martes, 14 de octubre de 2025

 






LA BELLEZA DE LA AUSENCIA, José Muñoz Albaladejo



No me resulta fácil expresar la mezcla de satisfacción y de emoción que he sentido al leer este breve ensayo de José Muñoz Albaladejo (Elche, 1988), un joven profesor de Filosofía del IES La Nía, un instituto ubicado en Aspe (Alicante). Que haya sido uno de mis mejores alumnos no me mueve a elogiar gratuitamente su reciente libro, pero sí me obliga a ello su incuestionable calidad literaria y filosófica, lo que demuestra la madurez intelectual que ha alcanzado aquel estudiante silencioso que siempre estaba atento a cualquier comentario que yo pudiera hacer en el aula.


Organizado en siete capítulos, su libro desarrolla el concepto de la ausencia desde varias perspectivas con la premisa de que en ella pueda existir –y de hecho existe– la platónica idea de la “belleza”. El autor logra definir, con agudo razonamiento filosófico, el concepto de ausencia. Y se pregunta qué es y dónde se ubica con la intención de despojarla de ese matiz peyorativo que de modo natural pudiera atribuírsele. La claridad de su discurso me ha interpelado de tal modo que he concluido que la imprecisa presencia de la ausencia le garantiza una existencia ubicua, lo que –parafraseando al autor– nos permite recordarla o enterrarla, sentirla u olvidarla. La ausencia sería algo así como una nube que aparece y desaparece, mientras se desplaza a merced del viento de la vida.


José Muñoz hace uso de su amplio bagaje cultural para explicar la noción de ausencia con una prosa fluida que da gusto leer: “La ausencia es algo que sentimos, que padecemos. La ausencia nos duele porque su percepción implica todavía el anclaje a una cierta materialidad” (p. 16). Delimita con precisión el concepto de ausencia para distinguirlo de  nostalgia y de esencia. Y sostiene que aunque aludir a la ausencia pueda resultar fácil, no lo es tanto representarla porque lo que nos habla de ella son “las presencias adyacentes que la generan”. Por eso se agradece no solo sus intentos de definirla (pp. 24-25), sino también la visión diacrónica con la que sintetiza el modo en el que otros filósofos han abordado esta misma idea de ausencia (Kierkegaard, Heidegger, Sartre y Viktor Frankl, entre otros).


Me gustan especialmente las páginas autobiográficas en las que el discurso filosófico cede el testigo a un discurso narrativo que se centra en los recuerdos familiares y en las vivencias personales del autor (la afición del padre por la fotografía y su don para contar escalofriantes historias no exentas de humor, así como la implicación del escritor en su quehacer docente…).  También me sorprende su noble querencia por la soledad elegida, a la que define de este modo: “La soledad es la insignificancia vital que sentimos ante la consciencia del paso inescrutable del tiempo cuando este, durante su acontecer, ha eliminado ya de nuestra existencia toda voluntad de sentido” (p. 50).


Dedica un capítulo al valor que posee la escritura entendida como una actividad que coadyuva a reducir el impacto de la ausencia, porque el fruto de la expresión escrita es probable que permanezca más allá de la vida del creador, lo que facilita también la perpetuación del recuerdo.  Por eso, en el capítulo “Memoria” aborda la necesidad que tenemos de levantar diques contra el olvido para poder seguir viviendo con dignidad cuando se produzca la ausencia repentina de un ser querido. Pone como ejemplo el mecanismo de duelo que se creó tras los atentados de Atocha en 2004. También comenta varios libros que abordan de manera diferente la ausencia (desapariciones habituales y feminicidios en México…), así como el impacto que provoca la muerte esperada o inesperada, pues interrumpe de golpe la vida con un impacto brutal que da paso a “la ausencia definitiva”. Vinculada a esta última idea, considera que el alzhéimer es una tragedia porque la ausencia sigue creciendo mientras la vida continúa y cuando “ya no somos” (p. 99).


En los últimos capítulos, algo más autobiográficos y ceñidos al presente, justifica cómo en la ausencia existe la fugaz presencia de lo bello. Y el libro se cierra con unas emotivas palabras que de alguna manera reelaboran una idea del poeta palestino Mahmud Darwish: “Cada una de nuestras más amadas ausencias es una cicatriz en el corazón que nos acompañará de por vida para recordarnos, de algún modo, la belleza de una presencia anterior” (p. 141).


Una vez leído con la atención que merece este breve ensayo, agradezco al autor su capacidad para interpelar al lector. Ha conseguido hacerme reflexionar y reafirmarme en la idea de que lo importante en la vida es aspirar a ser, mientras vivamos, una “presencia acogedora”, con la esperanza de que, en un tiempo lejano, podamos ser una “ausencia recordada”, para acabar siendo en el futuro y de manera inevitable “puro olvido”.




Título: La belleza de la ausencia

Autor: José Muñoz Albaladejo

Editorial: Eolas ediciones, 2025

Páginas: 141





1 comentario:

  1. Muchas gracias por tus palabras, Julián. Le dan ganas a uno de seguir escribiendo. Me alegro mucho de que te haya gustado.

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