jueves, 22 de junio de 2017







SEÑORA DE ROJO SOBRE FONDO GRIS,  
Miguel Delibes

No sé por qué cogí este libro al azar de mi estantería. Aunque lo leí hace mucho tiempo, todavía guardo en mi recuerdo una bruma de encanto y tristeza, una sensación que he vuelto a sentir al leerlo. Esta novela intimista relata los últimos días de la esposa de Miguel Delibes. El autor vallisoletano escribe una larga carta que constituye al cabo una brevísima y emotiva novela, cuyo tema sigue estando vigente. ¿Quién no ha sentido el dolor de una pérdida prematura? Miguel Delibes escribe un homenaje a su esposa, una mujer –nos dice– cuya sola presencia aligeraba la pesadumbre de vivir (p. 9), una mujer de concordia que sabía compartir con los demás; una mujer que comulgaba con un sencillo sentimiento religioso alejado de todo boato y ostentación (“era la suya una fe simple, ceñida a lo humano”, p. 12); una mujer que disfrutaba con la decoración y la autenticidad de las cosas; una mujer alegre de quien aprendió mucho.
      La novela es, como casi todas las de Delibes, una novela corta que se lee en un soplo. Pero esta obra es mucho más que una carta que Miguel Delibes le escribe a su hija, que se encuentra en la cárcel por desavenencias políticas los años previos a la muerte de Franco. Esta carta emocionada es un ajuste del autor con la vida (“habíamos soñado con envejecer juntos”, p. 111), donde brilla como siempre el estilo preciso, elegante y rítmico del mejor Delibes. No rezuma aquí el sabor añejo de esa lengua castellana rural que aparece en tantas de sus novelas. En esta sobresale, como siempre, la dimensión moral de un hombre bueno que fue coherente consigo mismo: sin hacer gala de su ideología, ni de sus creencias religiosas, ni de sus convicciones ecologistas (Un mundo que agoniza), esta novela constituye, en esencia, una elegía serena dedicada a su mujer.
      Cuando pienso en la obra de Miguel Delibes recuerdo sus obras leídas, incluso los lugares (sobre todo León) donde las leí, la precisión de su prosa, y permanecen aún sus personajes emblemáticos, sus hermosas y creíbles criaturas en las que el propio autor se vació. Estos personajes viven en los lectores y en el propio autor, tal y como expresó en el discurso de recepción del Premio Cervantes en 1993: “Yo no he sido tanto yo como los personajes que representé en este carnaval literario. Ellos son, pues, en buena parte mi biografía”. Hay que volver a Delibes, los jóvenes debieran leer, entre otras, El camino, Mi idolatrado hijo Sisí, La hoja roja, El hereje… En fin, Miguel Delibes es una parte esencial de nuestras señas de identidad.

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