viernes, 11 de enero de 2019














EL CUARTO DEL SIROCO, Álvaro Valverde


¡Con cuánto agrado he leído el último libro de Álvaro Valverde! Sigo a este autor extremeño desde hace mucho tiempo. Leí sus libros anteriores con verdadero placer y ahora experimento idéntica sensación con la lectura de unos poemas más contenidos y acendrados estilísticamente. Se trata de un poemario extenso que contiene muy buenos poemas junto a otros que son resultado de la decidida expresión de un aliento menor. En su conjunto, son versos que recogen la biografía de su autor, pues no en vano están dispuestos en el orden cronológico en que fueron escritos, como si cada poema fuera la pieza textual que refleja el proceso de construcción de una vida.
         Hay sutiles referencias culturales que encajan con elegancia en el todo armónico del poemario (“leo, como otras veces, a Leopardi / y su voz se hace mía”; o los delicados y sugerentes dibujos de Laffón; el sentido racional de la arquitectura de Barba Corsini y la alusión a la película El manantial, de Vidor; la “naturaleza pensativa” de Stevens, y puntuales menciones a Alberto Manguel, Yannis Ritsos y Szymborska, entre otras). Expresa la naturaleza vivida en poemas delicados y hondos (“El mirlo”, Aquí y “Las Nogaledas”). Hay otros, por el contrario, en los que el sesgo narrativo confiere un ritmo perfecto al poema (“El cuarto del Siroco”); este que da título al libro contiene el elemento metafórico clave para explicar el sentido global del poemario: la literatura entendida como una casa donde existen cuartos-poemas en los que protegerse de las inclemencias del viento (el siroco) y de la vida. Aparecen recurrentes alusiones a la pertenencia de un lugar (Extremadura), pero no sólo física sino también, y sobre todo, cultural y estética (Évora, Lisboa), como sucede en “En otra parte”, “Aquí” y “Évora”, y en la mención de Ángel Campos Pámpano por su constante promoción de la cultura lusa. Explora otros mundos literarios en los que la vida encuentra su razón de ser, tal y como sucede en los hermosos poemas “El lector” (“La vida espera fuera, la que él lleva, / como cualquier lector, cuando no vive”) y “Meditación en Bohemia”. En varias ocasiones se intercalan poemas en prosa (“Una elegía”, “Mujeres”) y algún que otro poema de sereno sentimiento amoroso (“Canción de aniversario”). Por último, conviene aludir al hecho de que el poemario se abre con una declaración sobre su quehacer en “A modo de poética” y se cierra con “Aquél”, un excelente poema que viene a ser algo así como un perfecto manual de vida de alguien que se dedicó a encontrar en el mundo los signos de la belleza y la esencialidad poéticas. Un libro excelente.

EL CUARTO DEL SIROCO

Cuenta Leonardo Sciascia
que en las casas patricias
de la vieja Sicilia
había, desde el siglo XVIII,
un cuarto del Sirocco.
En él se refugiaban de ese viento
los días que soplaba con más fuerza.
Uno quisiera
que en las horas peores de la vida,
cuando todo se vuelve violento vendaval
y las cosas se ocultan tras un velo de polvo,
existiera una estancia semejante.
Un lugar recogido, a modo de refugio,
en el que cobijarse
del triste pensamiento de la muerte.
Aunque sea inevitable,
como el de Ramalmuto revelara,
que, antes de que se le note en el aire,
el siroco se nos clave en las sienes;
que antes de que se anuncie
ya se le sienta, sin remedio,
en las rodillas.


AQUÉL

Aquél que se levanta cada día
y piensa que la muerte se le acerca.
El que triste se afeita distraído
sin más motivación que la costumbre.
Aquél que va al trabajo y que camina
con su turbio pasado a las espaldas.
Quien mira en sus ojeras la razón
que toda sinrazón lleva consigo.
El que ignora que existe la alegría
y el porvenir como estación posible.
Para quien el amor sólo es quimera.
El hombre que a pesar de todo eso
se resigna o se obstina, mas no cede.
Quien resiste sereno a la intemperie.
Aquél que no consigue
ni darse por vencido.
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