LA MUERTE JUEGA A LOS DADOS, Clara Obligado
Dieciocho cuentos
como dieciocho perlas que conforman un collar literario que todo lector puede
disfrutar si decide adentrarse en el maravilloso mundo bonaerense y a ratos
francés, donde ubica esta escritora la acción de sus relatos.
Como
se dice en el último cuento (“Verano”), quizá el más autobiográfico, la autora
nos ofrece “la historia de nuestra familia convertida en cuentos”. Clara
Obligado rescata de su memoria, y lo hace con un estilo muy literario, una
historia que es una casi una saga, en tanto hilvana la vida de varias
generaciones.
Asistimos a una exhibición en el dominio de las
técnicas para escribir relatos (“La sangre” y “Zoo lógico” son buenos ejemplos
de experimentación). Asimismo, sobresale un tratamiento del tiempo más a merced
de la trama que de la lógica cronología de los hechos. Y estos saltos en el
tiempo y la perfecta selección de los detalles permiten a la autora mostrarse como
una auténtica maestra del relato. Bastaría con una lectura atenta del primer
cuento (“Un cadáver en la biblioteca”) para conocer cómo se logra escribir un
cuento perfecto; o leer “Nada útil” para apreciar la sutileza compositiva de un
relato escrito en tercera persona, que se detiene en el miedo de un niño, Teo, quien
tras huir de los soldados se refugia en la habitación de un caserón abandonado,
donde se entretiene haciendo pajaritas, piezas que conforman un origami y que
con su vuelo final sugieren, tal vez, una metafórico anhelo de libertad
colectiva. Bastaría también con detenerse en cualquiera de los cuentos para
agradecer la maestría de Clara Obligado, quien ha sabido utilizar un modelo
compositivo similar al de Rayuela, de
Julio Cortázar, en la medida en que sus cuentos pueden leerse de manera lineal
(modo novelístico) o de manera alterna (modo cuentístico), pues cada historia
es autónoma en sí misma aunque mantenga rasgos temáticos que la vinculan con el
resto. Así, de cada personaje se cuenta su peculiar itinerario personal,
sin perder su punto de intersección con la trama global de la obra. Un ejemplo
de estos vasos comunicantes argumentales se advierte en el cuento “El efecto
coliflor”, en el que el detective O’Brien, encargado de investigar el asesinato
de Héctor Lejárrega (protagonista de “Un cadáver en la biblioteca”), asiste a
un proceso de desesperanza tras ser abandonado por su mujer, quien le dice antes
de marcharse de casa: “No quiero pasar la vejez a tu lado”. A partir de este momento su consuelo
será recordar algunas afirmaciones de su mujer (“La vida es puro azar, querido
mío, y la muerte juega a los dados”) y encariñarse de su heladera Siam, una
sencilla nevera por la que siente un gélido y extraño afecto.
Avanzamos con la certeza de que en cualquier
página aparecerá una sorpresa: “Bienaventurados los felices, porque de ellos
será la sabiduría”, se lee casi al final. Y más adelante, nos recuerda las
palabras que la autora de Lo que el
viento se llevó escuchó de su madre: “Vive siempre como si el mundo fuese a explotar bajo tus pies”.
Dejaremos para otro día un análisis más
pormenorizado de este magnífico libro.
Muchísimas gracias por tu comentario a mi libro, has hecho una lectura muy inteligente que me ha encantado.
ResponderEliminarMuchas gracias a ti, siempre. Saludos.
EliminarMuchas gracias a ti, siempre. Saludos.
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