sábado, 9 de abril de 2022

 

 

               UNA HISTORIA RIDÍCULA, Luis Landero

 

 



 

Me apetecía leer esta novela tan aclamada por la crítica. Las experiencias lectoras que he tenido con la obra de Luis Landero siempre han sido satisfactorias. Por diversas razones, he disfrutado con todos sus libros: desde Juegos de la edad tardía (1989), pasando por El balcón de invierno (2014) y Entre líneas: el cuento o la vida (2000), un título que es un hermoso homenaje a la literatura, y en el que se abordan, entre otras cuestiones, la importancia de la lectura y la escritura.

Una historia ridícula es una novela singular –cervantina y casi picaresca– en la trayectoria de Luis Landero, y lo es fundamentalmente porque todo gira en torno al valor del lenguaje y del discurso que lleva a cabo Marcial, un empleado de una empresa de despiece de carnes. Como buen matarife, maneja como pocos el corte. Acostumbra a llegar consigo una navajilla con la que a menudo juguetea entre sus dedos, un objeto cuyo sentido simbólico se desvelará al final. Pero aparte de ese utensilio que exhibe con tanta destreza, el protagonista posee otra incuestionable cualidad: el arte de hablar, un don que lleva consigo también su penitencia, sobre todo cuando el protagonista se extiende más de lo prudente, pues como se dice en algún pasaje (y pone al doctor Gómez como uno de los principales destinatarios de su declaración) es mejor ser rey del propio silencio que esclavo de la propias palabras.

Marcial es en realidad un antihéroe, una especie de Lazarillo contemporáneo con ínfulas de ser alguien y con conciencia de sus limitaciones, pero también de sus muchas y turbias aspiraciones. Y en este ser y querer ser radica la brillantez de una novela, que se regodea en el exceso verbal de un personaje redicho en bastantes partes de su discurso.

El protagonista disfruta con la digresión, con las divagaciones filosóficas y con el análisis de algunos personajes. A pesar de ser  un autodidacta, el afán de Marcial es demostrar sus conocimientos y capacidades (no en vano asegura en reiteradas ocasiones que posee poderes sobrenaturales). Al final será consciente de que ha cometido el error de enamorarse de Pepita, una hermosa muchacha que posee riqueza, mundo y un estatus que hace que Marcial pierda su equilibrio interior.

Lo más relevante de esta novela sin apenas trama ni argumento es la voz narrativa en primera persona que exhibe el protagonista narrador. Él es el artífice de un discurso narrativo casi cervantino: diserta sobre el amor, sobre el sentido de las digresiones y la utilidad de las anécdotas, y realiza precisos análisis sociológicos de los personajes que conoce en casa de Pepita, lugar donde transcurren las tertulias y donde Marcial teme no estar a la altura de las circunstancias la noche del inesperado final. Todo ello aderezado con un magnífico humor satírico que hace al lector esbozar más de una sonrisa. Es cierto que Luis Landero, a estas alturas de su vida, sigue escribiendo como pocos.  Sirva como botón de muestra un fragmento del capítulo 47:

 

“¿Oyes, Pepita?”, dije yo. “Dicen que estoy borracho y es verdad. llevo borracho desde aquel día de enero en que te vi a lo lejos, entreverada entre gente extraña, el resplandor (…) y tu discreta belleza perdurable… Ay, Pepita, mi adorada Pepita, escucha cómo el amor y la ira hablan por mi boca. Mira adónde me han traído mis malos pasos. Mírame aquí en este como trono de obispo que parece más hecho para la tortura que para la elocuencia. Yo te quería, Pepita. Desde el primer momento te reconocí entre la multitud. Yo vivía ebrio de prodigios, porque tú enaltecías las cosas con tu mirada, con tus manos, con tu sola presencia. Todo resplandecía a tu alrededor. Y yo, por agradarte, por estar a la altura, aparentaba más de lo que era. Traía temas preparados de casa. Hacía un ramillete de frases diversas y te las entregaba a modo de ofrenda. Tú despertaste en mí el ansia de ser. Estudié a pintores famosos, aprendí palabras eruditas, me compré unos zapatos (…), fingí ser escritor y filósofo y tener mala letra, y un alama de bohemio. Ay, Pepita, cuando uno no es sincero, pero tampoco miente o finge, ¿cómo se llama a eso? ¡Tonto de mí! Si no era necesario, si no hacen falta nombres. Ahora lo sé, no lo era porque tú con tu sola presencia también a mí me enaltecías, me transformabas en artista, en bohemio, en filósofo. Pide y se te concederá. Así es el amor. Y tú me escuchabas con arrobo y me ponías boquitas Marie-Claire. (…) y al llegar aquí, algo se rompió en lo más hondo de mi espíritu, y cesó el flujo de la inspiración y regresé a la realidad, y entonces me eché a llorar, por segunda vez en mi vida adulta el rostro se me llenó de lágrimas y lloré ante todos como un niño, sacudiendo los hombros, haciendo pucheros, desatándome en ayes y gemidos, un llanto sonoro y ridículo que desató toda la ira y el rencor y la rabia y el afán de venganza que yo guardaba en mis entrañas, y que juntó en una todas las ofensas que había recibido en la vida. Y entonces entré en trance. Entonces tuvo lugar la ofensiva final en mi asalto a la casa de la mujer amada.

 

 

Editorial: Tusquets

Título: Una historia ridícula

Autor: Luis Landero

Primera edición: 2022

 


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