viernes, 15 de noviembre de 2019









VETAS PROFUNDAS, Fernando Aramburu




Del mismo modo que los comentarios que Fernando Aramburu realiza de los poemas de este libro no anhelan ser considerados textos modélicos de crítica literaria (no es esta su pretensión), tampoco aspiro a que esta breve reseña dé completa idea de la riqueza del análisis juicioso del autor vasco. Publicados como artículos por entregas en un periódico, cada uno de los capítulos de este libro, reunidos como una antología personal, forman parte de un ramillete de poemas que a Aramburu le son esenciales para explicar qué entiende por poesía. Y podremos discrepar de si los poemas que escoge coinciden con nuestro corpus de preferidos, podremos echar en falta la presencia de algunos autores, pero es cierto que el autor ha intentado que cada poema elegido haya supuesto una revelación poética en su vida y, a ser posible,  lo sea en la de los lectores. Este libro es, en esencia, el resultado de la experiencia lectora de su autor.
         No pretende Aramburu ahondar en el conocimiento literario del poema provisto de una artillería filológica. Considera, como quien esto escribe, que el acercamiento a la poesía debe suponer una Lectura Experiencial, emotiva y, en esencia, transformadora. En modo alguno, debe ser una Lectura Literaria, que utilice el poema como pretexto para “enseñar” conocimientos sobre Literatura
         Otra cuestión no menor es qué significa “lo poético”. Desde hace mucho tiempo sostengo que la poesía excede los estrechos límites de un poema, que vive en los paisajes, en cierta música, en las miradas, en esos instantes de plenitud que solo son captados por esas personas que “se sienten o viven como poetas”,  porque son capaces de captar esos momentos y compartirlos. La poesía -y lo poético- vendría a ser algo así como una frágil burbuja llena de emociones que desde el Yo del creador busca un Tú receptor, consciente de que solo aquello que se sintió con emoción quizá pueda ser recibido también, a pesar de las interferencias que pueden destruirla. Esta concepción poética que aúna emoción, verdad y belleza arranca de Pedro Salinas, se haya en Philip Larkin y se encuentra certeramente explicada en la conversación que Fernando Aramburu mantuvo con Antonio Lucas en la Fundación Juan March, cuyo enlace dejo aquí: 
Entre los muchos poemas que comenta, recomiendo los siguientes: “Agua de mayo”,  de Eloy Sánchez Rosillo, por el asombro que transmite ante la contemplación del campo desde el tren; el de Álvaro Valverde, porque mantiene viva la visión encomiástica de la figura del padre (“Entonces la muerte/4”); la sencillez de “Nada más”, un delicado poema de José Agustín Goytisolo; y el de Rafael Morales (“Soneto triste para mi última chaqueta”), un poeta que influyó en Aramburu en sus años iniciales de formación, más por el ejemplo que su persona supuso (aprendió de él que se es poeta aunque transitoriamente no se escriban versos) que por la obra de este escritor, para mí también muy interesante; en Lorca advierte ese don infrecuente para expresar lo poético y elige “Alma ausente”.

         Esto comentario mío no es una crítica al uso, sino más bien unas breves palabras para invitar al lector a la lectura de este libro.

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