres, padres, compañeras, compañeros, familiares, bienvenidos. Es un honor para mí dirigir estas palabras a todos vosotros. Pero antes quiero también agradecer a los compañeros, que no continuarán con nosotros, todo lo que durante tanto tiempo nos habéis dado: Sole, Vicente, Julián, Águeda, Paco, María…, muchas gracias.
         He reflexionado estos días atrás acerca del enfoque que debía dar a mis palabras. Y fui descartando algunas opciones que me gustaban, porque quizá no fueran las más adecuadas para este acto. He desechado leeros poemas, contaros algunas bromas y alguna mentira verdadera y viceversa; también he renunciado a lo que tanto me gusta, la improvisación, a hacer puenting textual y ver qué pasa, con la esperanza de que mi voz arribe a vuestra orilla de algún modo. Creo, sinceramente, que la ocasión requiere un comentario algo más formal, lo que no quiere decir solemne ni aburrido, al menos eso espero.
         He elegido cinco palabras, para qué más, que resumen los valores que para mí han sido importantes como docente. Y os aseguro que tengo los bolsillos llenos, por si alguna no os gusta.

La primera palabra es precisamente PALABRA.

Hace unos años coincidí con Juli, un profesor de valenciano. Recuerdo que bajando las escaleras, me dijo: “Acabo de salir de 3º ESO y un alumno me ha asegurado que te sabes todas las palabras del diccionario”. ¡Qué exageración!, le dije yo. Con los años he sabido que los alumnos sois esponjas, y que enseguida advertís las peculiaridades, virtudes y defectos de vuestros profesores. Así es que para ciertos alumnos yo sigo siendo alguien parecido a un elefante que en vez de agua lanza al aire viciado del aula palabras difíciles. Pero al margen de este recuerdo, quiero deciros una vez más que debéis cuidar vuestro léxico y ser conscientes de que vuestra forma de hablar siempre os definirá.
Las palabras embellecen o afean el mundo, por eso hay que tener cuidado al escogerlas. Las palabras acarician o dañan. Las palabras iluminan u oscurecen nuestra vida, y por eso hay que saber usarlas. Las palabras son células que tienen vida y orígenes diversos. La mayoría actualmente, según los sabios de la RAE, son anglicismos, vocablos que designan objetos y conceptos que inicialmente son nombrados en inglés y que acaban también siendo nuestros.
La vida de algunas palabras –como la nuestra– será azarosa, y su existencia estará marcada por muchos factores que las pondrán en circulación o las recluirán en las celdas del olvido, quietas para siempre en la UCI del diccionario, medio moribundas. Algunas tendrán una nueva oportunidad, otras simplemente morirán. Incluso las hay tan afortunadas como selfi, que llegan al mundo con un pan bajo el brazo.
Las palabras también se ponen de moda. Huid también de las modas. Que otros digan “esta canción tiene mucho felling” o “te espero en el hall”. Hay soluciones más correctas que todos sabéis. Habrá también quien se enamore de una palabra por algún motivo. Todos tenemos nuestra palabra favorita. Pensad en ello. Hace unos días una alumna que está aquí entre nosotros me enseñó un tatuaje que tenía en su brazo. Grabada para su eternidad, pude leer: “Resiliencia”. Asegura que se la enseñé en 3º ESO, sí, es cierto, pero también lo es que no le dije que se la tatuara.
Bromas aparte, los seres humanos vivimos con y de las palabras. Incluso a veces sospecho que tengo pensamientos porque tengo palabras. ¿O será al revés como dijo el filósofo? Tenéis que saber que para ser competentes en la carrera que vayáis a elegir, deberéis conocer su vocabulario específico. Y en la vida, si aumentáis vuestro caudal léxico podréis ahondar en el conocimiento y nombrar también con precisión la realidad exterior y el mundo interior, esto es, los conceptos, los objetos y los sentimientos. De lo contrario, seréis pobres, y usaréis recurrentemente la palabra “cosa”, diréis que “la tengo en la punta de la lengua” o simplemente señalaréis con el dedo, qué sé yo.  Aprender palabras debería ser una prioridad del sistema educativo, precisamente ahora que se dan por sabidas tantas cosas y que se sabe tan mal lo esencial. A veces, pienso cosas extrañas y escribo que las palabras y la lengua son algo así como la masa madre que facilita el dulce conocimiento en las restantes áreas del saber.
En fin, tampoco quiero decir que debáis utilizar palabras raras y oscuras. No es eso. Sed siempre humildes y usad palabras sencillas, pero conoced cuantas más mejor. No digáis “eres un zorrocloco”, sino “un bobo peculiar”;  no afirmes que “sientes alipori”, sino “vergüenza ajena”; no escribas, como diría Antonio Machado irónicamente, “eventos consuetudinarios que acontecen en la rúa”, sino “lo que pasa en la calle”.

La segunda palabra es… EDUCACIÓN

Siempre me ha gustado dar clase. Aunque hay días…, ¿verdad? Para mí enseñar es compartir, es algo parecido a estar con un amigo. Me parece que la enseñanza tiene mucho que ver con lo que expresaba tan bien Ignacio Bosque, un importante gramático: “La educación –decía él–, más que saber llenar el vaso de conocimientos, consiste en el arte de encender la cerilla de la curiosidad y del deseo de saber”.
Asumidas como propias estas palabras, creo que es muy importante que la educación una exigencia y afecto, saberes y valores. Por eso, me gustaría que en vuestro futuro inmediato, aprendáis con gozo y que, allá donde estéis, sepáis corregir siempre con educación, porque de lo contrario, irritaréis y de nada servirá. Me estoy refiriendo a la cortesía, esa práctica que es gratis y abre tantas puertas, como afirmaba don Quijote.
A vuestra edad las influencias también son determinantes. Una palabra de aliento y un sabio consejo enderezan a un joven por la senda de su futura y probable felicidad. Por el contrario, un desaire y una corrección sin tacto pueden conducir a un adolescente a caminos de arenas movedizas, sin que halle tierra firme sobre la que enriquecer su personalidad. Por eso, los docentes también debemos ser un ejemplo no solo de saberes, sino de conducta. Es cierto, me gusta el contacto con la juventud, con vosotros, porque creo que el ejemplo de un profesor puede ser –y debe ser—una influencia positiva, y porque solo dando lo mejor de nosotros, recibiremos también lo mejor de vosotros. Reconozcamos con orgullo el mérito de un expediente académico, pero elogiemos también el valor de la bonhomía.
         Creo, por tanto, que la influencia de un docente es  fundamental. A vosotros os quedará la imagen de una profesora o profesor, como a nosotros vuestro recuerdo. Estoy convencido de que toda transmisión cultural o científica mejora con el papel humanizador del docente. 

La tercera palabra es… JUVENTUD

No voy a recitar esos conocidos versos de Rubén Darío, “Juventud, divino tesoro / que te vas para no volver”. Además, quiero creer a mi edad que son mentira. Para mí la adolescencia ejerce un irreductible interés, sobre todo porque me siento afortunado de ser testigo de vuestros proyectos y alegrías. Una joven o un joven son seres humanos en construcción que necesitan ejemplos. Y así como un lector adolescente se busca en los libros que lee porque anhela modelos y todavía no sabe verbalizar muy bien sus experiencias, los jóvenes buscáis ejemplos de conducta que os sirvan, y además tenéis una intuición especial para suplir vuestra inexperiencia de la vida con la perseverancia y el entusiasmo que dedicáis a aquello que os gusta. Me vienen a la memoria muchas imágenes de gratitud por vuestra parte. Un profesor se siente satisfecho cuando alguno de vosotros entiende algo que al principio se le resistía o cuando lográis el objetivo de aprobar después de un gran esfuerzo. No sé si sois conscientes de la importancia de los valores que durante estos años hemos compartido. Por eso, los profesores hemos de agradecer la alegría contagiosa, el esfuerzo y el valor de la amistad que apreciamos en vosotros. En mi caso, después de tantos años dando clase, no tengo la impresión de que mi trabajo haya sido una carga onerosa, sino más bien una tarea gratificante.

La cuarta palabra es… LECTURA

Hoy día todo se mide con criterios pragmáticos. Escribir, razonar, poseer hábitos saludables, dominar la expresión oral de las lenguas son habilidades, entre otras, que el alumnado debe poseer. Pero a mí me gustaría insistir en los beneficios que reporta la lectura para la formación de los jóvenes. Está demostrado que los alumnos que leen bien, comprenden mejor y aprenden más. No lo digo yo, que soy un convencido misionero de la lectura, lo demuestran rigurosas investigaciones del campo de la neurología. Por eso, en este centro estamos empeñados en ofrecer una educación lectora de calidad. Y espero que cuando lleguéis a ese mundo competitivo de la universidad, continuéis gozando del íntimo placer de leer, esa habilidad que, según Pedro Salinas, educa integralmente a todos los hombres. Por tanto, leer no es una actividad menor o prescindible, como algunos casquivanos quieren hacernos entender. Escuchad las palabras de Gabriel García Márquez: “Tengo un gran respeto, y sobre todo un gran cariño, por el oficio de profesor (…). Una de las personas inolvidables en mi vida es la profesora que me enseñó a leer, a los cinco años. Era una moza bonita y sabia, que no pretendía saber más de lo que podía, y era tan joven que con el tiempo acabó siendo más joven que yo. Era ella la que nos leía, en clase, los primeros poemas. Recuerdo con la misma gratitud al profesor de literatura del colegio, un hombre modesto y prudente que nos conducía por el laberinto de los buenos libros sin interpretaciones rebuscadas. Este método posibilitaba a sus alumnos una participación más personal y libre en el milagro de la poesía. En síntesis, un curso de literatura no debería ser más que una buena guía de lecturas. Cualquier otra pretensión no sirve más que para asustar a los niños. Pienso yo, aquí entre nosotros”. Qué palabras tan reveladoras de por dónde hay que ir, y que además enlazan con la última palabra de este discurso,

que  es  AFICIÓN.

Hay unanimidad acerca de los beneficios que reporta tener una afición. La mía es la literatura, ese reino habitable donde se encuentra el archivo emocional y sapiencial de la humanidad, es decir, todos los sentimientos y pensamientos que viven en los personajes de ficción. Si he de elegir un género, me quedo con la poesía, la palabra esencial. Cada uno tiene su afición. Y sé que muchos de vosotros tenéis  inquietudes artísticas, musicales, deportivas, tecnológicas, teatrales…, y no puedo hacer otra cosa sino animaros a que, al margen de vuestro trabajo, dediquéis también un tiempo a esas aficiones que tanto os reconfortan.
No sé dónde leí (los baches de la memoria comienzan a ser casi socavones) que un ser humano necesita varios pilares para construir su vida: el trabajo, la familia y una afición. Cultivad vuestra afición y sed felices con su práctica, pero permitidme una breve digresión acerca de la mía.  Considero que la poesía está más allá del poema, no solo vive en la jaula de los versos, sino que es un pájaro alegre que vuela por el mundo y se aproxima a cada uno de nosotros con el deseo de hacer un nido en el corazón. La poesía está en otras artes, en la secuencia de una película, en una banda sonora, en los ojos del chico o de la chica que os gusta, en la sonrisa niña de tu abuela, incluso en un sutil razonamiento matemático, en fin, la poesía está en lo que tiene belleza, emoción y verdad. Y para verla y sentirla hay que saber mirar y estar atentos, porque solo así seréis capaces de valorar la belleza exterior y esa otra belleza interior que a muchas personas pasa inadvertida.
Y  ahora un pequeño apunte biográfico para explicaros cuándo descubrí mi afición. Muchos sabéis que viví en León de los 14 a los 18 años. Allí conocí a Ángel García Aller (el AGA), un magnífico profesor que tenía tres debilidades: le gustaba el pimpón, era del Real Madrid y le encantaba leer en voz alta en clase. De él aprendí tres cosas: a ganar a mis amigos al pimpón, a memorizar poemas y a leer en voz alta (aunque no tan bien como él). Estoy convencido de que vosotros encontraréis a vuestros mentores en el camino hacia el conocimiento. Y es verdad que habéis aprendido romances y muchos poemas que no vamos a repetir ahora. En este punto, quiero referirme a esa hermosa tradición ilicitana de las Cançonetes de fil i cotó, un importante legado cultural que se mantiene vivo y que demuestra el valor que sigue teniendo la poesía tradicional en nuestra ciudad. Recuerdo que en varias ocasiones hemos cantado alguna en clase, con el consiguiente jolgorio.
         Bueno, siento que me he excedido un poco y que debo poner punto final. Os invito a que busquéis vuestras cinco palabras  (seguro que serán vuestros valores) y las guardéis en un lugar secreto para que os ayuden a superar las dificultades que sin duda encontraréis.
Estimadas alumnas y estimados alumnos:
Os hablo ahora a cada uno de vosotros.
Conviene que te pares a pensar y no vivas con tanta rapidez, que descubras lo que es importante para ti, que intentes ser auténtico y no dejes que la vida de arrolle sin tomar decisiones. Sé que no es fácil. Da igual que quieras ser científico, jardinero o profesor, tu trabajo bien hecho te hará feliz.
Esto no es una despedida, sino, como he dicho antes, un hasta siempre. No olvides que el futuro te pertenece, porque serás lo que quieras ser. Me alegrará que recuerdes algunas de las ideas que durante estos años te he dicho. Para mí eran y son importantes y por eso las he repetido una y otra vez: “sé bueno y estudia siempre, en clase y en casa, esto es, en clasa; y no desprecies, ni permitas que te minusvaloren, porque tú vales mucho”.  
Para acabar, quiero leeros unos versos del poeta norteamericano Walt Whitman, de quien este año se celebra el ducentésimo aniversario de su nacimiento. Tengo la sensación de que han sido escritos para vosotras y vosotros. Pero antes, en nombre de los profesores y profesoras que os hemos acompañado en esta etapa escolar que hoy se acaba, quiero desearos lo mejor.
El poema se titula:

No te detengas

No dejes que termine el día sin haber crecido un poco,
sin haber sido feliz, sin haber aumentado tus sueños.
No te dejes vencer por el desaliento.
No permitas que nadie te quite el derecho a expresarte,
que es casi un deber.
No abandones las ansias de hacer de tu vida algo extraordinario.
(…)
No permitas que la vida te pase a ti sin que la vivas.


Muchas gracias.

2 comentarios:

  1. Excelente discurso. Seguro que tu audiencia se emocionó. A mi me hubiera encantado que me aconsejaran así. Enhorabuena, compañero.

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  2. María Luisa, qué alegría leer tus palabras. Como sabes, te sigo en el FACE. Un abrazo grande.

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