APARIENCIA DE VIDA, Ramón Bascuñana
No he dejado pasar la
oportunidad de asistir a la presentación del último libro de poemas de Ramón
Bascuñana (Apariencia de vida, II
Premio de Poesía Fernando de Herrera). Le conocí a finales del siglo pasado (¡cómo
pasa el tiempo!) en el transcurso de unas lecturas poéticas en la Vega Baja, y
ya entonces advertí que había en sus versos una ausencia de impostura, es
decir, la plasmación de una verdad literaria y vital.
Estamos ante un libro que reflexiona fundamentalmente sobre los
estragos que causa el paso del tiempo (diría que uno de los temas predilectos
del autor) , sobre el valor de la palabra y la nostalgia de la infancia. Y
también se trata de un libro metaliterario en la medida en que el poeta pone en
tela de juicio si todo lo que durante un tiempo creyó (el valor de la
literatura) ha supuesto un alejamiento de la vida (la necesidad de vivir). El
poeta ofrece unos poemas meditativos y narrativos, en sintonía con el Cernuda más
inglés, sin llegar a una conclusión clara, sencillamente porque sabe que la literatura
alimenta su vida y viceversa. Es decir, el oficio de escribir y el oficio de
vivir se necesitan mutuamente.
En un principio, el poeta ama la literatura (cree en su poder salvífico),
valora el “alto don” que supone poder escribir un poema que fije su experiencia
vital:
Alto don
Alto don
escribir el poema que ha de ser
escrito,
renunciar a la vida para pensar
la vida
desde la perspectiva cruel de las
palabras.
¿Alto don o condena? ¿Quién
sabría decirlo?
Paradójicamente los contrarios
engendran
lazos, correspondencias,
sutiles simetrías
que como laberintos protegen el
misterio
más allá del misterio de lo que
no está escrito.
Lo inefable se explica al leer
entre líneas.
El poema y la vida son amantes
secretos.
Con el último verso comienza
otro poema
que debe ser escrito para
pensar la vida
desde la perspectiva cruel de
las palabras.
En ocasiones hay que huir de la
vida y buscar refugio en la palabras y en la poesía:
Qué importa no ser más que
palabras.
Palabras y cenizas,
éstas que testimonian
que nadie sale indemne de la
vida.
Desde la serenidad conviene leer
este libro reflexivo que reivindica la vida y la literatura (¡qué más da que
sea una apariencia de vida o una vida aparente! si nadie saldrá vivo de esta
vida). Poesía y vida, esta es la eterna dualidad, entendida de manera
copulativa no disyuntiva. No pueden existir la una sin la otra, porque se
retroalimentan.
Nosotros agradecemos que el poeta maneje con tanta sabiduría el alto don que se le ha concedido para escribir versos emotivos de manera tan elegante y clásica. Un don que los lectores compartimos cuando disfrutamos de poemas como este:
Nosotros agradecemos que el poeta maneje con tanta sabiduría el alto don que se le ha concedido para escribir versos emotivos de manera tan elegante y clásica. Un don que los lectores compartimos cuando disfrutamos de poemas como este:
La muerte y el olvido
Pensamos que nos queda la vida
por delante,
que tiempo habrá más tarde de
consumar los sueños,
que no puede un mal día durar eternamente
y que una mala noche la padece cualquiera,
que a pesar de los cambios, la esencia permanece,
que todos los esfuerzos tienen su recompensa,
que un éxito nos salva de todos los fracasos
y un fracaso no empaña los éxitos logrados,
que estamos protegidos de cualquier maleficio
por un dios invisible que habita en todas partes,
que la suma final de cualquier existencia
dejará en nuestro haber un saldo positivo.
Quizás alguien lo crea, mas no nos engañemos:
al final sólo quedan la muerte y el olvido.
No pude asistir, aunque me invitó Juan. Pero leyendo esta entrada, pienso que vale la pena adquirir estos versos. Gracias, Julián... y Ramón
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