EL CUARTO
DEL SIROCO, Álvaro
Valverde
¡Con cuánto agrado he
leído el último libro de Álvaro Valverde! Sigo a este autor extremeño desde
hace mucho tiempo. Leí sus libros anteriores con verdadero placer y ahora
experimento idéntica sensación con la lectura de unos poemas más contenidos y
acendrados estilísticamente. Se trata de un poemario extenso que contiene muy
buenos poemas junto a otros que son resultado de la decidida expresión de un
aliento menor. En su conjunto, son versos que recogen la biografía de su autor,
pues no en vano están dispuestos en el orden cronológico en que fueron
escritos, como si cada poema fuera la pieza textual que refleja el proceso de
construcción de una vida.
Hay sutiles referencias culturales que encajan con elegancia
en el todo armónico del poemario (“leo, como otras veces, a Leopardi / y su voz
se hace mía”; o los delicados y sugerentes dibujos de Laffón; el sentido
racional de la arquitectura de Barba Corsini y la alusión a la película El manantial, de Vidor; la “naturaleza
pensativa” de Stevens, y puntuales menciones a Alberto Manguel, Yannis Ritsos y
Szymborska, entre otras). Expresa la naturaleza vivida en poemas delicados y
hondos (“El mirlo”, “Aquí” y “Las Nogaledas”). Hay otros, por el contrario, en los que
el sesgo narrativo confiere un ritmo perfecto al poema (“El cuarto del
Siroco”); este que da título al libro contiene el elemento metafórico clave
para explicar el sentido global del poemario: la literatura entendida como una
casa donde existen cuartos-poemas en los que protegerse de las inclemencias del
viento (el siroco) y de la vida. Aparecen recurrentes alusiones a la
pertenencia de un lugar (Extremadura), pero no sólo física sino también, y
sobre todo, cultural y estética (Évora, Lisboa), como sucede en “En otra
parte”, “Aquí” y “Évora”, y en la mención de Ángel Campos Pámpano por su
constante promoción de la cultura lusa. Explora otros mundos literarios en los
que la vida encuentra su razón de ser, tal y como sucede en los hermosos poemas
“El lector” (“La vida espera fuera, la que él lleva, / como cualquier lector, cuando
no vive”)
y “Meditación en Bohemia”. En varias ocasiones se intercalan poemas en prosa
(“Una elegía”, “Mujeres”) y algún que otro poema de sereno sentimiento amoroso
(“Canción de aniversario”). Por último, conviene aludir al hecho de que el
poemario se abre con una declaración sobre su quehacer en “A modo de poética” y
se cierra con “Aquél”, un excelente poema que viene a ser algo así como un
perfecto manual de vida de alguien que se dedicó a encontrar en el mundo los
signos de la belleza y la esencialidad poéticas. Un libro excelente.
EL CUARTO DEL SIROCO
Cuenta
Leonardo Sciascia
que en las
casas patricias
de la
vieja Sicilia
había,
desde el siglo XVIII,
un cuarto
del Sirocco.
En él se
refugiaban de ese viento
los días
que soplaba con más fuerza.
Uno
quisiera
que en las
horas peores de la vida,
cuando
todo se vuelve violento vendaval
y las
cosas se ocultan tras un velo de polvo,
existiera
una estancia semejante.
Un lugar
recogido, a modo de refugio,
en el que
cobijarse
del triste
pensamiento de la muerte.
Aunque sea
inevitable,
como el de
Ramalmuto revelara,
que, antes
de que se le note en el aire,
el siroco
se nos clave en las sienes;
que antes
de que se anuncie
ya se le
sienta, sin remedio,
en las
rodillas.
AQUÉL
Aquél que
se levanta cada día
y piensa
que la muerte se le acerca.
El que
triste se afeita distraído
sin más
motivación que la costumbre.
Aquél que
va al trabajo y que camina
con su
turbio pasado a las espaldas.
Quien mira
en sus ojeras la razón
que toda
sinrazón lleva consigo.
El que ignora
que existe la alegría
y el
porvenir como estación posible.
Para quien
el amor sólo es quimera.
El hombre
que a pesar de todo eso
se resigna
o se obstina, mas no cede.
Quien
resiste sereno a la intemperie.
Aquél que
no consigue
ni darse
por vencido.
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