miércoles, 27 de mayo de 2020





               JUAN DE MAIRENA, Antonio Machado





El mundo intelectual de Antonio Machado (1875-1939) transciende la poesía. El poeta sevillano inventó sus personajes apócrifos, Abel Martín y Juan de Mairena, para reflexionar sobre la complejidad del mundo. Publicado en 1936, recoge pequeños textos que demuestran que nada humano le era ajeno. Con acierto, en sucesivas ediciones se incorporaron a este libro las colaboraciones que publicó los años previos a su muerte en Hora de España y en La Vanguardia.
Es cierto que podría haberme dejado llevar –como suelo hacer– por las impresiones que el libro me suscita, pero he decidido trasladar a este blog algunos textos que por distintas razones me parecen vigentes. ¿Qué hay en Juan de Mairena? Encontramos el pensamiento de Antonio Machado expuesto no a modo de un tratado sino de manera fragmentaria. Es una suma de reflexiones, un libro misceláneo que fue creando con el devenir de sus días cada vez más aciagos. Hallamos reflexiones sobre política, sobre cuestiones filosóficas –algunas ciertamente abstrusas para lectores no avezados–, sobre la importancia de la sencillez expresiva, sobre la inutilidad de la educación física (p. 65) –aquí no fue un adelantado a su tiempo, y es una pena porque las ideas de Giner de los Ríos eran, esas sí, muy innovadoras–, sobre la bondad, sobre la conveniencia de una crítica elogiosa y ponderada, sobre su admiración hacia escritores, entre los que incluía a sus dos amigos Valle-Inclán y Unamuno, y sobre otros asuntos que se desarrollan en un libro demasiado extenso y en ocasiones reiterativo.
         He aquí, a mi juicio, algunos textos relevantes:

1.
–Señor Pérez, salga usted a la pizarra y escriba : “Los eventos consuetudinarios que acontecen en la rúa”.
         El alumno escribe lo que se le dicta.
–Vaya usted poniendo eso en lenguaje poético.
         El alumno, después de meditar, escribe: “Lo que pasa en la calla”.

2.
No se achique usted tanto, señor Rodríguez. Agrada la modestia, pero no el propio menosprecio.

3.
–Dadme cretinos optimistas –decía un político a Juan de Mairena–, porque ya estoy hasta los pelos del pesimismo de nuestros sabios. Sin optimismo no vamos a ninguna parte.

4.
Si alguna vez cultiváis la crítica literaria o artística, sed benévolos. Benevolencia no quiere decir tolerancia de lo ruin o conformidad con lo inepto, sino voluntad del bien, en vuestro caso, deseo ardiente de ver realizado el milagro de la belleza.

5.
Sed modestos: yo os aconsejo la modestia, o, por mejor decir: yo os aconsejo un orgullo modesto, que es lo español y lo cristiano. Recordad el proverbio de Castilla: “Nadie es más que nadie”. Esto quiere decir cuánto es difícil aventajarse a todos, porque, por mucho que un hombre valga, nunca tendrá valor más alto que el de ser hombre.

6.
“Yo conocí un poeta maravilloso natural, y borraba tanto, que sólo él entendía sus escritos, y era imposible copiarlos; y ríete, Laurencio, del poeta que no borra” (Lope de Vega).

7.
Huid del preciosismo literario, que es el mayor enemigo de la originalidad.

8.
El español suele ser un buen hombre, generalmente inclinado a la piedad. Las prácticas crueles –a pesar de nuestra afición a los toros– no tendrán nuca buena opinión en España. En cambio, nos falta respeto, simpatía y, sobre todo, complacencia en el éxito ajeno.

9.
Mairena era, como examinador, extremadamente benévolo. Suspendía a muy pocos alumnos, y siempre tras exámenes brevísimos.

10.
Los honores –decía mi maestro– deben otorgarse a aquellos que, mereciéndolos, los desean y los solicitan. No es piadoso abrumar con honores al que no los quiere ni los pide. (…) Para unos constituyen un elemento vitalizador; para otros un anticipo de la muerte.

11.
Cuando averiguamos que algo no sirve para nada –por ejemplo, una Sociedad de Naciones que pretenda asegurar la paz en el mundo–, ya vemos que ha servido para mucho. Quien tenga oídos, oiga, y quien orejas, las aguce.

12.
Pretender enseñar a los niños cosa tan impropia de la infancia como es la gramática…

13.
Sí; el hombre es un animal que usa relojes.

14.
Nada hay tan desgraciado como aquello que nos obliga a ser graciosos. Por lo demás, yo os aconsejo –hubiera dicho Mairena– que no aspiréis nunca a profesionales de la gracia, porque no hay cosa que tanto amanere y resfríe el ingenio como el creerse obligado a ser gracioso.

15.
En general, yo os aconsejo que nunca os arrepintáis de los elogios sinceros que prodigáis a la obra de vuestro vecino; porque ello es señal de que algo bueno habéis visto en ella.




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