NUESTRA
HISTORIA, Pedro Ugarte
Había leído algunos cuentos de Pedro Ugarte (Bilbao, 1963) en varias
antologías y también su novela de sugerente título, Los cuerpos de las nadadoras (finalista del Premio Herralde 1996).
Guardaba su nombre en la memoria, como ejemplo de autor que aborda con un
realismo directo y despojado de florituras estilísticas el sentido del hombre
aquí y ahora. La concesión del Premio Setenil 2017 a su último libro de
cuentos, Nuestra historia, me
predispuso a leerlo. Y el resultado no es otro que el placer de haber
disfrutado con algunos cuentos extraordinarios, escritos todos ellos con sencilla elegancia.
“Días de mala suerte” aborda
los estragos que la crisis económica reciente ocasiona en una familia con
deseos de poseer bienes inmobiliarios para así formar parte de un estatus que
acarrea no pocas exigencias, anhelos que inevitablemente provocan el deterioro
de las relaciones familiares. Es un descenso a los infiernos de un personaje
que al final, unido a su mujer en el intento de renunciar a todo para salvarse
y salvar a sus seres queridos, descubre qué es lo importante en la vida: “Con
la primavera volvió el buen tiempo y debíamos saludar a la vida, saludarla de
algún modo, pues aún pertenecíamos a ella. Sin coche, acudíamos andando a los
parque cercanos, donde Adela jugaba a la cuerda o Luis empezaba a quedar con
sus amigos. A veces llevábamos la merienda, extendíamos sobre la hierba un
mantel floreado y comíamos los cuatro juntos. Ahora, paseando por los
parques, Blanca y yo nos dábamos
la mano, mientras los niños corrían delante de nosotros. Al final de la primavera,
hicimos el amor” (p. 20). El mensaje vendría a ser algo moralista, pero es válido:
de la adversidad, a través de la renuncia de lo superfluo, se alcanza de nuevo la
felicidad.
En ocasiones (“Vida de mi padre”)
Pedro Ugarte ofrece la caligrafía inestable de un adolescente que se niega a
reconocer la enfermedad de su padre, al principio la ignora, pues solo tiene la
imagen de su progenitor haciendo crucigramas, y el joven es incapaz de
aceptarlo porque los padres de sus amigos tienen buenos trabajos. La madre
sentencia: “Tu padre te quiere, nos quiere mucho, y es una magnífica persona.
Ojalá hubiera más gente como él” (p. 39).
En “La muerte del servicio”
plantea el reencuentro de un grupo de amigos un fin de semana en una casa junto
a un embarcadero. En este marco se desliza la nostálgica experiencia de
comprobar cómo ha transcurrido el tiempo y cómo le ha ido la vida a cada uno de
los amigos: “Al principio, aprender cosas se convierte en una experiencia
embriagadora. Uno accede a pliegues desconocidos de la vida e interpreta su
propia juventud como una forma de poder (…). Ahora no estaba seguro de sentirme
en paz. No estaba seguro de si lo que había ocurrido en todos estos años era lo
correcto” (p. 53).
En “Enanos en el jardín” aborda
que la felicidad está siempre amenazada. Un matrimonio dormita en la rutina y
en el paulatino deterioro que lleva a la mutua ignorancia. Confían en que un
viaje pueda ser el revulsivo que les dé nuevo aliento para continuar, pero al
final descubren también la amenaza de la infidelidad. En fin, un cuento con
final sorpresivo, que deja en el aire la idea de la imposibilidad del paraíso.
“Mi amigo Böhm-Bawerk” es un
cuento largo en el se plantea la coincidencia de dos hombres solitarios en un
bar. Uno, un rico industrial que pertenece a una trasnochada aristocracia, y
otro, un hombre de mediana edad que trabaja en una agencia de viajes y acude cada
tarde al bar de Lorenzo. Es una
reflexión sobre cómo el azar vincula a seres distantes en relaciones
imposibles.
Concluida la lectura de este
libro, siente el lector que el autor lo ha guiado por unas experiencias con las
que es fácil identificarse, y además lo ha hecho con excelencia estilística,
como si el lector viajara tirado por un husky siberiano, siempre conducidos por
la fluidez, la sencillez y la sabiduría narrativas de un tal Pedro Ugarte.
Recuerden el nombre y el título.
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