sábado, 3 de marzo de 2018









ROPA DE CALLE. ANTOLOGÍA POÉTICA (1980-2008) y
A PUERTA CERRADA (2011-2017),
Luis García Montero


Por una vez, las notas volanderas tomadas durante la lectura acompasada de un libro serán, sin el filtro del crítico, el material ofrecido a los escasos lectores de este blog. Cuando leía Ropa de calle. Antología poética (1980-2008) y A puerta cerrada (2011-2017) muchas ideas suscitaban sus poemas, y fueron tantas que pensé que requerirían demasiado tiempo de redacción. Lo mejor es invitar a los lectores a que acudan a la obra de Luis García Montero y mostrar algún poema representativo, a sabiendas de que son muchos los que merecerían ser compartidos.
      Al hilo de la lectura, me asaltaban ideas que traslado tal y como llegaron: el retorno constante de la infancia; el amor en sus múltiples facetas, desde el asombro transformador de Diario cómplice –con sus sutiles concomitancias a La voz a ti debida– hasta la nostalgia optimista de A puerta cerrada; la sociedad como germen y origen de una producción poética que busca el diálogo machadiano con el otro; el paso del tiempo y sus devastaciones; el hermetismo surrealista de los primeros poemas y la claridad cada vez más autobiográfica de sus últimos poemarios; las reflexiones sobre el poema y la poesía en la medida en que más que cambiar el mundo pueden influir en esos lectores-ciudadanos que podrán mejorar el mundo en que vivimos; la tendencia a la narratividad de algunos poemas y el marco espacio-temporal necesario para ubicarlos; el necesario compromiso con lo colectivo y lo cotidiano; la selección de un lenguaje cercano y eficaz bien seleccionado; y otra vez el tiempo que muerde los días (“El tiempo es un camino desandado / que nos encierra en casa”); la muerte que se acerca como un lobo, palabra reiteradamente nombrada en A puerta cerrada; y dos preocupaciones que se imbrican cada vez más (la intimidad del poeta, su cuerpo latiendo de deseo de vivir, y el mundo, esa geografía que incorpora al poema); también la conciencia social y moral del poeta siguen atentas: “Se trata de sentirse conmovido, / de vivir fatigado”. En su último libro, A puerta cerrada, el recurrente “lobo” se convierte en el símbolo de una amenaza, del tiempo feroz que barre las ilusiones, del descreimiento en el que el poeta adulto se sitúa, aunque nunca dejen sus versos de alentar un melancólico y matizado optimismo.
      Los siguientes poemas que cito exigirían un comentario más detenido: “Entretiempo”, “Una tristeza sentada”, “Una nostalgia”, “El instinto”, “Callado y fijo”, “La fiesta”, “La tarde”, “El silencio y el ruido”, “”Indulto”.


MADRE

Dentro de nada,
cuando me den permiso
las estúpidas fieras de mi tiempo,
cumpliré una palabra que nunca me pediste.
Te llevaré a París.

Porque tal vez, entonces,
en los Campos Elíseos
o en las aguas del Sena,
con Notre Dame al fondo o con la Torre Eiffel,
veré de nuevo el brillo
más joven de tus ojos,
la luz adolescente
que baja del tranvía
con bolsas y comercios y saludos
y poco más de veinte años.

Hoy te recuerdo así,
como los días sin colegio,
bandera hermosa de un país difícil,
lluvia delgada de los sábados.

Nunca guardaste mucho para ti.
Ni siquiera una noche,
una ciudad o un viaje.
Tu tiempo se sentaba en nuestra mesa
y había que partirlo como el pan,
entre tus hijos y tu miedo.
Seis veces el temor
a que la enfermedad, el vicio o la desgracia
se quisieran sentar en nuestra mesa.

No vayas a salir, a dónde vas ahora,
hay que tener cuidado
con los amores y las carreteras,
deja ya la política
o la gruta del lobo.
Y sin embargo
lo que no te atrevías a pedir
duerme en el corazón de cada uno.

Porque el amor se hereda
como un abrigo sin botones,
y a mí me gustaría acompañarte
por los pasillos del museo,
más obediente y repeinado,
para encontrar en la Gioconda
el sueño y la sonrisa
de un carné de familia numerosa.

Te llevaré a París
o a la ciudad que duerme
en la taza de té de tus meriendas,
con tu cristalería
de familia burguesa
y más aspiraciones que dinero,
con tus dientes manchados de carmín,
con tus estudios de Filosofía
y Letras, je m`appelle
Elisa, j`ai cherché
la lune, la mer, la vie,
la pluie, mon coeur,
y todo se interrumpe.

Sólo somos injustos de verdad
cuando sabemos que el amor
no pasará factura.
Pero el cauce sin agua
también puede llegar a desbordarse,
como los ríos de Granada,
y a tu lado me busca
esta vieja nostalgia de ser bueno,
de no ser yo,
de conocer al hijo que mereces.

Te llevaré a París. En mi recuerdo
has aprendido algo
de lo que te olvidaste en la vida:
pedir por ti, andar por tus ciudades.

De Vista cansada (2008)




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