ADOLESCENTE,
Ennio Morricone
CONSONANTE
MATERIA,
Juan
Ramón Torregrosa
Conocí antes al antólogo
que componía libros para Vicens Vives que al hombre y poeta que escribe versos
tan –¿cómo diría yo?– delicados y de aparente sencillez. Aquella antología (Las cuatro estaciones, por ejemplo)
estaba organizada temáticamente por el ciclo de los días, de la vida, por las
estaciones. Y eso mismo es lo que sucede en este libro que paso a comentar: Consonante materia. Evidentemente, tan significativo título no
tiene nada que ver con la fonética, sino más bien con la consonancia, es decir,
con la armonía entre los sonidos, o para ser más exactos, la armonía entre el
hombre y el mundo.
Ya
dejé escrito en este blog que me gustó su libro anterior (Concierto de contrarios). Este que
nos ocupa es un libro peculiar, en el que el tema clave es la naturaleza, la
lenta contemplación de una naturaleza captada por la mirada sensitiva de un poeta
que selecciona muy bien qué elementos deben estar en cada una de las partes de
su poemario. Así, los lirios, las abejas, las hormigas, seres cuya existencia
embellecen la nuestra encuentran su hueco en este libro:
ROJOS tan densos,
vanos y embriagadores,
tus ojos nunca vieron.
Y no es vino.
Y
no es sangre.
Las amapolas
cubriendo el campo.
La
afectiva contemplación del mundo lleva al poeta a conferir al objeto de su
contemplación vida propia. Así cobran sentido las reiteradas prosopopeyas
presentes en tantos poemas:
EL viento crea
olas,
impulsa velas.
Agita árboles,
derriba frutos.
El viento que no para,
travieso como un niño.
Se
diría que el poeta guardamarenco es también fiel a su pequeño mundo
mediterráneo:
De viaje o de regreso,
adulto o niño,
espejo de tus sueños y tus días
ahora y siempre,
las salinas.
En
ocasiones, advertimos que esa aparente sencillez se sostiene en innúmeras
lecturas. Entonces, nuestra tradición regresa actualizada. Una propuesta que
merece elogio, sobre todo tras leer el siguiente romancillo:
EN mayo y no están
los campos en flor.
¿Canta la calandria?
No la escucho, no,
ni sé si responde
ciego el ruiseñor.
[…]
Y
otro ejemplo, de final sorpresivo, nos evoca recuerdos del poeta romántico por
excelencia:
DEL claro cielo azul
al nido en el alero,
vienen y van
las
golondrinas.
Manchan el suelo limpio
sus excrementos.
Decía
Lope de Vega que la poesía es pintura de los oídos, como la pintura poesía de
los ojos. De ahí que las delicadas sinestesias, la sutil captación colorista de
los instantes sean tan sugerentes como los trazos leves del pincel en una acuarela.
Y como colofón se halla el tema metapoético de la imposibilidad de la palabra
para expresar tanta belleza.
LA rosa, el lirio, el delicado
pensamiento, el clavel.
El dompedro, el geranio.
La glicinia, la flor
del cerezo, el jazmín.
Cómo pintar
con palabras su encanto.
Quizá
en el paraíso imaginado no exista el tiempo y quizá sea sensato reconocer la vanidad
de luchar contra su ritmo inexorable. Estas ideas tal vez se desprendan del
siguiente poema:
ANTES de los relojes
el tiempo lo era todo
y era nada:
el
latir
de un corazón,
el trino de las aves,
el aire respirado.
El mundo y tú,
antes de los relojes.
Desde
un punto de vista estructural, el poemario se organiza en cuatro partes, como
el tiempo de las estaciones. Esta sencilla fórmula permite al poeta organizar
sus versos con una lógica también temática: existe una consonancia entre
realidad y estado de ánimo. Además, el último poema de cada parte es un avance
de la siguiente estación vital y temática, como si supiera el poeta que no
existe la brusquedad en el paso del tiempo y todo llega de sutil manera.
Los
recursos literarios son los requeridos a una estética del despojamiento y de la
delicada sugerencia: el adjetivo preciso es un ejemplo de cómo usarlo cuando
su presencia es incuestionable; las metáforas referidas a la naturaleza son
bellas (incluso hay poemas-imagen); y las prosopopeyas coadyuvan también a
crear y recrear ese mundo animado de la naturaleza.
Las
cuestiones métricas no son menos importantes: abundan los encabalgamientos, hay
un uso preferente del verso corto que se adelgaza sin llegar al haiku; y
sorprende en el conjunto un poema extenso, con la forma métrica de la lira, y
una rima asonante en los versos endecasílabos:
(Noviembre)
[…]
De día y por las noches
su existir en nosotros no se apaga.
Como una sombra asida
a nuestros pensamientos,
el eco de su amor nos acompaña.
Así también un día
el incesante afán que ahora somos,
el fuego que nos mueve
y cuando hemos amado
sombra serán en la memoria de otros.
Tienen
los pomas de JR Torregrosa algo de haikú ampliado, tanto por su mínima
extensión como por esa levedad que hace que forma y contenido entren sutilmente
en la zona emocional del lector. “Dibujan
en el cielo con sus alas” es un ejemplo
de esos poemas que parecen un suspiro íntimo, formas delicadas como nubes o
globos de helio a punto de levitar:
DIBUJAN en el cielo con sus alas
negras ondulaciones
los estorninos.
Caligrafía
china,
fugaz
haiku
en movimiento.
Para
estar en comunión (diría consonancia) con el mundo, convendría leer Consonante materia preferentemente en la
calle, en un parque, en un paseo marítimo, en una silenciosa cafetería con
vistas a un cielo limpio, e ir saboreando un poco de vida y una tapa de poema,
o viceversa.
La glosa de una obra literaria es ella misma otra obra literaria, como las gustosas críticas de Borges de los clásicos. El objetivo no es la recreación de la forma, o su análisis estructural sino el saber extraer de esa forma la emoción, la expresión. Y eso Montesinos lo hace con Torregrosa. "Consonante Materia" es un condensado tratado de la naturaleza hecha leve logos.
ResponderEliminarMuchas gracias por tus amables palabras. Un saludo cordial para ti.
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