martes, 2 de julio de 2019





BLUEBIRD, Alexis Ffrench





NOTICIAS FELICES EN AVIONES DE PAPEL,  
Juan Marsé





Hacía años que no leía una novela de Juan Marsé. Congelado en mi memoria, permanecía intacto el recuerdo de gratitud tras la lectura de Últimas tardes con Teresa y El embrujo de Sanghai. Luego, la vida, como la lectura de los libros, es muy difícil de prever y lo mejor es dejarse llevar por lo que acontece. Así las cosas, me tropecé con este libro en el mostrador de una biblioteca pública. Lo conocía, había leído alguna reseña en esos suplementos culturales que se venden en los periódicos que casi nadie compra (¡qué pena!, ¿qué está pasando?, ¿por qué mienten tanto aquellos que aseguran que los leen en internet cuando la mayoría de las veces no es verdad?). Estaba en la biblioteca, decía, y el título del libro me llamó. ¡Qué alejandrino más hermoso para un poema emotivo!: “noticias felices en aviones de papel”. Y esto es lo que esta breve novela es: una obra conmovedora.
         Una vez más la lucha entre la realidad y el deseo, entre la verdad y lo soñado, entre el dolor y la imposible alegría. Hanna Pauwlikowska, una joven bailarina que huye del gueto de Varsovia, acaba en Barcelona tras un itinerario vital pleno de exilios. Ella es ahora Pauli, una anciana que vive en la calle Congost, justo encima de Ruth, una mujer separada de un hombre atrapado todavía en el infantilismo hippy. El señor Raciocinio –¡menuda ironía!– es el padre de Bruno, un joven que trabaja en una panadería y que acaba siendo el personaje que más tiempo comparte con Pauli.
         Pauli comienza a echar aviones de papel a la calle con mensajes positivos subrayados en rojo. La situación se se agrava cuando la anciana comienza a tirar madgalenas y comida para los niños harapientos del gueto de Varsovia. Su recuerdo suplanta la realidad y la protagonista se adentra en la locura y en el dolor.
         La imagen final de la novela es conmovedora: Bruno tiene que obedecer la absurda decisión de Pauli, seguirle el juego para que viva en esa mentira que la hace feliz. Por eso Bruno debe cumplir con el último deseo de la anciana: bajar un paraguas para proteger a unos niños inexistentes, mientras ella lanza desde el balcón un chal mojado por la lluvia para protegerlos.
         Da gusto dejarse llevar por la lectura de esta novelita y advertir, si es posible, su sabiduría compositiva.


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