miércoles, 9 de abril de 2025

 







ALCARAVEA, Irene Reyes-Noguerol



Me han gustado algunos de los cuentos de este libro que acaba de obtener el Premio Andalucía de la Crítica en la modalidad de relato. Irene Reyes-Noguerol (Sevilla, 1997) había escrito con anterioridad Caleidoscopios (2016) y De Homero y otros dioses (2018). Por sus logros literarios, por su cuidado y peculiar estilo, por la querencia poética que rezuma en cada página, por esa recreación de vidas eminentes (Vincent van Gogh, Lope de Vega y Antonio Machado) y otras familiares que reflejan el valor intrahistórico de la vida, por la sabiduría compositiva de unos textos muy elaborados en los que predomina las oraciones de periódico largo, y por tantos otros méritos, Alcaravea es una propuesta literaria inusual.


“Carta a Theo” es un monólogo torrencial que Van Gogh dirige a su hermano para compartir el tormento que siente, con pinceladas literarias que logran crear una atmósfera de pánico. Valga este fragmento: “Aquella nube, el continuo ondular de las espigas, algo que viene de arriba y a la vez de muy dentro de la tierra, el mandato vertical de un Dios que a veces me habla, Theo, me habla y yo lo escucho, tendido sobre la hierba abro los brazos como si volara y lo siento, oigo el zumbido de las abejas entre la lavanda, las campanas balanceándose sobre la torre de la iglesia, el balido de las cabras a lo lejos, palabras de un Dios que me abraza en la soledad de los cultivos, conforme va cayendo la tarde su voz me ilumina los miembros, me deslumbra, me rebosa en los ojos, me hace temblar como un recién nacido, estremecerme ante el sol que se hunde y ya solo alcanza las copas de los árboles, y podría cantar aquí está mi Dios, entre las ramas que miran al cielo, hundido en las raíces de un ciprés centenario, asomado al vértice de su sombra negra y afilada, porque eso es la fe, Theo, un saberse de repente vivo, vivo y lúcido”.


Más si cabe me ha emocionado el segundo, “Petit rat”, donde la pobreza y la belleza juntamente pueden resultar peligrosas para vivir dignamente ante la insaciabilidad de los poderosos. La autora escribe: 


    “La lluvia llama a la ventana como una vecina insistente y mamá te abraza, acaricia tu pelo sobre su regazo que huele a humo, a calle, a frío, te dejas hundir en los perfumes del trabajo y de quién sabe qué clientes, quién sabe nada, mamá te mece lento como cuando eras tan pequeña y aún no sabías, y aún no formabas parte, te arropa con su aliento de jornada larga, qué día tan cansado, hija, hasta ahora no entré en calor, apriétame fuerte”.


“Oír el mar” es una recreación del amor sincero que Lope sintió por Marta, del vano empeño de alcanzar la gloria literaria y, sobre todo, de la aceptación de que el amor todo lo puede: 


“Termino de peinarte y me pongo a tus pies para quitarte la ropa, el ritual de cada noche donde ya no somos hombre ni mujer ni amantes –se agotaron los términos ahora–. No quedan más que los pronombres, tú y yo, y es suficiente, contigo aprendí a no querer nada. No busco tu cuerpo. No te ansío como antes, me basta tenerte cerca, desvestirte y acostarte sin prisas, cantarte al oído, dejar que me aprietes o me arañes o me insultes, porque sé que de algún modo eres mi Marta, la que ardió conmigo, y ahora me enseñas a amar como no supe.

Yo, que tanto he vivido y he pecado, cargado de culpa y de rodillas ante una diosa ciega que llora su desgracia cada noche. Besarte sería vergüenza o sacrilegio. Maldito el hombre que, viéndote desnuda, toda huesos, no sintiera piedad sino deseo. Porque esto eres ahora, amor, un caminar despacioso hacia la nada, un convertirte en filo y en tendones, despojada de todo, ligera como una niña que a veces tomo en brazos para que no estrelle los platos contra el suelo. Para que no se rompa. Así es quererte, Marta”.


Es “El repartío” un relato muy poético que expresa el dolor de la ausencia que deja un amor. Otros, como el “Cascarón de huevo”, abundan en las raíces familiares, que dan sentido a la vida, esa fe en la pertenencia a unos valores, donde también aparece esa envidia cainita tan hispana:


    “Y mientras tanto a aceptar las cosas como son, tú en el fondo también lo sabes: el Hermano es de tiza, suave y blanco, y a ti te corresponde el barro. Él brilla como un relámpago, con el fulgor de lo demasiado breve. Pero tú eres mayor y fuerte y duro, naciste grande. Por eso coges aire y lo retienes y tragas saliva intentando limpiarte por dentro, empujando las lombrices hacia abajo, más abajo, reconociéndote en el barro que no ilumina ni destaca ni recibe aplausos pero que resiste, y eso haces, te aguantas los celos porque él es pequeño, bueno y dulce y cuánto puedes llegar a quererlo, cuánto. Sabes que hay que tratarlo con cuidado, con mimo –ese murmullo en los pulmones siempre–”.


“Bastardo” es una muestra de prosa poética que se desparrama sin concretarse en unas coordenadas de espacio y tiempo precisas: “Llamar a la puerta y que nadie responda. Esperar en el umbral con las manos vacías, el pecho vacío, la boca vacía, imaginar tantas palabras y que ninguna se atreva a asomar la cabeza, saludar, abrazar al otro, palabras silenciadas tras años de labios secos, palabras colmadas de hambruna, de querer decir lo que no pueden, de fingirse hábiles, fuertes, confiadas, enteras”.


En “Alcaravea” nos sumerge la autora en un mundo lorquiano de nanas de gran cadencia lírica: 


“La noche azul en los cristales. El viento de octubre arremolina las horas altas de la madrugada, cuando casi todo sueña, cuando casi todos duermen.

      Alerta en el jergón de paja, tenso el cuerpecillo flaco, abiertos los ojos como lumbre inquieta, Paca espera a que pase lo oscuro –las sombras se desplazan lentamente, cambian de sitio con las rondas de la luna–. Sus ocho años temen el golpeteo en la ventana, ramas que rozan los cristales y suenan como “un siseo, uñas de bruja que acechan a los niños insomnes, dedos largos de pesadilla, todo hueso, llamando con hambre tras los vidrios. Viento malo, viento malo que entra sin permiso por las rendijas, se abraza a sus talones y le deja los pies fríos”.


En fin, un libro de cuentos para un grupo concreto de lectores que quieran zambullirse en lo literario.


No hay comentarios:

Publicar un comentario