UN LUGAR DE PASO, Josune Intxauspe
Si me esfuerzo, aún soy capaz de
recordar lo que más me gustó de la primera novela de Josune Intxauspe, El color del tiempo (Ediciones Gollarín,
2007). Sin duda fue su ritmo narrativo y una personal sabiduría para contar con
pulso firme las peripecias de unos personas creíbles, rasgos que en esta novela
que ahora comentamos la autora exhibe de nuevo para perfilar un mosaico de
vidas en construcción. Conocemos la figura claroscura
del escritor Enrique Orés, un hombre que huye de su pasado de escasez e
introversión, que maneja su vida personal con escasa pericia, pero que es capaz
de triunfar como escritor. Sobre él gravitan los restantes personajes, reunidos
en torno a una anécdota argumental mínima: Orés debe pronunciar un discurso con
motivo de la inauguración de un centro cultural en lo que antaño había sido la
estación ferroviaria de Siaro:
En un estación tienen lugar los movimientos esenciales de la vida,
los más primarios: llegar y partir, y otro, que en realidad es el no
movimiento, la espera, anhelante o resignada. En una estación se da el
comienzo, el arranque, el primer paso del viaje, de la partida, o el último,
que es a la vez el inicio del regreso. En la estación la vida se abre, y se
cierra para abrirse de nuevo, en un viaje perpetuo, sin fin (p. 288).
Y Enrique Orés concluye
el discurso con unas palabras que son una reafirmación de los vínculos
afectivos entre él y sus familiares y amigos:
Soy el hijo de Ramón Orés y Carmen Gómez de Cifuentes, el hermano
pequeño de Lourdes Orés, el amigo de Arturo Robledo, de Delia Galán y de
Marcelo Yagüe, el marido de Jana Quiroga. Soy escritor, soy Enrique Orés. Siaro
es mi ciudad, en este maravilloso lugar estuvo mi principio, aquella tarde en
que se conocieron mis padres, y vuelve a estar hoy, esta noche, no podéis
imaginaros de qué modo…
Doy gracias por ello de todo
corazón (p. 292).
Este
es el anzuelo argumental que la autora lanza para indagar en la vida de unos
personajes que bucean por su pasado con el fin de comprender mejor el devenir
de sus respectivas vidas, en lo que acaba siendo un ajuste de cuentas.
Desde
un punto de vista temático, en Un lugar
de paso (Editorial Círculo Rojo, 2015) tiene mucha importancia la
literatura como tema clave, pues hay abundantes reflexiones sobre el sentido de
la escritura y sobre la necesidad de controlar la ambición de ser escritor.
Arturo y Marcelo, amigos de infancia de Enrique Orés, son quienes alientan su
vocación y sufragan los gastos de la edición de su primera novela. Y más tarde
aparece el personaje de Marta, una joven profesora de Literatura que anhela un
encuentro con Enrique Orés para charlar sobre sus obras y expresarle que también
ella alimenta en secreto su vocación de escritora. Orés le dice a Marta:
Ellos están al otro lado y fantasean con el nuestro. Nos consideran
seres privilegiados, extraordinarios, porque poseemos el talento con el que
probablemente a ellos les hubiera gustado nacer. Y se sienten afortunados por
estar cerca de nosotros, por acompañarnos en la aventura de crear, y están
dispuestos a perdonarnos todo, ya se sabe…, los artistas, gente diferente. Nos
lo perdonan todo…(p.256)
También
Jana, la esposa de Orés, expresa en su diario una visión descarnada y veraz de
la vida. Jana y su mundo vital, un personaje libre que elige su futuro, que es
feliz con la filosofía y con la práctica de los masajes, una mujer que en su
trabajo de masajista es capaz de sentir al otro en cuanto pone sus manos sobre
la piel, una mujer lúcida que también ha leído La tregua de Benedetti y coincide con el autor uruguayo en el error
que supone aceptar la teoría de la postergación, es decir, en la inutilidad de aplazar
aquello que realmente nos gusta y nos hace felices. La autora lo expresa así:
No hay que postergar lo que uno quiere hacer con su vida, aunque
resulte chocante o parezca un error. La vida pasa rápido, se te va, y tú sigues
mirando la corriente sin zambullirte en ella. Y el peligro es llegar cerca del
final y lamentarte de un haber cumplido tus planes (pp. 150-151).
Con
esta misma idea comulga también el narrador omnisciente que va contando en
tercera persona muchas situaciones:
Nadie puede ser más de lo que es, así de sencillo, ni ser alguien
diferente. Este es el trato que ofrece la vida: vive dentro de ti, con lo que
eres, vive siendo tú sin pretender ser otro, y sé feliz así (p. 307).
Pero
no es la recreación del valor de la literatura y de la escritura el único tema
de esta novela. Sobresalen otros temas como el amor más profundo y descarnado
(ese amor-traición-pasión entre Delia y Orés), el cariño sin límites entre
Marcelo y la hija discapacitada de Arturo y Delia, y la generosidad de Diego
para ayudar a los enfermos terminales.
Hay
un aspecto relacionado con los personajes que no quisiera pasar por alto. No sé
si yerro, pero es evidente que la autora trata a sus criaturas con suma
delicadeza. Sus personajes son seres humanos creíbles, que siempre actúan
guiados por nobles propósitos. El discurso final de Orés es un acto de contrición,
que sirve para apaciguar y hasta erradicar antiguos malentendidos; la generosidad
de Arturo y Marcelo también es loable; la capacidad de Jana para comprender a
su marido es encomiable, como emocionante es la resiliencia de Diego tras la
muerte de su esposa para redescubrir
el amor aletargado junto a Amelia. Diría que los personajes parecen sometidos a
la visión moral de la autora, que sin ser moralista guía por la senda de la
bondad los comportamientos de sus criaturas. Tal vez sea porque, como dice la
autora, todas las vidas de sus personajes están sujetas por el amor y por eso
viven en tierra firme.
Los
referentes culturales, ya sean librescos, musicales o cinematográficos, tienen
que ver mucho con la educación sentimental de la autora, en tanto que se aluden
a artistas y creadores que tuvieron su apogeo en las postrimerías de la
transición política de finales del siglo pasado.
Desde
la más alta exigencia literaria, Josune Intxauspe nos ofrece una novela literaria muy bien escrita. Literaria
por la sabiduría con la que maneja el diario, la narración omnisciente, los
escasos diálogos, las cartas que se insertan al final, el emotivo discurso de Orés…
Y alta literatura también por las peripecias temáticas de unos personajes que
hablan del amor, del valor de la literatura y de la vocación, del paso del
tiempo que se lleva la vida con demasiada rapidez, y del sexo como entrega y vía
de conocimiento mutuo (deténgase el lector en la lectura de estas páginas,
133-138). Y baste este ejemplo para confirmar lo que digo:
Esta noche hemos dormido juntos y, al amanecer, ¡qué sorpresa!, todo
lo demás. Vamos a mejorarlo, no tengo dudas, pero el estreno ha sido
prometedor, más que aceptable. Qué buena memoria tiene el cuerpo, qué poco
estorban las arrugas cuando se trata de ternura y placer. Pura gratitud entre
mis piernas cuando ella se ha sentado sobre mí, abierta y tibia, sin prisa,
caliente un poco después, y después de otro poco, feliz, moviéndose suave, como
si la sostuviera una ola lenta y perezosa. Hermosos sus pechos de mujer
hermosa, lánguidos, precipitados hacia mí, estirándose hacia el hueco de mis
manos, blandos como una duna. Creciente gratitud entre mis piernas, rotundo eco
de un vigor resucitado que aún resuena, horas después, en mi pulso. Al final,
muy quietos, los ojos cerrados, piel con piel, bendita humedad, silencio, pura
gratitud, alegría, vida (p.363).
Acabada
la lectura de esta novela, he releído algunas páginas anotadas de su primera
obra, El color del tiempo. Saboreo un
párrafo allí, me detengo en alguna cita subrayada y concluyo que Josune
Intxauspe ha conseguido con Un lugar de
paso levantar un nuevo y sólido monumento literario. Creo que la autora
debe sentirse satisfecha porque su vocación literaria sigue tan intacta y
henchida como la sus personajes queridos, Orés y Marta. Por lo dicho y por
tantas cuestiones que no tienen cabida en este comentario ligero, esta novela,
a pesar de su título, no puede ser un lugar de paso, sino un lugar para
perderse, o mejor, para encontrarse uno mismo y reflexionar con serenidad y
alegría por todo lo logrado. Porque tengo claro que esta novela es fruto de un
esfuerzo muy exigente, mi enhorabuena a la autora y mi encarecimiento a los
lectores para que se enriquezcan sin demora con su lectura.
Julián Montesinos Ruiz.
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