PENSAR EN ELLA,
Julián Montesinos Ruiz
Quemar
el
tiempo en ti ya es ceremonia.
Ángel García Aller
De
repente, casi sin percibirlo
la
luz lo ocupa todo, generosa se esparce
con
ese esplendor
que
tiene en abril el brillo del aire,
hasta
impregnar la vida de alegría.
Entre
tanta claridad, permanezco
en
un parque de palmeras leyendo
las
cartas que Salinas escribió a su amada:
toda
la verdad de un amor que
bordea
el deseo y permanece en él,
y
que el poeta trasladó a sus versos.
Sabe
que Katherine no es su amor,
pero
si le llamara lo dejaría todo,
todo lo tiraría.
Para
el poeta es un ala blanca
que
lo traslada allende el Atlántico,
un
olmo de acero al que aferrarse,
porque
un amor secreto
crece
en la fragua de su corazón
e
imposible es atajar ese aliento.
Camino
por el parque
y
las palmeras mojadas parecen
peldaños
que ascienden hacia el cielo.
Y
vuelvo a Salinas,
a
su casa rural rodeada de granados
y
a la certeza de que tan solo una palabra
puede
encender la vida,
nada
más que su voz,
o
mejor, una nueva carta de Katherine
que
rompa la distancia
y
acabe con la penumbra del mundo.
Sentado
en un banco,
disfruto
del silencio de los árboles
y siento
una inmensa emoción
al
leer estas cartas,
que
muestran el anhelo
del
poeta para armonizar sus dos amores.
Desde
su casa de verano Pedro Salinas
añora
a Katherine,
recuerda
la luz niña de sus ojos,
mas
no ignora que su amor será lo que ella quiera,
tal
vez una mariposa errante
tras
un hilo de luz,
o
acaso un caracol perdido en la pared.
Tanto
la piensa y la desea tanto
que
cuando la desazón aparece,
teme
que ella sufra.
Tiene
el poeta la paciencia de quien confía
en
el amor, mas sabe que vivir
es
ir despidiéndose poco a poco.
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