martes, 14 de enero de 2014




PENSAR EN ELLA, Julián Montesinos Ruiz

Quemar
el tiempo en ti ya es ceremonia.

Ángel García Aller

De repente, casi sin percibirlo
la luz lo ocupa todo, generosa se esparce
con ese esplendor
que tiene en abril el brillo del aire,
hasta impregnar la vida de alegría.
Entre tanta claridad, permanezco
en un parque de palmeras leyendo
las cartas que Salinas escribió a su amada:
toda la verdad de un amor que
bordea el deseo y permanece en él,
y que el poeta trasladó a sus versos.
Sabe que Katherine no es su amor,
pero si le llamara lo dejaría todo,
todo lo tiraría.
Para el poeta es un ala blanca
que lo traslada allende el Atlántico,
un olmo de acero al que aferrarse,
porque un amor secreto
crece en la fragua de su corazón
e imposible es atajar ese aliento.
Camino por el parque
y las palmeras mojadas parecen
peldaños que ascienden hacia el cielo.
Y vuelvo a Salinas,
a su casa rural rodeada de granados
y a la certeza de que tan solo una palabra
puede encender la vida,
nada más que su voz,
o mejor, una nueva carta de Katherine
que rompa la distancia
y acabe con la penumbra del mundo.
Sentado en un banco,
disfruto del silencio de los árboles
y siento una inmensa emoción
al leer estas cartas,
que muestran el anhelo
del poeta para armonizar sus dos amores.
Desde su casa de verano Pedro Salinas
añora a Katherine,
recuerda la luz niña de sus ojos,
mas no ignora que su amor será lo que ella quiera,
tal vez una mariposa errante
tras un hilo de luz,
o acaso un caracol perdido en la pared.
Tanto la piensa y la desea tanto
que cuando la desazón aparece,
teme que ella sufra.
Tiene el poeta la paciencia de quien confía
en el amor, mas sabe que vivir
es ir despidiéndose poco a poco.

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