BLUEBIRD, Alexis Ffrench
NOTICIAS
FELICES EN AVIONES DE PAPEL,
Juan
Marsé
Hacía años que no leía una novela de Juan Marsé.
Congelado en mi memoria, permanecía intacto el recuerdo de gratitud tras la
lectura de Últimas tardes con Teresa
y El embrujo de Sanghai. Luego, la
vida, como la lectura de los libros, es muy difícil de prever y lo mejor es
dejarse llevar por lo que acontece. Así las cosas, me tropecé con este libro en
el mostrador de una biblioteca pública. Lo conocía, había leído alguna reseña
en esos suplementos culturales que se venden en los periódicos que casi nadie
compra (¡qué pena!, ¿qué está pasando?, ¿por qué mienten tanto aquellos que
aseguran que los leen en internet cuando la mayoría de las veces no es
verdad?). Estaba en la biblioteca, decía, y el título del libro me llamó. ¡Qué
alejandrino más hermoso para un poema emotivo!: “noticias felices en aviones de
papel”. Y esto es lo que esta breve novela es:
una obra conmovedora.
Una
vez más la lucha entre la realidad y el deseo, entre la verdad y lo soñado,
entre el dolor y la imposible alegría. Hanna Pauwlikowska, una joven bailarina
que huye del gueto de Varsovia, acaba en Barcelona tras un itinerario vital pleno
de exilios. Ella es ahora Pauli, una anciana que vive en la calle Congost,
justo encima de Ruth, una mujer separada de un hombre atrapado todavía en el
infantilismo hippy. El señor Raciocinio –¡menuda ironía!– es el padre de Bruno,
un joven que trabaja en una panadería y que acaba siendo el personaje que más
tiempo comparte con Pauli.
Pauli
comienza a echar aviones de papel a la calle con mensajes positivos subrayados
en rojo. La situación se se agrava cuando la anciana comienza a tirar madgalenas
y comida para los niños harapientos del gueto de Varsovia. Su recuerdo suplanta
la realidad y la protagonista se adentra en la locura y en el dolor.
La
imagen final de la novela es conmovedora: Bruno tiene que obedecer la absurda
decisión de Pauli, seguirle el juego para que viva en esa mentira que la hace
feliz. Por eso Bruno debe cumplir con el último deseo de la anciana: bajar
un paraguas para proteger a unos niños inexistentes, mientras ella lanza desde
el balcón un chal mojado por la lluvia para protegerlos.
Da
gusto dejarse llevar por la lectura de esta novelita y advertir, si es posible,
su sabiduría compositiva.
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