LÍRICA INDUSTRIAL, Rubén Martín Díaz
Dos mundos, en apariencia contrapuestos, conviven armónicamente en este poemario, con el que su autor ha obtenido el Premio Alegría 2023. Se entrelazan versos de una contenida emoción –que reflejan experiencias vividas en un espacio íntimo, hogareño y afectivo– con otros que muestran los afanes industriales y laboriosos del mundo exterior, donde el poeta comparte ciertos motivos poéticos que dan sentido a su vida, como la luz del alba, la lluvia, la quietud de la noche, el silencio…
Organizado entres partes (“Los trabajos y los días”, “Polígono industrial” y “Vacaciones”), sorprenden algunos poemas redondos tanto por su elegante disposición como por su eficaz uso de la métrica. En la primera parte, el poema “Lo imposible” pudiera interpretarse como un intento de ahondar en la inefabilidad de la poesía; en “Pura transparencia” el poeta indaga en el poder transformador de la experiencia amorosa: “Convertida en arcilla / fuiste cuenco de mí”. También sorprende el poema en prosa “Perfecto equilibrio”, que es una delicada visión del hijo que juega feliz en su mundo: “El universo está en la pequeña canica que mi hijo empuja con sus manos por el suelo. El universo está también en mi pequeña pupila, que a su vez contempla el universo rodeado” (p. 21).
En la segunda parte prevalece la idea del humanismo y del valor de la poesía frente a la probable deshumanización que entraña el progreso. Aun a riesgo de cierto reduccionismo maniqueo, puede afirmarse que en ese contraste se da una suerte de menosprecio de la vida inerte de las máquinas, al tiempo que una alabanza del temblor humano de lo poético, conseguido con un uso del léxico muy logrado en cada de uno de sus respectivos campos semánticos. Valga como muestra el final del poema “Polígono industrial”:
Pensé que en el repique de la lluvia
contra el suelo de asfalto,
también contra el tejado de las fábricas,
lo vivo festejaba su existencia:
el triunfo natural de lo absoluto
sobre el marco impostado de los hombre.
La tercera parte, “Vacaciones”, difiere de las anteriores, pues abundan los poemas celebrativos y próximos al quehacer biográfico del autor, que reflejan instantes de plenitud vital, tal y como sucede en “Hacer memoria”, donde se constata el sentimiento de incertidumbre del autor al ser consciente de que su vocación poética pudiera considerarse una rareza en un mundo laboral aparentemente hostil. Con emotiva verdad, Rubén Martín transmite el amor hacia su hija –“Blanca duerme”– en un poema delicado, limpio, transcendido de emoción, como hiciera también con su hijo Hugo en el poema “En lo profundo de tu sueño” (Fracturas, 2016):
La escucho respirar pausadamente,
con calma –casi imperceptiblemente el aire
suspirado–, ya lejos
de toda desazón, de todo miedo.
Es tan pequeña que parece el nido
de un pájaro abrumado por la noche.
La intuyo distraída allá en su mundo,
ausente del poema, desligada
del padre que la vio nacer. Y aquí,
al otro lado de ese sueño, siento
clavarse en mí el punzón de la nostalgia
con la fuerza absoluta del amor.
En fin, un poemario diferente, emotivo, que muestra una dicotomía temática aparentemente antagónica (lo fabril y lo íntimo juntamente) con versos de una luz transcendente y de un alto vuelo poético.
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