“Como el
viento en la noche”, Antes del nombre,
Eloy Sánchez Rosillo
SIENDO
tan sólo lo que soy, un hombre,
y no el
viento nocturno,
y
estando aquí, tan para siempre lejos,
acudo
–no sé cómo– ciertas noches de luna,
igual
que el viento, buen hermano suyo,
hasta
donde se alza la vieja acacia aquella,
es
decir, a mi infancia. Y allí sigue,
esbelta,
misteriosa y solitaria,
en
abandono triste, irremediable,
perdida
en el inmenso silencio de los campos
junto al
deshabitado caserón.
Me
acerco a ella en la noche como si fuera el viento,
la miro
desde arriba y me enredo en sus ramas,
la hago
sonar,
divago
por su copa, y luego me remanso
al lado
de los pájaros que duermen.
Puedo
ver cómo fluye entre sus hojas
la
delicada luz que desde el cielo cae:
agua de
luna pura,
agua de
estrellas de madrugada.
Aquí me
tienes, vieja amiga, no es
el
viento el que ha venido,
soy yo,
Eloy, aquel de entonces,
que
ahora vuelve, ya con el pelo blanco,
a darte
compañía;
alrededor
de ti giro muy lentamente,
y
seguiré contigo, para que no estés sola,
hasta
que empiece a despuntar el alba.
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