lunes, 8 de junio de 2015





APARIENCIA DE VIDA, Ramón Bascuñana

No he dejado pasar la oportunidad de asistir a la presentación del último libro de poemas de Ramón Bascuñana (Apariencia de vida, II Premio de Poesía Fernando de Herrera). Le conocí a finales del siglo pasado (¡cómo pasa el tiempo!) en el transcurso de unas lecturas poéticas en la Vega Baja, y ya entonces advertí que había en sus versos una ausencia de impostura, es decir, la plasmación de una verdad literaria y vital.
Estamos ante un libro que reflexiona fundamentalmente sobre los estragos que causa el paso del tiempo (diría que uno de los temas predilectos del autor) , sobre el valor de la palabra y la nostalgia de la infancia. Y también se trata de un libro metaliterario en la medida en que el poeta pone en tela de juicio si todo lo que durante un tiempo creyó (el valor de la literatura) ha supuesto un alejamiento de la vida (la necesidad de vivir). El poeta ofrece unos poemas meditativos y narrativos, en sintonía con el Cernuda más inglés, sin llegar a una conclusión clara, sencillamente porque sabe que la literatura alimenta su vida y viceversa. Es decir, el oficio de escribir y el oficio de vivir se necesitan mutuamente.
En un principio, el poeta ama la literatura (cree en su poder salvífico), valora el “alto don” que supone poder escribir un poema que fije su experiencia vital:

Alto don

Alto don
escribir el poema que ha de ser escrito,
renunciar a la vida para pensar la vida
desde la perspectiva cruel de las palabras.
¿Alto don o condena? ¿Quién sabría decirlo?
Paradójicamente los contrarios engendran
lazos, correspondencias, sutiles simetrías
que como laberintos protegen el misterio
más allá del misterio de lo que no está escrito.
Lo inefable se explica al leer entre líneas.
El poema y la vida son amantes secretos.
Con el último verso comienza otro poema
que debe ser escrito para pensar la vida
desde la perspectiva cruel de las palabras.

En ocasiones hay que huir de la vida y buscar refugio en la palabras y en la poesía:

Qué importa no ser más que palabras.
Palabras y cenizas,
éstas que testimonian
que nadie sale indemne de la vida.

Desde la serenidad conviene leer este libro reflexivo que reivindica la vida y la literatura (¡qué más da que sea una apariencia de vida o una vida aparente! si nadie saldrá vivo de esta vida). Poesía y vida, esta es la eterna dualidad, entendida de manera copulativa no disyuntiva. No pueden existir la una sin la otra, porque se retroalimentan. 
Nosotros agradecemos que el poeta maneje con tanta sabiduría el alto don que se le ha concedido para escribir versos emotivos de manera tan elegante y clásica. Un don que los lectores compartimos cuando disfrutamos de poemas como este:

La muerte y el olvido

Pensamos que nos queda la vida por delante,
que tiempo habrá más tarde de consumar los sueños,
que no puede un mal día durar eternamente
y que una mala noche la padece cualquiera,
que a pesar de los cambios, la esencia permanece,
que todos los esfuerzos tienen su recompensa,
que un éxito nos salva de todos los fracasos
y un fracaso no empaña los éxitos logrados,
que estamos protegidos de cualquier maleficio
por un dios invisible que habita en todas partes,
que la suma final de cualquier existencia
dejará en nuestro haber un saldo positivo.
Quizás alguien lo crea, mas no nos engañemos:
al final sólo quedan la muerte y el olvido.

1 comentario:

  1. No pude asistir, aunque me invitó Juan. Pero leyendo esta entrada, pienso que vale la pena adquirir estos versos. Gracias, Julián... y Ramón

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