BONDAD, Julián Montesinos
Para mi tía Encarna
La bondad se parece
a esa belleza interior sin materia
de la que hace tiempo habló un poeta
para nombrar lo esencial de la humanidad.
La bondad no busca el retorno de su entrega,
cae sobre el alma
como lengua de niebla en las colinas,
y se ofrece callada y sin medida.
La bondad no es una palabra moribunda,
sino un pecio que vive en las honduras
sin ser muy consciente de su valor.
La bondad se parece
a esa lluvia suave que empapa
la azulada redondez de la Tierra,
a la soledad de los amaneceres limpios,
a las chispas de luz
que brillan intermitentes en la lejanía
como aviones de papel que buscan
unas manos donde al fin existir.
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