ORDESA,
Manuel
Vilas
Lo confieso: yo también he leído
Ordesa. Y he leído muchas críticas
favorables. Mi reseña esta vez será breve, brevísima: el libro me ha gustado, aunque
no le habría sentado nada mal alguna dieta de adelgazamiento en sus páginas.
Consta
de 157 entradas numeradas y un epílogo de 11 poemas, cuya temática es afín al
contenido de la novela (¿?), de la autoficción o de la biografía novela, pues
todo cuando se dice –y así lo ha afirmado su autor en alguna ocasión– es
verdad. Y esta verdad no le confiere ningún valor añadido a la novela, si no
fuera por el tratamiento estilístico de lo contado. El libro es un homenaje a
sus padres, a los que tanto quiso y con quienes siempre estará en deuda. Pero
lo importante no es que estemos ante una elegía hímnica –lo que no deja de ser un extraño oxímoron–,
sino que hay que encontrar lo sobresaliente en el estilo, un artificio en el
que el autor se regodea, sabedor de sus cualidades. Se trata de una novela
acumulativa, que se lee con la misma velocidad vertiginosa con la que se
olvida, a no ser que el lector tenga la paciencia de ir subrayando aquí y allá
algunos párrafos esenciales. Simplificando mucho mi interpretación, sobresalen varios
aspectos: me resulta sugerente la creación de esa Voz que le habla al propio
narrador-personaje, algo así como su conciencia; me convence el acierto de
referirse a los personajes con los nombres de los grandes músicos de la
historia, así Wagner será su madre, Bach, su padre, etc.; me resulta original
ese tránsito entre la materialidad de lo narrador (objetos, cosas) y la
reflexión filosófica sobre aspectos
que el autor elige (muerte, capitalismo, desamparo, educación, la vida…); y me
parece acertado el estilo en general, un estilo entre poético y filosófico, que
permite al escritor manejarse con absoluta creatividad. Creo, no obstante, que
hay más poesía en la prosa –muchos capítulos acaban con alejandrinos y
endecasílabos– que en los propios poemas del epílogo, excepto “El Crematorio” y
“974310439”. Suele concluir muchos capítulos con versos logrados: “Mi padre fue
un artista del silencio (p.60); “La música de mi corazón atolondrado”(p.221); “El
Mediterráneo fue su única patria” (p.262); “Bailas conmigo una danza de amor”
(p.357).
Dejaremos
al margen las consideraciones temáticas, pues estamos ante una vida fragmentada
que nos muestra el itinerario biográfico del propio Manuel Vilas, alguien que
después de vivir en los infiernos del alcohol es capaz de amar la luz de la
vida, alguien que decidió vivir a beber, es decir, cambió las “bes” por las “uves”,
como él mismo explica de manera ingeniosa. Y ahora me pregunto que cómo es
posible que alguien que ama tanto la vida hable tanto de la muerte, de la
presencia fantasmal de sus seres queridos, del dolor de las ausencias, de los
afectos inexplicablemente rotos, de la extinción de todo, de eso que para el
escritor es la extinción: la muerte.
En
ocasiones asoma la ironía e incluso el humor. Véase el capítulo 13, referido a
esos jóvenes perdidos, al Coliflor, cuya trágica vida llega a conmovernos.
ADENDA
Como el propio Manuel Vilas dijo en una charla en
Elche que era un melómano compulsivo, me atrevo a proponer esta música que sugiere (¡qué simplificación!) el
contenido del libro.
He
aquí unos textos que deseo compartir:
-“Si no sabes alimentar a tus
hijos, no tienes ninguna razón para existir en sociedad” (p.15).
-“Mi madre era una narradora
caótica. Yo también lo soy. De mi madre heredé el caos narrativo. No lo heredé
de ninguna tradición literaria, ni clásica ni vanguardista” (p.22).
-“Cuántas veces llegaba yo a mi
casa, cuando tenía diecisiete años, y no me fijaba en la presencia de mi padre,
no sabía si mi padre estaba en casa o no. Tenía muchas cosas que hacer, eso
pensaba, cosas que no incluían la contemplación silenciosa de mi padre. Y ahora
me arrepiento de no haber contemplado más la vida de mi padre. Mirar su vida,
eso, simplemente.
Mirarle
la vida a mi padre, eso debería haber hecho todos los días, mucho rato” (p.73).
-“La verdad es lo más importante
de la literatura. Decir todo cuanto nos ha pasado mientras hemos estado vivos.
No contar la vida, sino la verdad” (p.77).
-“Es lo único que debe hacer un
profesor: enseñar a sus alumnos a amar la vida y a entenderla, a entender la
vida desde la inteligencia, desde una festiva inteligencia; debe enseñarle el
significado de las palabras, pero no la historia de las palabras vacías, sino
lo que significan” (p.112).
-“Mi memoria pone en pie una
visión del mundo catastrófica, ya lo sé, pero es la que yo siento como verdad”
(p.197).
-“Que te espere alguien en algún
sitio es el único sentido de la vida, y el único éxito” (p. 236).
UNKNOWN
(TO YOU)
Jacob
Banks
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