BAILE DE MÁSCARAS, José Manuel Díez
Leyendo
el libro de José Manuel Díez, Baile de
máscaras (XXVIII Premio de Poesía Hiperión), al poco siento que me enredo
en los títulos de los poemas y que me siento algo perdido en mi intento de
comprender los versos, y decido rastrear en la telaraña de internet para buscar
alguna de las numerosísimas críticas elogiosas que me sirvan de combustible
para llegar al final. Empiezo a sospechar que mi capacidad lectora mengua y que
quizá haya que buscar descanso en la apicultura o tal vez en la jardinería.
Será más fácil leer, solo leer. No obstante, selecciono dos comentarios.
Ángel Luis Prieto de Paula escribe en El País a propósito de este libro: “Y
aunque el culturalismo de este libro es tan intenso como el de Museo de cera
de José María Álvarez, dista de él un mundo: el que va del afán de abrumar al
de conmover. El volumen de José Manuel Díez, que podría confundir al que solo
leyera los alambicados títulos de los poemas, tan carnerianos, carece de la
vocación iconoclasta de sus predecesores, a quienes comienza respetando: frente
al desapego de aquellos, compasión; frente a la asepsia, entusiasmo; frente a
un culturalismo para rebatir la vida o escaparse de ella por la tangente, una
cultura integrada en la existencia común (pero nada corriente). (…)El abanico
esplendoroso de los argumentos no enmascara, pese al título del libro, la
verdad y el sentimiento humano de los temas: aquellos que celebran la vida,
escrutan la muerte con los ojos abiertos, homenajean la piedad, contienen la
respiración ante el heroísmo, rinden tributo al arte”.
Y leo que Joaquín Juan Penalva en el suplemento
“Artes y Letras” del diario Información concluye
con estas palabras: “Y ahí radica la gran aportación de Díez, en utilizar todos
estos correlatos objetivos para denunciar injusticias y presentar su visión del
mundo. No es poco, desde luego, y lo más interesante es que Baile de máscaras supone, a un mismo
tiempo, una vuelta de tuerca y una puesta al día del culturalismo de los años
setenta”.
Decidí continuar la lectura de este libro influido
también por críticas tan laudatorias
como las precedentes. También contribuyó mi arraigo extremeño (mi padre es
caputbovense). Apoyaba mi deseo de leerlo el hecho de que se hablase de una
superación de cierto culturalismo estrictamente esteticista (G. Carnero y P. Gimferrer,
entre otros) y se aludiera a otro de raigambre humanística. Mas he de confesar
que me he encontrado con un libro diferente y arriesgado, del que me gustan
mucho solo unos pocos poemas. En cualquier caso, escaso botín achacable solo a
mi incapacidad para apreciar tanto mérito. Cada vez descreo más de las palabras
que preceden a un libro de poesía. Habrá que dejar que hablen los poemas (más
allá del renombre de un autor o el prestigio de un certamen) para ver si nos
llegan y se quedan vibrando en el corazón. Comparto con ustedes estos dos:
LOS POETAS PABLO NERUDA Y VICENTE
HUIDOBRO CONVERSAN POR ÚLTIMA VEZ FRENTE AL OCÉANO PACÍFICO (CASA DE ISLA
NEGRA. EL QIOSCO, 1947)
Huidobro y yo hablamos como poetas,
como chilenos y como amigos.
PABLO NERUDA
Nunca
más hablaremos de las cosas que amamos.
No
hablaremos de un río, de una isla, de un vino,
de
balcones con flores o sábanas al viento,
de
Vallejo y París, de una promesa.
Ya
no me contarás la historia inolvidable
de
la mujer que amaste con tus mejores manos,
ni
yo podré explicarte la luna irrepetible
que
el otoño del cedro me vio joven y solo.
Nunca
más hablaremos de las cosas que amamos.
La
primavera en flor, atravesada
por
la luz del relámpago, la noche
del
puerto en carnavales,
la
boca que bebió de nuestras bocas,
el
asombro fugaz frente a un mismo horizonte.
Ya
no reconstruiremos más sueños devastados,
palabras
sin idioma,
memorias
que debieron ser poema.
Y
tú silenciarás rumbos posibles.
Y
yo enmudeceré lluvias y huellas.
Nunca
más hablaremos, con palabras sencillas,
de
las cosas que amamos.
De
la apacible altura de las nubes,
de
la profundidad de las estrellas
de
mar, del arrecife
que
encontramos adentro de unos ojos muy verdes.
Poemas
de Darío, mascarones de proa,
salares
y desiertos, delirios y esperanzas.
Nunca
más hablaremos de las cosas que amamos.
Las
mismas que
tal
vez
no
amamos suficiente.
EL JARDINERO ANTONIO PORCHIA DESCUBRE
AL POETA ROGER CAILLOIS UNA NUEVA FORMA DE HABLAR CON UNO MISMO
Un corazón grande se llena con muy poco.
Antonio Porchia.
Ser feliz con mis voces,
que son una voz sola.
Ser feliz con seis versos.
Ser feliz como pocos.
Ser feliz como pocos
logran ser con tan poco.
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