EL ARTE DE
LA FRAGILIDAD, Alessandro D’Avenia
[Cómo
la poesía te puede salvar la vida]
En este ensayo, Alessandro
D’Avenia reflexiona sobre la importancia de la poesía en la vida del hombre, y
lo hace con dos propósitos: por un lado, escribe una carta de gratitud al poeta
de Recanati, Giacomo Leopardo (en realidad es un recorrido sobre la vida y la
obra de este amante de la cultura y la naturaleza); y, por otro, utiliza el
magisterio intelectual de este escritor para orientar a los jóvenes que se
siente perdidos en este mundo de vanas posesiones, adolescentes alejados de los
valores esenciales que siguen perviviendo en la poesía. Hay reiteradas
explicaciones sobre la fértil turbulencia creativa que puede llegar a ser la
adolescencia: “La energía de un adolescente está llamada a crear y (…) lo que
cuenta es el proceso creativo, no el éxito, como tendemos, con frecuencia, a
creer” (p. 99).
Para el autor de este ensayo, Leopardi le salvó la vida cuando a los
diecisiete años asumió con determinación escuchar la llamada de su vocación:
ser profesor para compartir con sus alumnos el fuego de la creación y los
valores esenciales y sencillos que hacen crecer al hombre. Y esto es lo que
este libro ofrece: una invitación para que cada ser humano encuentre “esas
pasiones felices” que guiarán su vida y la llenarán de sentido. El itinerario
biográfico y literario de Leopardo le sirve de guía. Para ello reproduce algunos
de sus poemas recogidos en los Cantos,
copia fragmentos de su diario Zibaldone,
refiere su interés por la astronomía y la soledad, y añade algunas cartas que
dirigió a Pietro Giordani, como la siguiente: “La naturaleza (…) primero te
hace poeta y luego, con el enfriarse de los años, te concede la madurez y la
ponderación necesarias para la prosa” (p. 33). Leopardi “nos recuerda que hay
un ‘afuera’ y que está compuesto de cosas como el cielo, los árboles, los
tejados, las montañas, los sonidos… el infinito que hierve en los límites” (p.
54).
No estamos sobrados de libros en los que se defiendan los valores
universales que emanan de la cultura y especialmente de la poesía. Que este
libro haya sido uno de los más vendidos en Italia insufla esperanza y nos reafirma
en que es necesario acercar el legado de los grandes poetas a la inmensa
mayoría de lectores, fundamentalmente a esos jóvenes que están perdidos en la
niebla y enfrentados al mundo con sus “pasiones infelices”. Lo realmente
importante es que, aunque en algún momento el discurso pueda considerarse
reiterativo y vacuo –por una manida alusión a temas comunes–, esta obra tiene el mérito no sólo de reivindicar la figura de G. Leopardi como
guía sapiencial y emocional para los jóvenes, sino sobre todo de considerar su
poesía como un instrumento transformador de la juventud necesitada de nobles
valores: la pasión, la fe en la naturaleza, la búsqueda de la verdad, de la
belleza, de la bondad, de un sentido en el mundo, etc. Por eso reivindica el
taller de poesía para que los jóvenes redescubran el asombro y sean capaces de
ver más allá de la realidad aparente, porque en el fondo vivir, vienen a
decirnos el autor, es luchar por defender la belleza de las cosas frágiles.
A continuación reproduzco algunas citas que he subrayado durante mi lectura:
“De la lectura de un trozo de
auténtica poesía, ya sea en verso o en prosa, se puede decir lo mismo que decía
Sterne de una sonrisa: que añade un hilo al brevísimo tejido de nuestra vida”
(p. 9. G. Leopardi, Zibaldone).
“¿Adónde tiende este vagar mío,
tan breve?” (p. 9. G. Leopardi, Cantos).
“La mayor felicidad posible
para un hombre, en este mundo, se produce cuando él vive serenamente su
condición, con la esperanza calma y segura de que el futuro será mejor” (p. 37.
G. Leopardi, Zibaldone).
“Solo se mantienen vivos hasta
la hora de su muerte aquellos que han seguido siendo niños toda su vida” (p.
60. G. Leopardi, Carta a Pietro Giordani).
“Yo tengo esperanza cada vez
que el perfil de una montaña se recorta nítidamente contra el cielo y todas las
veces en que una sonrisa ilumina un rostro, transformando sus rasgos”
(Alessandro D’Avenia, p. 64) .
Este es quizá el poema más
conocido de Leopardi. Parece decirnos que no puede existir el infinito sin el
seto, como no puede existir el seto sin el infinito…
Canto
XII. El infinito, Giacomo
Leopardi (1798-1837)
Siempre
caro me fue este yermo collado
y este seto
que priva a la mirada
de
tanto espacio del último horizonte.
Mas
sentado, contemplando, imagino
más
allá de él espacios sin fin,
y
sobrehumanos silencios; y una quietud hondísima
me
oculta el pensamiento.
Tanta
que casi el corazón se espanta.
Y como
oigo expirar el viento en la espesura
voy
comparando ese infinito silencio
con
esta voz: y pienso en lo eterno,
y en
las estaciones muertas, y en la presente viva,
y en su
música. Así que en esta
inmensidad
se anega el pensamiento:
y
naufragar es dulce en este mar.
Traducción de Antonio Colinas
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