sábado, 23 de mayo de 2020



No me mueve otro afán que compartir
esta breve reseña
de Francisco Caro.
Gracias por tus palabras.


          DOS POEMAS DE Julián Montesinos,  
          Francisco Caro

Respuesta pública
a Julián Montesinos,
poeta en Elche

Querido poeta.

 He tenido oportunidad de leer en estos días tu libro La vida en ámbar que viene a significar otro paso, tan sencillo y valioso a la vez, en tu andar poético. El hecho de que esté editado por la valenciana Pre-Textos supone un valor añadido a su difusión. Es una edición primorosa en donde los poemas no se ven sofocados por la página. Me ha gustado especialmente su caja y tipografía, tan próxima a la colección de Obras Completas. Pero lo significativo es cómo he disfrutado, en estos días varios y uniformes, su contenido, los poemas que te permitieron obtener el premio Villa de Cox. Es la tuya poesía trazada con pausa celebrativa, con luz cordial, con mirar pausado. Son poemas –es tu manera de sentir– que atienden a las cosas y sus mensajes, que espabilan nuestra capacidad de observación para extraer lecciones, si no morales, sí de vida. Sin que tú pretendas ni fuerces. Todo se desarrolla en los alrededores de la normalidad, del existir cotidiano: hijos, familia, sol, campo… sin rebuscar en los abstractos ni rebuscarse en las incógnitas. Admiro mucho el tono sereno, sin demasías, de tu decir, ese buscar el concilio con el asombro por el que discurren tanto el fondo como la forma del verso. Creo que en algo, en mucho, participas de ese aroma levantino que también atraviesa a tu paisano Antonio Moreno; de esas maneras que descubrí con el malogrado Antonio Cabrera, de las palpitaciones que conmueven a José Iniesta, con quien he intercambiado libros, opiniones y afectos. Querido amigo, queda en mí el susurro de la luz filtrada por el ámbar, ese “hermoso enredarse” de tu palabra en la bondad que nos salva, ese saber que el hombre no es sino un elemento más del abrazo del mundo.
      Y tu capacidad para decirlo, para hacerlo llegar en hermosura.

Permíteme que elija dos de tus poemas para los lectores de “Mientras la luz”


Niño en la playa

El viento de levante arrastra la arena.
Es temprano. No hay barcos en la playa,
solo un niño corriendo
y unas pocas nubes en el cielo.
Un niño corre y salta
y se aproxima lentamente a unas gaviotas
que alzan quejumbrosas un vuelo desordenado.
El niño se para, respira hondo,
pero al instante se recupera
y las ve en otro lugar de la playa.
Repite su juego, grita feliz,
pinta de luz la mañana dormida.
No es consciente de su alegría
ni del sentimiento de libertad que inspira,
pero yo le observo con la mirada limpia
de un hombre asombrado
ante el milagro breve de la vida.


Tijeras

De él solo recuerdo unas grandes tijeras,
 una escuadra y un cartabón roto,
un baúl con libros del veintisiete
y el gusto de mirar los campos a lo lejos.
Y recuerdo también
nuestra unión al contemplar la inmensidad
del cielo aquel verano cuando yo advertía,
acostado en la mesa de cortar,
las rayas temblorosas que trazaba
sobre un paño casi siempre oscuro.
A veces cuando miro las estrellas,
descubro que nada puede medir
el alma de un hombre
ni abarcar toda la dimensión de su amor.
Mientras crece su ejemplo de bondad,
escucho el ruido de sus tijeras
en la sastrería cortando telas y olvidos.

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