CANTÓ UN PÁJARO |Antología esencial,
Vicente Gallego
Lo primero que llama la atención
de este libro es su belleza formal: la delicada ilustración creada por José Saborit, la calidad del papel, las guardas naranjas… Iniciada la lectura de Cantó un pájaro, el lector siente que se
halla en una casa acogedora en la que habitamos solamente la estancia más
confortable, la de la poesía, al tiempo que se nos veda –como no puede ser de
otro modo– el acceso a esas otras piezas donde reside una novedosa concepción
filosófica y artística del hecho poético, información que sutil y sabiamente
Antonio Moreno desgrana en el prólogo.
Leído este libro con la atención que se merece, el lector concluye
que el poeta es algo así como un médium que recibe el canto de la poesía y la
ofrece a los demás pura y en un presente siempre renovado. Aquí la poesía se
adentra en la intensidad que le concede su génesis espiritual, o tal vez
lucreciana o panteísta del mundo, lo que no ha de entenderse exclusivamente
desde una dimensión religiosa. Aunque se deja muy claro en el prólogo cuáles
son los referentes de Vicente Gallego (Brines, Gil de Biedma, Claudio Rodríguez,
César Simón, poetas del Renacimiento, la lírica popular, místicos y otros), en el
poeta valenciano parece coincidir una concepción de la poesía con tres vértices:
el diálogo de un hombre con su presente
(a partir de detalles reveladores de una honda visión), el conocimiento (ese adentrarse en la conciencia filosófica del mundo)
y una génesis intuitiva –algo de duende, quizá– que no escatima la emoción
(cierta tendencia del poeta a diluirse para que su poesía sea un canto ofrecido).
Se diría que el poeta recibe la voz auténtica de la poesía y la comparte. Esta
idea es la que a juicio del antólogo, Antonio Moreno, guía el quehacer poético
de Vicente Gallego. Y este bello poema sería un ejemplo de lo que intento
expresar:
EL ASUNTO
A Agustín Araque
Una esquirla del sol
ha encendido la mesa.
La cuchara está viva,
tintinea en la taza.
Cuando no hay nada más,
cómo huele el poleo,
qué blancura el mantel.
Como se aclara en el prólogo, la poesía de Vicente Gallego ha
experimentado una evolución como consecuencia del crecimiento personal del autor,
hecho que provoca que solo se muestren los libros publicados a partir de Santa deriva (2002), y se silencien los
anteriores, insertos en lo que laxamente se reconoce como poesía de la
experiencia. Esto es así, según Antonio Moreno, porque "la poesía ha sido
para Vicente Gallego un camino decisivo en su transformación espiritual, para
convertirse al cabo en la luminosa conciencia de un alma fascinada que se
reconoce en el infinito espejo del universo. Y en este margen no hay más propósito
final ni más sociedad que el vivo presente de la poesía, cuyo nombre al fin
coincide con palabras como Dios, realidad o naturaleza...". Dicho lo cual,
el prologuista justifica la idea de evolución, desde La luz, de otra manera (1998) hasta su último poemario, Ser el canto (2016), basándose en la
actitud del poeta, en esa dicha de saberse en el mundo: "aquí, ahora,
yo".
Selecciono un poema para leérselo a mi hijo, cuyos intereses distan
mucho de lo que se entiende literario (siendo como es un ser en esencia poético),
y le leo uno dedicado a José Saborit:
DELICUESCENCIA
Reventado clavel blanco y
distante,
formas breves de un sueño sois
vosotras,
altas nubes de junio.
¿Qué sonora alegría le regala
vuestra espuma inocente a la mañana
nuestra?
¿Y de dónde nos llega esa emoción
que produce observaros en el día
del hombre?
Como nosotros mismos sois
vosotras,
y por eso miraros nos conmueve,
altas nubes de junio:
humo limpio de un tiempo en que
juntos ardemos.
Luego, acabo con “En la casa de nadie”, y nos quedamos enganchados
hablando sobre estos dos versos: ¿Es
posible que muera / lo que amamos? Y concluimos que no, que nada querido
muere jamás. Y ahí está a mi parecer toda la esencia de la poesía, en salvar lo
que amamos. La muerte adquiere, pues, una especial relevancia en este poemario
que reivindica y abraza el presente: Es
preciso morir / es preciso callar para que hable / el agua de la fuente.
Estilísticamente, bastaría con añadir que estamos ante una poesía con
una gran cantidad de recursos poéticos (metáforas, personificaciones y antítesis
para tensar el contenido) sin que se oscurezca su transparencia: Una voz de mujer / se abrasaba en el canto,
masticaba / una rosa de fuego. No obstante, fruto de esa esencialidad, esta
poesía reclama una lectura atenta por su alta condensación. Léase cualquier
poema, y de inmediato se advierte ese principio juanramoniano de que el arte es
ir quitando lo que sobra hasta encontrar la poesía. Pero, a veces, esta poesía se
convierte, por mor del acendramiento, en demasiado pura, al menos formalmente.
Compruébese en este poema:
CON EL HUESO
A Ada Salas
¿Se puede dar el hueso del
poema
pelado del decir, servido en
blanco?
Apaga mi hervidero,
descárname, palabra, y abre
mundo.
Y leamos este otro hermoso y
breve:
BAJO EL SOL DE FEBRERO
Quién hay que no se alegre
al tomar del almendro,
entre las yemas,
el pergamino rosa
que es su flor,
donde nada hay escrito.
Cotejemos ahora dos poemas para ver ese proceso depuración:
Versión publicada por Visor en 2002 del poema:
ESCUCHANDO LA MÚSICA SACRA DE VIVALDI
A Carlos Marzal y Felipe Benítez
Como agua bendita,
como santo rocío tras la noche
de fiebre
lava el alma esta música con su
perdón sincero,
fluyente arquitectura que en el
aire vertebra
la ilusión de otra vida
salvada ya para gozar la gloria
de un magnánimo dios.
De lo terrestre naces,
del metal y la cuerda, de la
madera noble,
de la humana garganta
que estremecida firma la hora
suya en el mundo;
y sin embargo vuelas, gratitud
hecha música,
evanescente espíritu
que en el viento construyes tu
perdurable reino.
Si algún eco de ti sonara en
nuestra muerte...
En mitad de la noche suenas hoy,
cadencioso milagro, pura
ofrenda de fe
en honor de ese dios que no
escucha tu ruego
o que escucha escondido, tras su silencio oscuro,
la demanda de luz con que el
hombre lo abruma.
Y si no existe un dios,
¿quién inspira en tu canto tan
cumplido consuelo,
extraña melodía de blasfema
belleza
que a los hombres sugieres su
condición divina,
para qué sordo oído
–cuando sea ya el nuestro
desmemoria en el polvo–,
en mitad de la muerte, orgullosa
plegaria emocionada,
celebras esa frágil plenitud
de no sé qué verano o qué huérfana
espuma
feliz
de aquella ola
que en la mañana fuimos?
Veamos ahora, la versión de 2016:
ESCUCHANDO LA MÚSICA SACRA DE VIVALDI
Como agua bendita,
como santo rocío tras la noche
de fiebre
lava el alma esta música con su
perdón sincero.
De lo terrestre naces,
del metal y la cuerda,
de la madera noble,
de la humana garganta
que estremecida firma la hora
suya en el mundo,
y sin embargo vuelas
para que encuentre el aire esta
alegría.
Si algún eco de ti sonara en
nuestra muerte...
¿Para qué sordo oído
–cuando sea ya el nuestro
desmemoria en el polvo–,
en mitad de la muerte,
celebras hoy la plenitud
de no sé qué verano,
qué ola, qué canción
que en la mañana fuimos?
Desde la más profunda admiración, hay algo en este libro hermoso e
intenso que pica mi curiosidad: aunque son atinadas las palabras del antólogo (¡con
qué bello heptasílabo titula su prólogo-exégesis, Danzar en el asombro!) y aunque la selección de los poemas
demuestra que estamos ante una poesía transparente, un ejercicio de gratitud
ante la belleza de la vida, hay para quien esto escribe tal grado de desnudez
expresiva y de ahondamiento espiritual que en ocasiones lastra el disfrute de la
experiencia poética. Hay poemas hermosísimos junto a otros que son algo así
como algodón de feria, levedad o profundidad intransitiva. De ahí que la emoción
que busco en toda experiencia poética no la sienta, como no puede ser de otro
modo, en algunos poemas de esta magnífica antología. Y ello quizá se deba a cierta
incapacidad mía para disfrutar de ese turbión espiritual que solo Vicente
Gallego ("la obra no se busca, la obra se recibe") sabe convertir en
poesía y en canto, nunca en doctrina.
Avanzada la lectura, sorprende un bello poema con claros referentes
autobiográficos:
CANTO XLV
Para César Gallego Oliva
Recostado en la cama con mi
hijo,
velando su descanso,
reposando en el colmo de
quererlo
–pues la noche se acalla y nos
lo otorga–
en este amor de Dios,
¿qué puede aquí el olvido
malograr?
Lo que en nosotros muere, no
era cierto.
Este instante no sabe
de un antes y un después.
Ahora te estoy besando –no lo
olvides,
no crezcas vanamente, mi pequeño–
con los labios sin muerte de la
luz.
Leamos este otro poema, en el
que el amor es el rey de la casa y, por tanto, se abandona esa insistente
referencia al mundo natural:
CANTO XLIX
Es todo tan sencillo, es lo de
siempre:
entra el amor en uno y siente
uno
que lo hace como Pedro por su
casa,
que no hay ya más que hablar,
que no es posible
confusión ya ninguna.
Triunfa el amor y creen
algunos que es locura, y este
loco
no puede sino darles la razón,
porque la tienen más de lo que
piensan.
Cómo iba yo a pensar –¡qué
disparate!–
que llegaría a amar,
que sería el amor, que llegaría
a estar vivo en el fin y en el
principio.
Ah locura de amor, no me avergüences.
Antes de concluir quisiera recalcar que la singularidad de esta poesía
se basa en gran parte en la omnipresencia de la naturaleza y en un estilo cada
vez más depurado al servicio de la esencialidad. No podemos dejar de insistir
en el valor poético que tienen los animales, las plantas y todos los elementos
de la naturaleza. Bastaría con releer detenidamente sus últimos libros para
reconocer la concepción panteísta y
espiritual que el poeta tiene de la naturaleza. Como conclusión, debo decir
que Vicente Gallego construye un singular mundo poético de armoniosa acogida,
sobre todo para esos lectores que se sientan “espíritus afines” y que conciban
la poesía del mismo modo.
Muy bello artículo, que da una imagen fiel de lo que es la poesía de Vicente Gallego (para mí el mejor poeta español vivo).
ResponderEliminarNo conocía tu blog (lo encontré buscando el CANTO XLV de Gallego) y me alegra haber hallado un lugar que me promete horas de placer.
Gracias y saludos desde Francia.
Gracias a ti, Pablo. Espero que te guste el blog. Un cordial saludo.
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