domingo, 2 de junio de 2019




ADOLESCENTE, Ennio Morricone







CONSONANTE MATERIA,
Juan Ramón Torregrosa





Conocí antes al antólogo que componía libros para Vicens Vives que al hombre y poeta que escribe versos tan –¿cómo diría yo?– delicados y de aparente sencillez. Aquella antología (Las cuatro estaciones, por ejemplo) estaba organizada temáticamente por el ciclo de los días, de la vida, por las estaciones. Y eso mismo es lo que sucede en este libro que paso a comentar: Consonante materia.  Evidentemente, tan significativo título no tiene nada que ver con la fonética, sino más bien con la consonancia, es decir, con la armonía entre los sonidos, o para ser más exactos, la armonía entre el hombre y el mundo.

       Ya dejé escrito en este blog que me gustó su libro anterior (Concierto de contrarios). Este que nos ocupa es un libro peculiar, en el que el tema clave es la naturaleza, la lenta contemplación de una naturaleza captada por la mirada sensitiva de un poeta que selecciona muy bien qué elementos deben estar en cada una de las partes de su poemario. Así, los lirios, las abejas, las hormigas, seres cuya existencia embellecen la nuestra encuentran su hueco en este libro:

ROJOS tan densos,
vanos y embriagadores,
tus ojos nunca vieron.

Y no es vino.
                     Y no es sangre.
Las amapolas
cubriendo el campo.

       La afectiva contemplación del mundo lleva al poeta a conferir al objeto de su contemplación vida propia. Así cobran sentido las reiteradas prosopopeyas presentes en tantos poemas:

EL viento crea
olas,
         impulsa velas.

Agita árboles,
derriba frutos.

El viento que no para,
travieso como un niño.

       Se diría que el poeta guardamarenco es también fiel a su pequeño mundo mediterráneo:

De viaje o de regreso,
adulto o niño,
espejo de tus sueños y tus días
ahora y siempre,
                        las salinas.

       En ocasiones, advertimos que esa aparente sencillez se sostiene en innúmeras lecturas. Entonces, nuestra tradición regresa actualizada. Una propuesta que merece elogio, sobre todo tras leer el siguiente romancillo:

EN mayo y no están
los campos en flor.

¿Canta la calandria?
No la escucho, no,
ni sé si responde
ciego el ruiseñor.
[…]

       Y otro ejemplo, de final sorpresivo, nos evoca recuerdos del poeta romántico por excelencia:

DEL claro cielo azul
al nido en el alero,
vienen y van
                     las golondrinas.

Manchan el suelo limpio
sus excrementos.

       Decía Lope de Vega que la poesía es pintura de los oídos, como la pintura poesía de los ojos. De ahí que las delicadas sinestesias, la sutil captación colorista de los instantes sean tan sugerentes como los trazos leves del pincel en una acuarela. Y como colofón se halla el tema metapoético de la imposibilidad de la palabra para expresar tanta belleza.

LA rosa, el lirio, el delicado
pensamiento, el clavel.

El dompedro, el geranio.

La glicinia, la flor
del cerezo, el jazmín.

Cómo pintar
con palabras su encanto.


       Quizá en el paraíso imaginado no exista el tiempo y quizá sea sensato reconocer la vanidad de luchar contra su ritmo inexorable. Estas ideas tal vez se desprendan del siguiente poema:

ANTES de los relojes
el tiempo lo era todo
y era nada:
                     el latir
de un corazón,
el trino de las aves,
el aire respirado.

El mundo y tú,
antes de los relojes.

       Desde un punto de vista estructural, el poemario se organiza en cuatro partes, como el tiempo de las estaciones. Esta sencilla fórmula permite al poeta organizar sus versos con una lógica también temática: existe una consonancia entre realidad y estado de ánimo. Además, el último poema de cada parte es un avance de la siguiente estación vital y temática, como si supiera el poeta que no existe la brusquedad en el paso del tiempo y todo llega de sutil manera.
       Los recursos literarios son los requeridos a una estética del despojamiento y de la delicada sugerencia: el adjetivo preciso es un ejemplo de cómo usarlo cuando su presencia es incuestionable; las metáforas referidas a la naturaleza son bellas (incluso hay poemas-imagen); y las prosopopeyas coadyuvan también a crear y recrear ese mundo animado de la naturaleza.
       Las cuestiones métricas no son menos importantes: abundan los encabalgamientos, hay un uso preferente del verso corto que se adelgaza sin llegar al haiku; y sorprende en el conjunto un poema extenso, con la forma métrica de la lira, y una rima asonante en los versos endecasílabos:

(Noviembre)
[…]

De día y por las noches
su existir en nosotros no se apaga.
Como una sombra asida
a nuestros pensamientos,
el eco de su amor nos acompaña.

Así también un día
el incesante afán que ahora somos,
el fuego que nos mueve
y cuando hemos amado
sombra serán en la memoria de otros.
                    
       Tienen los pomas de JR Torregrosa algo de haikú ampliado, tanto por su mínima extensión como por esa levedad que hace que forma y contenido entren sutilmente en la zona emocional del lector.  “Dibujan en el cielo con sus alas”  es un ejemplo de esos poemas que parecen un suspiro íntimo, formas delicadas como nubes o globos de helio a punto de levitar:

DIBUJAN en el cielo con sus alas
negras ondulaciones
los estorninos.

Caligrafía
china,
              fugaz haiku
en movimiento.

       Para estar en comunión (diría consonancia) con el mundo, convendría leer Consonante materia preferentemente en la calle, en un parque, en un paseo marítimo, en una silenciosa cafetería con vistas a un cielo limpio, e ir saboreando un poco de vida y una tapa de poema, o viceversa.

2 comentarios:

  1. La glosa de una obra literaria es ella misma otra obra literaria, como las gustosas críticas de Borges de los clásicos. El objetivo no es la recreación de la forma, o su análisis estructural sino el saber extraer de esa forma la emoción, la expresión. Y eso Montesinos lo hace con Torregrosa. "Consonante Materia" es un condensado tratado de la naturaleza hecha leve logos.

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  2. Muchas gracias por tus amables palabras. Un saludo cordial para ti.

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