martes, 1 de septiembre de 2020

 

DESDE LA SOMBRA, Juan José Millás

 



 

No hallo en esta novela eso que otros ven: una soterrada crítica al neocapitalismo campante. Si lo hay, es algo colateral en una obra en la que prima un sabio tratamiento humorístico de las situaciones extrañas y absurdas. La literatura de J. J. Millás es diferente, como lo son sus sorprendentes articuentos y sus diversas colaboraciones periodísticas, llenas de perspicaces hallazgos. Guía su prosa un ritmo narrativo envidiable y unos diálogos chispeantes, un imprevisible desenlace y sabrosos comentarios que hacen disfrutar a sus fieles  lectores. Y eso he sentido yo leyendo esta novela: placer, a pesar de su extrañeza argumental.

Damián Lobo, el protagonista de Desde la sombra, es un personaje proteico que recorre su particular descenso a los infiernos desde el momento en que le despiden del trabajo. El acierto de esta novela radica en la creación del extraño mundo interior de este personaje inadaptado, que tiene la cualidad de comunicarse con el exterior  –es decir, con esos entes de ficción que él mismo crea en su cerebro–. Damián Lobo, tras su despido como responsable de mantenimiento y otras chapuzas, comete el desliz de robar un pisacorbatas en un mercadillo. Sorprendido por un guarda jurado, se esconde dentro de un armario antiguo, que acaba siendo trasladado al chalé de Fede y Lucía, una pareja que vive en el engaño de la fingida felicidad y que mantiene una difícil relación con una hija algo anoréxica­.

         Colocado el armario en la habitación de matrimonio justo delante de otro empotrado, Damián decide vivir escondido en ese habitáculo. A partir de este momento, Damián se comunica con O’Kean, un presentador showman algo procaz, con quien conversa en directo en un programa que, con cada intervención de Damián, adquiere más audiencia. Luego, aburrido de tanta vulgaridad, participa en un programa de Iñaki Gabilondo en Canal+. Finalmente, crea un tercer ente de ficción, un periodista híbrido, Iñaki O’Kean, alguien que reúne las mejores cualidades de los dos anteriores.

         Damián se convierte en el Mayordomo Fantasma, en una presencia bienhechora que Lucía siente en su hogar, un fantasma que, mientras todos se ausentan, se compadece y recoge la casa, desliza humorísticos comentarios y participa, desde el ordenador de la hija, en un chat especializado en apariciones y fantasmas. Y es ahí cuando conecta con Lucía, quien sospecha de esta presencia. Por no desvelar el inesperado desenlace de la novela, apuntaré tan sólo que  los diálogos que Damián mantiene con sus entrevistadores adquieren creciente interés, igual que los pormenores que comenta cuando Fede, deshonesto y vulgar, consuma una infidelidad en ausencia de Lucía. La venganza que organiza Damián provoca el magnífico desenlace de una novela que se lee de un soplo, porque tiene la medida justa, no más de doscientas páginas que se leen con sumo gusto, sin que el lector llegue a pensar que sobran páginas.

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