jueves, 1 de noviembre de 2018






ALICIA EN EL PAÍS DE LAS MARAVILLAS, Lewis Carroll
¿Qué es un clásico? ¿En qué consiste el placer de leer –o releer, en este caso– un libro que se ha mantenido vivo durante tanto tiempo? ¿Puede formar parte esta novela de un corpus de lecturas apto para jóvenes? El espacio mágico, subterráneo, el descenso al mundo de la imaginación, las imágenes mil y una veces admiradas en álbumes ilustrados, las versiones en cuentos infantiles, todo ese bagaje previo no reduce, sin embargo, la fascinación por las situaciones y los diálogos disparatados, genuinos del nonsense inglés, que tanta influencia posterior ha ejercido en muchos escritores –recuerdo ahora  Rayuela, de Cortázar–. La interpretaciones y las posibilidades didácticas y multidisciplinares de la novela son muchas, pero el placer de leer este clásico queda, tras mi nueva lectura, en entredicho, a tenor de los libros que actualmente leen los jóvenes.
      El viaje de Alicia, tras quedarse dormida, es un sueño, una historia fascinante que todos conocemos al mismo tiempo en que ella vive momentos de alegría y desesperación. Despierta confusa, después de haber oído la sentencia de una reina de naipe: “¡Que le corten la cabeza! –chilló a pleno pulmón la Reina. Nadie se movió…” (p. 117).
      El sueño es un manido recurso para cerrar historias. Pero qué joven está dispuesto hoy a soñar al abrir las páginas de Alicia en el País de las Maravillas y dejarse seducir por una historia de imposibles, por una fábula donde los animales cobran vida y actúan de manera ilógica, con diálogos a veces surrealistas. En esta excesiva oferta de títulos que tenemos hay mucho donde elegir. Mi duda es, por ahora, la única certeza.

No hay comentarios:

Publicar un comentario