domingo, 15 de marzo de 2020









           IO CHE AMO SOLO TE,  

Chiara Civello-Chico Buarque





LA VIDA QUE ESPERÁBAMOS,  
Miguel Sánchez Robles





Querido Miguel:

Leí tu libro con el entusiasmo de un joven que descubre en los poemas un mundo que arde, un mundo rebosante de imágenes hermosas y sorprendentes. Iba anotando ideas, subrayando versos, componiendo la más bella y acertada reseña que yo podía escribir sobre tu poesía, sobre tu originalísima escritura que en varias ocasiones he elogiado con tanta alegría. Pero no sé cómo, trasteando un Ipad regalado, borré el archivo en el que explicaba las maravillas de La vida que esperábamos. Y me cabreé como un niño. Luego miré por la ventana de mi casa que da al río de vivir, y sonreí. Ahora, en el silencio total de esta mañana de domingo, he decidido escribirte esta carta que no sé dónde me lleva.
         No quiero pensar que fue una travesura de los duendes, envidiosos por el panegírico que estaba redactando, pero lo cierto es que por arte de birlibirloque mi texto desapareció de la pantalla del maldito Ipad (ya no volveré a tocar ese bicho), y de inmediato afloró una angustia, que dio paso a un consuelo inesperado y sanador. Mientras escuchaba una música de Chiara Civello y Chico Buarque que me emocionaba, pensé que tu libro, sabiamente estructurado, analiza al hombre que vive el presente (“Todos nosotros”), al se adentra en la niebla (“Resistencia al espanto”) y al que se acerca a la muerte y se resiste a no vivir (“El mundo ha comenzado a ser ceniza”). Tú, que eres experto en amapolas y corazones, bien lo expresas: “Mirar hacia el pasado es mi futuro”.
         Me entretuve, querido Miguel, en el análisis del primer poema, “Europa después de haber llovido”, y avanzaba pletórico en la disección de tus versos, en el gozo privado de saborear e interpretar tantas bellas imágenes (“Adoro las piscinas con forma de riñón”), en las anáforas tan sabiamente dispuestas, en las metáforas, en las hermosas comparaciones (“como el temblor de un pájaro con fiebre”). No sé por qué, pero pensé que ya no quedan filólogos que tengan tiempo para explicar tus poesías, aunque tu poesía se explica por sí misma, con la emoción que rezuma. Ya ves, Miguel, quedan pocos profesores que se conviertan en proselitistas de tu obra, porque están atrapados en un canon trasnochado que los lleva a proclamar una y otra vez las mismas palabras, absorbidos por una rutina de exámenes, de lecturas repetidas, perdidos en un universo textual donde falta la autenticidad. Mientras tanto tu poesía crece libre en una dimensión social (ya lo vimos en tu extraordinario La sucia piel del mundo) y en un concepto del sentimiento cada vez más radicalmente humano, lleno de compasión por el hombre y su finitud.
         Tienes que comprender, Miguel, que me encantaría analizar tu obra en profundidad, ser el hermeneuta que se abandona en tus textos, pero yo también estoy en el camino y dispongo de poco tiempo y de escasa luz para “alumbrar” tus hermosos escritos. Pero sé, como sé que esta mañana de domingo es hermosa y azul, que quien ponga sus ojos en tus poemas nunca se arrepentirá, saldrá renovado. Por ejemplo, podría empezar a leer y paladear estas palabras: “La vida es esa cosa silenciosa / que yo intuyo en tu piel cuando te pienso”; “Llorar porque vivir es no volver”; “Después de haber vivido, / hay pájaros de fuego / ahogados en el alma”.
Aunque admiro tu libertad creadora, plena de aciertos estilísticos, del poema que abre el libro, “Europa después de haber llovido”, quiero reproducir otros más contenidos, pero igualmente extraordinarios:

MIENTRAS QUE CAE LA LLUVIA

Mirar hacia el pasado es mi futuro.
Desde que el Tiempo es mío
y habito en su nostalgia,
soy un barco de fuego amarrado a tu espera,
un triste profesor que vive solo,
ata su corazón a una amapola
y lo mira despacio mientras que cae la lluvia.

LA VIDA QUE ESPERÁBAMOS

Dicen que el mundo entero
ha comenzado a ser ceniza,
pero hoy hace sol,
es domingo en las flores de todas las iglesias,
la luz es muy hermosa,
el aire huele a limpio
y da gusto estar vivo.

No sé si esta es o no
la vida que esperábamos.
Pero es muy probable
que sí sea el lugar.

Gracias, Miguel.

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