VEINTICUATRO HORAS
EN LA VIDA DE UNA MUJER,
Stefan Zweig
Como me sucediera con Isaac Bashevis Singer, reconozco que he sido un lector tardío de la obra de Stefan Zweig, un escritor de origen judío nacido en Viena en 1881, que decidió poner fin a su vida en Brasil en 1942. Autor de una prolífica obra en la que caben biografías, ensayos históricos y numerosas novelas, los libros de este escritor ofrecen, a mi juicio, una incuestionable maestría estilística y un atractivo que sería largo de explicar, pero que sin duda subyugan al lector. Veinticuatro horas en la vida de una mujer, una novelita de poco más de cien páginas (escrita en 1927 y publicada por Acantilado en 2001), plantea un dilema moral que sigue vigente: ¿puede una mujer dejarse llevar por la pasión para vivir una breve historia de amor sin temer los juicios de otras personas ni verse afectada por las opresivas convenciones sociales? La respuesta del escritor austríaco es que sí, a sabiendas de las ineludibles y onerosas consecuencias. Ubicada la acción en el opresivo período de entreguerras, esta novelita defiende la libertad de la mujer para vivir sus pasiones y trazar su propio destino.
La obra de Stefan Zweig, publicada primorosamente por la editorial Acantilado, sigue teniendo, a mi modo de ver, gran atractivo. Durante mucho tiempo procrastiné el momento de leer sus libros, aun conociendo las habituales recomendaciones que leía sobre este escritor. Pero ha sido el discurso rítmico, limpio e inteligente lo que más me ha sorprendido de una novela que ahonda en la zozobra y el deseo de una mujer madura.
Leída de un tirón, el lector asiste en un hotel de Montecarlo a la huida de Madame Henriette con un joven desconocido. Al abandonar a su marido e hijos, conocemos las opiniones sobre esta afrenta por parte de dos matrimonios, el narrador y Mrs. C., una mujer de unos setenta años apacible y distinguida, cuyo pasado es un misterio que poco a poco se irá desvelando. El hecho de que el narrador muestre una actitud comprensiva ante la fuga de Madame Henriette con un bello y elegante Adonis, mueve a Mrs. C. a proponer al narrador su deseo de confesarle su secreto, pues es consciente de que compartirlo será el único modo de aliviar su antiguo dolor. Y lo expresa así: “Ahora ya no me engaño: si aquel hombre me hubiera abrazado y me hubiese pedido que le siguiera hasta el fin del mundo, no habría vacilado en deshonrar mi nombre y el de mis hijos; hubiera partido con él, indiferente a todas mis amistades y a todas las convenciones sociales…; hubiera partido con él, como acaba de hacerlo Madamme Henriette con el joven francés a quien, el día antes, no conocía aún…, y no hubiera preguntado hacia dónde ni por cuánto tiempo, ni hubiera dirigido una sola mirada hacia mi pasada existencia…; y mi fortuna, mi honor, mi reputación, todo lo hubiera sacrificado por aquel hombre”.
Lo sustantivo de esta obra radica no tanto en el valor de la mínima anécdota (cómo dominar las pasiones ante el inexorable paso del tiempo, la inevitable atracción del amor o la destrucción que procura la ludopatía en uno de los personajes principales, por citar algunos temas) como en la manera en que se organiza la novela con un ritmo constante, sostenido por una prosa eficaz que va analizando, con gran sensibilidad, la psicología de los personajes, fundamentalmente femeninos.
Editorial Acantilado
Título: Veinticuatro horas en la vida de una mujer
Autor: Stefan Zweig
Primera edición: 2001
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