viernes, 16 de mayo de 2014







BAILE DE MÁSCARAS, José Manuel Díez

Leyendo el libro de José Manuel Díez, Baile de máscaras (XXVIII Premio de Poesía Hiperión), al poco siento que me enredo en los títulos de los poemas y que me siento algo perdido en mi intento de comprender los versos, y decido rastrear en la telaraña de internet para buscar alguna de las numerosísimas críticas elogiosas que me sirvan de combustible para llegar al final. Empiezo a sospechar que mi capacidad lectora mengua y que quizá haya que buscar descanso en la apicultura o tal vez en la jardinería. Será más fácil leer, solo leer. No obstante, selecciono dos comentarios.
Ángel Luis Prieto de Paula escribe en El País a propósito de este libro: “Y aunque el culturalismo de este libro es tan intenso como el de Museo de cera de José María Álvarez, dista de él un mundo: el que va del afán de abrumar al de conmover. El volumen de José Manuel Díez, que podría confundir al que solo leyera los alambicados títulos de los poemas, tan carnerianos, carece de la vocación iconoclasta de sus predecesores, a quienes comienza respetando: frente al desapego de aquellos, compasión; frente a la asepsia, entusiasmo; frente a un culturalismo para rebatir la vida o escaparse de ella por la tangente, una cultura integrada en la existencia común (pero nada corriente). (…)El abanico esplendoroso de los argumentos no enmascara, pese al título del libro, la verdad y el sentimiento humano de los temas: aquellos que celebran la vida, escrutan la muerte con los ojos abiertos, homenajean la piedad, contienen la respiración ante el heroísmo, rinden tributo al arte”.
Y leo que Joaquín Juan Penalva en el suplemento “Artes y Letras” del diario Información concluye con estas palabras: “Y ahí radica la gran aportación de Díez, en utilizar todos estos correlatos objetivos para denunciar injusticias y presentar su visión del mundo. No es poco, desde luego, y lo más interesante es que Baile de máscaras supone, a un mismo tiempo, una vuelta de tuerca y una puesta al día del culturalismo de los años setenta”.
Decidí continuar la lectura de este libro influido también  por críticas tan laudatorias como las precedentes. También contribuyó mi arraigo extremeño (mi padre es caputbovense). Apoyaba mi deseo de leerlo el hecho de que se hablase de una superación de cierto culturalismo estrictamente esteticista (G. Carnero y P. Gimferrer, entre otros) y se aludiera a otro de raigambre humanística. Mas he de confesar que me he encontrado con un libro diferente y arriesgado, del que me gustan mucho solo unos pocos poemas. En cualquier caso, escaso botín achacable solo a mi incapacidad para apreciar tanto mérito. Cada vez descreo más de las palabras que preceden a un libro de poesía. Habrá que dejar que hablen los poemas (más allá del renombre de un autor o el prestigio de un certamen) para ver si nos llegan y se quedan vibrando en el corazón. Comparto con ustedes estos dos:

LOS POETAS PABLO NERUDA Y VICENTE HUIDOBRO CONVERSAN POR ÚLTIMA VEZ FRENTE AL OCÉANO PACÍFICO (CASA DE ISLA NEGRA. EL QIOSCO, 1947)

Huidobro y yo hablamos como poetas,
como chilenos y como amigos.
PABLO NERUDA
Nunca más hablaremos de las cosas que amamos.

No hablaremos de un río, de una isla, de un vino,
de balcones con flores o sábanas al viento,
de Vallejo y París, de una promesa.
Ya no me contarás la historia inolvidable
de la mujer que amaste con tus mejores manos,
ni yo podré explicarte la luna irrepetible
que el otoño del cedro me vio joven y solo.

Nunca más hablaremos de las cosas que amamos.

La primavera en flor, atravesada
por la luz del relámpago, la noche
del puerto en carnavales,
la boca que bebió de nuestras bocas,
el asombro fugaz frente a un mismo horizonte.
Ya no reconstruiremos más sueños devastados,
palabras sin idioma,
memorias que debieron ser poema.
Y tú silenciarás rumbos posibles.
Y yo enmudeceré lluvias y huellas.

Nunca más hablaremos, con palabras sencillas,
de las cosas que amamos.
De la apacible altura de las nubes,
de la profundidad de las estrellas
de mar, del arrecife
que encontramos adentro de unos ojos muy verdes.

Poemas de Darío, mascarones de proa,
salares y desiertos, delirios y esperanzas.

Nunca más hablaremos de las cosas que amamos.

Las mismas que
tal vez
no amamos suficiente.


EL JARDINERO ANTONIO PORCHIA DESCUBRE AL POETA ROGER CAILLOIS UNA NUEVA FORMA DE HABLAR CON UNO MISMO

Un corazón grande se llena con muy poco.
Antonio Porchia.

Ser feliz con mis voces,
que son una voz sola.

Ser feliz con seis versos.
Ser feliz como pocos.

Ser feliz como pocos
logran ser con tan poco.



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