SIDI, Arturo Pérez-Reverte
Después de dar cuenta de dos ensayos en
esta bitácora de lecturas, comento ahora un libro de aventuras, una lectura
obligada para los amantes de la acción, un libro que, junto con Lluvia fina de Luis Landero, la crítica
ha considerado uno de los mejores de la cosecha editorial de 2019.
Sidi es mucho más que la libre recreación
que de Ruy Vivar hace el escritor Arturo Pérez-Reverte. Esta novela es una
fidelísima reconstrucción de las luchas que se produjeron durante mucho tiempo en
las inestables fronteras medievales. Es un preciso marco histórico para conocer
los frágiles equilibrios entre las taifas musulmanas y los reinos de Castilla,
Aragón y el Conde de Barcelona. Sidi también
es una magnífica reconstrucción verbal, una exhibición de cómo a través de la exactitud
léxica se puede aportar credibilidad a una obra, pues son relevantes los campos
semánticos referidos a la caballería (arzón, belmez/velmez, almohazar un
caballo, algara…), al ámbito bélico (aceifa, algara, rebenque…) y al religioso
y político (rezos en latín, alfaquí, estameña…). Sidi
es asimismo la constatación de la defensa de unos valores: la lealtad de Sidi a
su señor, el rey Alfonso VI de Castilla, a pesar de las desavenencias que
mantiene con él por las injustas razones que le llevaron al exilio; el valor de
la amistad, sobre todo de Ruy Vivar (posteriormente conocido como Sidi en
tierras musulmanas) con su lugarteniente Minaya, con el rais Yaqub o el rey de
Zaragoza Mutamán; el valor de ser diferente, ejemplificado en Raxida, la
hermana viuda de Mutamán, una mujer atractiva que admira al Sidi y a quien
desvela con sutileza su inteligencia y su afán de ser una viuda libre, algo que
nos recuerda al personaje femenino de El
Quijote, Marcela, quien reivindica su derecho de no amar a nadie para ser
una mujer libre.
Con
Sidi Pérez-Reverte reconstruye un fresco
muy creíble de la vida en las fronteras medievales. Y esta entretenida novela
itinerante lo consigue con un lenguaje cuidado, con unos diálogos amenos y profundos
sobre el sentido de la guerra y de la vida (léase con atención la conversación
que mantiene Sidi con el rey de Zaragoza, con Raxida y con Minaya).
En suma, la
vida de este Sidi difiere de la que los
anónimos juglares sorianos recitaban por las plazas de los pueblos hasta que un
copista, Per Abbat, la recogió por escrito para gozo de sus lectores. La novela
de Pérez-Reverte se adentra sobre todo en las tensiones políticas, históricas y
bélicas –descritas con mucho detallismo–, y las plasmas con tanta verosimilitud
que parece exigir una versión cinematográfica. Al final, cuando se precipita la
acción de los hechos, tenemos la sensación de que la vida de Ruy Vivar ha sido
la propia de un mercenario, de un hombre de frontera que ha mantenido sus lealtades
y que ha sido consciente de que en plena vida se pertenece a la muerte, una
actitud vital en consonancia con su lema: “Que me odien, pero que me teman”.
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