martes, 1 de mayo de 2018












EL CENTRO DE LA SOMBRA, Ramón Bascuñana
LOS POEMAS ELÉCTRICOS, Ramón Andreu


Da gusto encontrarse en la mesa de novedades de la biblioteca pública de Santa Pola con dos libros de poemas de autores conocidos. De Ramón Bascuñana he leído varios de sus poemarios, y es para mí uno de los poetas más notables del panorama nacional, en la medida en que aúna un gran dominio del verso y un mundo propio expresado siempre con verdad, autenticidad y un logrado lirismo.
      A su lado, en la misma mesa de novedades, cojo el libro de Ramón Andreu, y aunque temo que me dé un calambre –por eso de los kilovatios apresados entre sus tapas–, leo su libro con mucha intensidad, un libro cuya lectura fluye con la misma sencillez, sin vacuas pretensiones, con la que está escrito, un libro que me ha gustado mucho.


         [un barco se construye con palabras]

ni con finas maderas
que resistan el agua de los mares
ni con sabiduría

un barco se construye con palabras

porque un barco no existe
si no puedes nombrarlo
si no puedes hablar de su velamen
de su proa y su popa
del timón y las jarcias

porque las cosas son únicamente
cuando puedes nombrarlas
y aunque no existan son
si existen las palabras para ellas


       [para morir nacidos]

cuanto más envejezco más creo en el absurdo
de una vida que no tiene sentido si la piensas
porque pensar la vida conlleva no vivirla
asumir que no tienen respuestas las preguntas
que vivimos pendiente de la espada del tiempo
que el amor es la droga que altera los sentidos
y nuestras percepciones son falsos espejismos
que tornan soportable el dolor de estar vivo
cuando piensas la vida
                 y cuando a cada instante
el estéril latido de una sangre alevosa
nos recuerda que estamos condenados al sueño
del olvido perpetuo al silencio a la nada

dioses sin paraísos para morir nacidos
 
El centro de la sombra, Ramón Bascuñana.

                                    … …


         Breve estudio sobre la nada

A don Pascuale

Este agujero que tengo
algunos lo sitúan en el alma;
otros, en cambio,
hablan sin para de sus causas,
de la brutalidad del mundo.

La gran mayoría
alude al plomizo peso
de la soledad
y sus noches insomnes.

Sin embargo,
los más prestigiosos expertos
creen con total convencimiento
que esta oquedad tan llamativa
se puede localizar
sin mucho esfuerzo
en los cráneos inundados de flores.

Pero los dos sabemos
que este vacío
no se encuentra en ningún sitio
y no habla de lo que somos
o pudimos haber sido;

lo único que hace es
susurrarnos al oído
los secretos de la nada
y su dulce hedonismo.

       Los poemas eléctricos, Ramón Andreu.

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