QUISIERA TENER LA VOZ DE LEONARD COHEM PARA PEDIRTE QUE TE MARCHARAS,
Óscar Sipán
Creo
que un buen cuento debe contener un secreto sutilmente desvelado, mostrar ese
momento insoslayable de unos personajes que se muestran y actúan (apenas se
definen), dirigidos sabiamente por un contenido lirismo donde nada falta ni
sobra. Un buen cuento es tan frágil como ese castillo de ceniza en que acaba la
vida de una manzana, pongamos por caso. Estas disquisiciones me las suscita la
lectura del último libro del escritor oscense Óscar Sipán, Quisiera tener la voz de Leonard Cohem para
pedirte que te marcharas, una antología de relatos que ha sido finalista
del primer certamen internacional de cuentos Gabriel García Márquez.
Conocí
a este autor porque formaba parte del jurado de un certamen convocado en la comarca de Los
Monegros, adonde fui a recoger un premio, que me permitió conocer un lugar de
una belleza peculiar e hipnótica, especialmente por lo agreste del paisaje. El
manojo de cuentos que acabo de leer es una muestra de esa intensidad expresiva
y vital que yo valoro mucho en los cuentos. Son esos momentos esenciales que
quedan fijados en unas coordenada espacio temporales concretas. Bastaría con
leer “El talento de las moscas” (el escritor Antoine de Saint-Exupéry aterriza
en paracaídas en el jardín de la protagonista) para descubrir la peculiar
riqueza literaria del universo de Sipán, un autor que lanza dardos de belleza metafórica
muy inusuales en el panorama actual, y a quien debieran leer todos aquellos que
creen que un cuento se salva por cómo se dicen las cosas más que por las cosas
que se dicen. Hay algunos momentos que serían reseñables como otros que podrían
obviarse. He aquí algunas aciertos que me sorprenden: “enfermos de esas
bacterias que se alimentan de silencios”; “las olas eran como enaguas de amas
de llaves”; “su sonrisa es un gajo de mandarina deshaciéndose en mi boca”; “la
carretera ejerce de cremallera entre viñedos”. Caso aparte son los microrrelatos
que ofrece en el cuento titulado “La invisibilidad de los microbios”: “Nada más
verla en el tren, me quité el anillo. Ahora estoy soltero”. O ese otro que
titula “Cuento de terror”: “Cuando quisimos darnos cuenta, todos éramos funcionarios”.
Nadie saldrá indiferente de estos cuentos.
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