LA SENTENCIA, Santiago Castelo
De repente, a la vuelta de un viaje, te encuentras con un libro
encima de la mesa, La sentencia, de Santiago
Castelo (Visor, 2015), distinguido con el XXV Premio de Poesía Jaime Gil de Biedma. Empiezas a leerlo y continúas porque es
tan transparente su mensaje que ves con mucha claridad lo que el poeta quiere
decir y evocar. No te detienes, porque intuyes que se trata del testamento poético de alguien que se expresa con mucha verdad. Sabes que ese
poemario no es otra cosa que una despedida del mundo. Aunque sopesas la idea de
dejarlo, pues su tono no se aviene ahora con tu espíritu ilusionado, vas descubriendo
que esos versos de doliente belleza están expresados con una “serenísima
tristeza” carente de amargura.
Conoces al autor –hace tiempo
leíste artículos suyos en ABC–, y te
abandonas para disfrutar de poemas tan hermosos como “La parcela”, “Carta a
Pilar Molinos en la ceguera de agosto”, “Nanín”, y estos que aquí ofrezco:
LA SENTENCIA
A Carmina González Enguita, pilar de mi quebranto
Sonó la palabra. Seca y rotunda lo mismo que un disparo.
Y todo se volvió blanco. Las paredes, los muebles, el silencio.
Fueron unos segundos que se hicieron eternos.
Mis rodillas sin nervios, mis manos desmayadas
y en la memoria toda la vida en un instante:
la niñez en el pueblo; el viaje a Madrid;
los primeros amores.
¡Qué exacta la película! ¡La memoria qué clara!
Los años de estudiante, los viajes, los besos,
la oratoria florida y el periodismo insomne.
En sólo unos segundos los libros y los versos.
Ignoro lo que dije. Se cerró la memoria
y cayó la sentencia como una guillotina
que lo arrasase todo. El mundo era distinto.
CALENDARIO
Lo malo
de esta situación
–o lo
bueno, según se mire, que todo es relativo–
es que
hay que vivir al día.
Se
acabaron las citas, las agendas. De pronto
nada
sirve de un día para otro.
Ni tú
mismo mandas. Es tu propio organismo
tu luz
y tu ceguera. Nada importa que el sol
salga
radiante hoy y se vista de domingo.
Hay
otro calendario y otro dedo en las nubes
y has
de acostumbrarte a saber que eres sombra
tú que
siempre creíste en la luz del verano.
LA OTRA ORILLA
Cuando
ya estás cansado
de
tanta medicina,
de
tanta prueba clínica,
de tan
modernas técnicas
y el
dolor sigue ahí
bailando
entre goteras
de lo
que fue tu cuerpo,
piensas
si no sería
mucho
mejor que bueno
dejar
todo tirado,
marcharte
suavemente
y desde
la otra orilla
contemplar
este mundo
que
dejó de ser tuyo.
sin
dolor ni nostalgia.
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