lunes, 17 de febrero de 2020




“Como el viento en la noche”, Antes del nombre,
Eloy Sánchez Rosillo

SIENDO tan sólo lo que soy, un hombre,
y no el viento nocturno,
y estando aquí, tan para siempre lejos,
acudo –no sé cómo– ciertas noches de luna,
igual que el viento, buen hermano suyo,
hasta donde se alza la vieja acacia aquella,
es decir, a mi infancia. Y allí sigue,
esbelta, misteriosa y solitaria,
en abandono triste, irremediable,
perdida en el inmenso silencio de los campos
junto al deshabitado caserón.
Me acerco a ella en la noche como si fuera el viento,
la miro desde arriba y me enredo en sus ramas,
la hago sonar,
divago por su copa, y luego me remanso
al lado de los pájaros que duermen.
Puedo ver cómo fluye entre sus hojas
la delicada luz que desde el cielo cae:
agua de luna pura,
agua de estrellas de madrugada.
Aquí me tienes, vieja amiga, no es
el viento el que ha venido,
soy yo, Eloy, aquel de entonces,
que ahora vuelve, ya con el pelo blanco,
a darte compañía;
alrededor de ti giro muy lentamente,
y seguiré contigo, para que no estés sola,
hasta que empiece a despuntar el alba.

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