ROPA DE
CALLE. ANTOLOGÍA POÉTICA (1980-2008) y
A
PUERTA CERRADA (2011-2017),
Luis García Montero
Por una vez, las notas volanderas tomadas durante la lectura
acompasada de un libro serán, sin el filtro del crítico, el material ofrecido a
los escasos lectores de este blog. Cuando leía Ropa de calle. Antología poética (1980-2008) y A puerta cerrada (2011-2017) muchas ideas suscitaban sus poemas, y
fueron tantas que pensé que requerirían demasiado tiempo de redacción. Lo mejor
es invitar a los lectores a que acudan a la obra de Luis García Montero y
mostrar algún poema representativo, a sabiendas de que son muchos los que
merecerían ser compartidos.
Al hilo de la lectura, me
asaltaban ideas que traslado tal y como llegaron: el retorno constante de la
infancia; el amor en sus múltiples facetas, desde el asombro transformador de Diario cómplice –con sus sutiles
concomitancias a La voz a ti debida–
hasta la nostalgia optimista de A puerta
cerrada; la sociedad como germen y origen de una producción poética que
busca el diálogo machadiano con el otro; el paso del tiempo y sus
devastaciones; el hermetismo surrealista de los primeros poemas y la claridad
cada vez más autobiográfica de sus últimos poemarios; las reflexiones sobre el
poema y la poesía en la medida en que más que cambiar el mundo pueden influir
en esos lectores-ciudadanos que podrán mejorar el mundo en que vivimos; la
tendencia a la narratividad de algunos poemas y el marco espacio-temporal
necesario para ubicarlos; el necesario compromiso con lo colectivo y lo
cotidiano; la selección de un lenguaje cercano y eficaz bien seleccionado; y
otra vez el tiempo que muerde los días (“El tiempo es un camino desandado / que
nos encierra en casa”); la muerte que se acerca como un lobo, palabra
reiteradamente nombrada en A puerta
cerrada; y dos preocupaciones que
se imbrican cada vez más (la intimidad del poeta, su cuerpo latiendo de deseo
de vivir, y el mundo, esa geografía que incorpora al poema); también la
conciencia social y moral del poeta siguen atentas: “Se trata de sentirse conmovido,
/ de vivir fatigado”. En su último libro, A
puerta cerrada, el recurrente “lobo” se convierte en el símbolo de una
amenaza, del tiempo feroz que barre las ilusiones, del descreimiento en el que
el poeta adulto se sitúa, aunque nunca dejen sus versos de alentar un
melancólico y matizado optimismo.
Los siguientes poemas que cito
exigirían un comentario más detenido: “Entretiempo”, “Una tristeza sentada”,
“Una nostalgia”, “El instinto”, “Callado y fijo”, “La fiesta”, “La tarde”, “El
silencio y el ruido”, “”Indulto”.
MADRE
Dentro
de nada,
cuando
me den permiso
las
estúpidas fieras de mi tiempo,
cumpliré
una palabra que nunca me pediste.
Te
llevaré a París.
Porque
tal vez, entonces,
en los
Campos Elíseos
o en
las aguas del Sena,
con
Notre Dame al fondo o con la Torre Eiffel,
veré de
nuevo el brillo
más
joven de tus ojos,
la luz
adolescente
que
baja del tranvía
con
bolsas y comercios y saludos
y poco
más de veinte años.
Hoy te
recuerdo así,
como
los días sin colegio,
bandera
hermosa de un país difícil,
lluvia
delgada de los sábados.
Nunca
guardaste mucho para ti.
Ni
siquiera una noche,
una
ciudad o un viaje.
Tu
tiempo se sentaba en nuestra mesa
y había
que partirlo como el pan,
entre
tus hijos y tu miedo.
Seis
veces el temor
a que
la enfermedad, el vicio o la desgracia
se
quisieran sentar en nuestra mesa.
No
vayas a salir, a dónde vas ahora,
hay que
tener cuidado
con los
amores y las carreteras,
deja ya
la política
o la
gruta del lobo.
Y sin
embargo
lo que
no te atrevías a pedir
duerme
en el corazón de cada uno.
Porque
el amor se hereda
como un
abrigo sin botones,
y a mí
me gustaría acompañarte
por los
pasillos del museo,
más
obediente y repeinado,
para
encontrar en la Gioconda
el
sueño y la sonrisa
de un
carné de familia numerosa.
Te
llevaré a París
o a la
ciudad que duerme
en la
taza de té de tus meriendas,
con tu
cristalería
de
familia burguesa
y más
aspiraciones que dinero,
con tus
dientes manchados de carmín,
con tus
estudios de Filosofía
y
Letras, je m`appelle
Elisa, j`ai
cherché
la
lune, la mer, la vie,
la
pluie, mon coeur,
y todo
se interrumpe.
Sólo
somos injustos de verdad
cuando
sabemos que el amor
no
pasará factura.
Pero el
cauce sin agua
también
puede llegar a desbordarse,
como
los ríos de Granada,
y a tu
lado me busca
esta
vieja nostalgia de ser bueno,
de no
ser yo,
de
conocer al hijo que mereces.
Te
llevaré a París. En mi recuerdo
has
aprendido algo
de lo
que te olvidaste en la vida:
pedir
por ti, andar por tus ciudades.
De Vista cansada
(2008)
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