domingo, 25 de marzo de 2018




 


DEL AMOR CAÍDO, Manuel Laespada




Es este un breve e intenso poemario, con el que su autor rinde un sentido homenaje a uno de sus poetas preferidos, Luis Cernuda. Hay en los versos una tensión muy bien conseguida con imágenes acertadas: “Un escorpión dormido es la mentira / y su ponzoña inunda / el cáliz de los días”. El paso del tiempo se aborda con versos de impecable factura quevediana: “Ahora que la vida empieza a ser ayer, / cuando hablar de mañana es repetir entonces”. El amor es también un tema recurrente: “Quise abrazar tus labios y el invierno / me abordó en las esquinas / como un niño cobarde / que al huir llena el aire de misterios”. Estamos ante un poemario meditativo y de clara dicción, que reflexiona sobre la vida vivida y se sirve de pequeñas anécdotas autobiográficas para conferir una conmovedora intensidad.
      La calidad de su poesía le ha permitido a Manuel Laespada recibir muchísimos premios literarios. Aunque acostumbro a comentar algunos aspectos temáticos y formales de los libros reseñados, valga por esta vez la lectura de dos poemas para conocer a un autor que más pronto que tarde será de nuevo noticia en este blog.


           VII 

Adolescente fui en días idénticos a nubes

¿Te  acuerdas de los hijos?
Han crecido
tan rápido y tan viento
que para retenerlos
ni nos sirven sus nombres
ni sus ojos tan nuestros.
Están y estamos lejos,
lejos sí están aquí, y lejos
si están lejos.
Su voz en la distancia
es más que voz, recuerdo,
y sus besos ausentes
nos llegan como un eco
que acaricia la piedra,
y son, y no tenemos.
¿Te acuerdas de los hijos,
de esa otra vida nuestra,
de aquel tiempo
que felices velábamos
el miedo de sus sueños?
Hoy sus camas tan frías…

Hay veces que el recuerdo
más que refugio es duelo.



          XV
  
No hay amor, sino losas

1.
Ahora que la vida empieza a ser ayer,
cuando hablar de mañana es repetir entonces
y es el sol mariposa, y es cansancio,
y la luna
acaba encandilándonos las venas,
es acaso el momento de que hagamos balance
y pongamos a un lado de la báscula
las derrotas, los miedos, el llanto, la fatiga,
que ya acaba cubriendo ­–como nubes-
lo que queda de cielo.
Al otro lado basta (es más que suficiente)
el peso del amor.


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