CLARA EN LA OSCURIDAD, Juan Ramón Barat
[Una novela excepcional]
¿Cómo reseñar una novela
excepcional sin añadir simples migajas a una mesa llena de exquiteces?
Convencido de que eso es imposible y requeriría seguramente un comentario
extenso, opto por algo que pudiera parecer digresivo: contarles la labor
lectora que durante más de treinta años he realizado con el propósito de
conformar un corpus de obras aptas para jóvenes lectores. Y lo hago porque sé
que esta obra que les invito a leer debería ocupar un lugar entre las elegidas.
Hace años, cuando explicaba el Cantar
de Mio Cid a mis alumnos de 3º ESO, tomé una drástica decisión: a partir de
ese momento leeríamos fragmentos, poemas, cuentos representativos de la
historia de la literatura, pero ofrecería a mis alumnos un conjunto de “obras
cercanas a su sensibilidad” para que ellos eligieran aquellas que les apetecía
leer. La lectura se convertía así en una experiencia personal y no en un
pretexto para explicar literatura. Y esto es así porque leer requiere atender a
dos aspectos esenciales: reconocer los gustos temáticos propios de cada alumno
y respetar sin elitismos sus gusto temáticos. A partir de ese instante creé un
Plan Individual de Lectura en un Punto de Información Lectora, es decir, en la
Biblioteca. Y lo denominé “Lecturas al PIL PIL”. ¿Por qué les cuento este
introito que aparentemente me aleja de la novela de Juan Ramón Barat?
Sencillamente porque quiero que usted, padre o madre, o usted, docente
interesado en promover la lectura, incluya Clara
en la oscuridad entre los libros recomendables. A partir de ahora cuando un
padre nos diga que a su hijo o hija no le gusta leer, le diremos que no tarde
mucho en regalarle el libro del que hablo.
He leído la poesía de Juan Ramón Barat y también algunas de sus
novelas que han sido reseñadas en este blog , y creo que puedo afirmar –y no es
un elogio gratuito ni exagerado– que esta es la que más me ha gustado. He sentido
la desorientación de su personaje principal –Sergio Mora–; he admirado su
determinación para seguir investigando; me ha cautivado la belleza y la
personalidad de Clara, y he llorado su final –perdón por la anticipación o prolepsis–;
he admirado sus descripciones precisas y hermosas; me he enrabietado con el
trato a los inmigrantes; he disfrutado con el desarrollo de la acción y con las
dosis de misterio y terror; he reconocido la perfecta disposición de las
coordenadas espacio-temporales; he valorado cómo en el primer capítulo el autor
da la información precisa para que cualquier lector se enganche a su historia
–así se aprende también a escribir–; me he reconocido en la opinión del
narrador sobre el valor transcendente de la música (p. 174); me ha emocionado
el descubrimiento del amor entre Clara y Sergio (p.196); he sentido como
propias las palabras de Carlos Buendía referidas a la inmortalidad de las obras
de arte frente a la efímera existencia del hombre (p. 111); he sentido un
escalofrío de tristeza al cerrar el libro; y he admirado, una vez más, a su
autor… En fin, he disfrutado con una obra maestra de la literatura juvenil en
castellano, o mejor, con una obra apta para cualquier lector.
Y antes de cerrar el libro leo satisfecho:
“Me asomo al vacío. (…) Hay nubes blancas que pasan empujadas por
las manos transparentes del viento. A veces cruzan pájaros por el espacio. El
sol, a lo lejos, parece una naranja de oro desangrándose lentamente… Sonrío.
Estoy seguro de que Clara está viéndome desde algún lugar muy lejano…”.
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