viernes, 13 de mayo de 2016








UNA TARDE LEYENDO LA POESÍA DE
ELOY SÁNCHEZ ROSILLO

¡Cuántos años han pasado! Ordenando la estantería de mis libros de poesía, he llegado a la S y me he detenido en los libros de Eloy Sánchez Rosillo. Me he sentado en mi sillón rojo y he leído algunos de sus poemas. Afuera la tarde ha ido cayendo, y la lluvia suave me ha acompañado mientras leía algunos de los versos que subrayé hace ya muchos años. Me he dejado llevar, y las cosas previstas y engañosamente urgentes se han quedado sin resolver.
Que la vida la dicta el azar intuitivamente buscado es algo que cada vez tengo más claro. ¿Cómo llegué a la poesía de Eloy Sánchez Rosillo? Estudiaba el último curso de doctorado, cuando el profesor Ángel Luis Prieto de Paula se refería en reiteradas ocasiones, y siempre con mucha admiración y sabiduría, a los poemas de un joven profesor universitario de Murcia. Y tan grande fue el deslumbramiento que me produjo su poesía que decidí iniciar una tesina sobre la obra de Eloy Sánchez Rosillo, una investigación que más tarde abandoné por otros quehaceres. Recuerdo ahora cuando quedé con él en una cafetería próxima al Teatro Romea de Murcia. Pervive aún en mi recuerdo su afabilidad, su trato humano, una natural bonhomía que me hizo sentir muy bien durante todo el tiempo que estuvimos juntos. Guardo como un tesoro los tres libros que me regaló dedicados: Maneras de estar solo (1977), Autorretratos (1979) y Páginas de un diario (1981). En todos ellos figura su firma, junto a una fecha, que nunca olvidaré, 6 de julio de 1993: “Para Julián, de ahora en adelante”.
Acabo de escribir estas líneas y sigue lloviendo. En mi cuarto parece que el tiempo se haya detenido. Miro por la ventana y todo es hermoso: el cauce del río ligeramente desbordado, los árboles mojados, el brillo húmedo de las hojas de un cerezo ornamental que no para de crecer, esas muchachas tan poemáticas de Rosillo que a veces caminan por aquí con sugerente misterio…
Qué maravilla pasar una tarde leyendo su poesía, una poesía que cada vez me dice más.

TODAVÍA

Ha llegado el verano, y como siempre
que da comienzo y que la plenitud
de cuanto me rodea va cumpliéndose,
surge en mi corazón la expectativa
de una vida mejor, de un cambio súbito
que arrase mis monótonas costumbres
y me lleve a fundirme en ese todo
que hoy unánime canta, vibra y arde
en una inmensa hoguera.
                                        Sé muy bien
que mis anhelos, lamentablemente,
no se realizarán: a estas alturas
del vivir no es probable que el verano
quiera contar conmigo y me conceda
el saber desprenderme del que soy,
olvidar mis asuntos y sumarme
–rotos los lazos, libre de mí mismo–
a la gran muchedumbre jubilosa
que forma su cortejo.
                                   Sí, lo sé:
no ocurrirá el milagro; pesa ya
mucho en mi espalda el tiempo que he vivido.
Pero, aun sabiendo lo que sé, no logro
desechar la esperanza de que ocurra
lo que no ha de ocurrir.
                                      Miro este día,
su luz hermosa y tan interminable,
el cielo que entrecruzan los vencejos
con frenesí dichoso, las muchachas
que llevan en sus ojos la certeza
de ser dueñas del mundo.
                                          Y nada puede
impedir que fulguren en el aire
de mi presente viejas ilusiones,
ni evitar que despierto sueñe el sueño
de que todo es posible todavía.



OTRO TREN, OTRA LLUVIA

Para mi corazón, para mis ojos,
no muchas cosas hay que de verdad más valgan
que ir en el tren y que coincida el viaje
con un día de lluvia.
Desde mi asiento miro
cómo se empapa el campo con el agua del cielo,
y el cielo que no cesa en su trajín de nubes,
que amontona relámpagos y que arrastra los truenos
de un lado para otro.
Puede ocurrir al cabo
que una mancha de sol, allá, muy lejos,
de súbito se abra e ilumine
un alcor, un cortijo, una arboleda.
Es igual que un milagro, es la luz del milagro.
Tú, aquí, con tus miserias,
con tus congojas en tu pecho oscuro.
Y aquella luz de oro, tan pura, tan intensa,
brillando en un confín que te redime.


La certeza, Tusquets, 2005

3 comentarios:

  1. Comparto, Julián, tu entusiasmo por la poesía de Sánchez Rosillo. Lo que no sabía es que conocías al autor y que habían tenido esa experiencia tan enriquecedora. Lo que cuentas en tu entrada es el ideal de todo buen lector de poesía: una tarde algo lluviosa y un sillón rojo. Espero leer pronto lo último que ha publicado. Por ahora, releo estos poemas que nos ofreces. Muchas gracias.

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  2. Comparto, Julián, tu entusiasmo por la poesía de Sánchez Rosillo. Lo que no sabía es que conocías al autor y que habían tenido esa experiencia tan enriquecedora. Lo que cuentas en tu entrada es el ideal de todo buen lector de poesía: una tarde algo lluviosa y un sillón rojo. Espero leer pronto lo último que ha publicado. Por ahora, releo estos poemas que nos ofreces. Muchas gracias.

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    1. Gracias a ti, Ignacio. Me alegra verte en este espacio. Aún más me alegraría coincidir contigo personalmente. Un saludo.

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