COMO LA SOMBRA QUE SE VA,
Antonio Muñoz Molina
Antonio Muñoz Molina
Si
consideramos desde una perspectiva laxa que una novela es un cajón donde cabe
todo, entonces sí podemos aceptar que las páginas que Antonio Muñoz Molina nos presenta bajo el
título Como la sombra que se va se
trata efectivamente de una novela. Pero si, por el contrario, nos atenemos a
una consideración más canónica de lo que debe ser una novela, esta última
entrega del escritor jienense es otra cosa. Quizá sea un reportaje sobre las
últimas horas de vida de Martin Luther King, acaso una investigación exhaustiva sobre su
asesino, James Earl Ray, y, sobre
todo, una muestra perfecta de lo que se considera memorialismo, un ajuste de
cuentas del propio Antonio Muñoz Molina consigo mismo, esto es, una explicación
de cómo ha llegado hasta aquí como hombre y como escritor, narrada con una sutiliza
que nos desvela todo el proceso creativo utilizado en la redacción de esta
novela.
Son
muchos los núcleos temáticos que se desarrollan. En primer lugar, desde el
presente el personaje narrador que no es otro que el propio Muñoz Molina,
regresa a Lisboa para ver los escenarios en los que el asesino de Martin Luther King
anduvo diez días a la espera infructuosa de conseguir un pasaporte para Angola.
En segundo lugar, este escritor adulto recuerda también los días en que, siendo
joven, huyó de Granada y de su mundo familiar para concluir su primer éxito
literario, El invierno en Lisboa.
Estos dos momentos permiten conocer la verdad del hombre y del escritor, una
confesión escrita con una fluidez y calidad literarias encomiables: “no quiero que se me olvide el regalo excepcional
de estar vivo”.
Y, por último, hay un ahondamiento en el mundo del asesino, en sus manías y en
su complejo de inferioridad, en su absurdo odio a los negros, en las sospechas
no confirmadas de que la muerte de Luther King fuera obra de un complot, más
que una ejecución maquinada por un lobo solitario. Y al mismo tiempo, el autor
profundiza en la figura del candidato, se remonta a sus orígenes en Atlanta, a
su capacidad intelectual desarrollada junto a su padre y sobre todo en la
Boston University, a su conocimiento de la Biblia (son constantes las alusiones
a este libro inagotable), a la humildad, a la carga que para él suponía haber
sido elegido para acabar con tantas desigualdades, a sus debilidades de hombre
que se hace acompañar también por la amante las horas previas a su asesinato en
Memphis…
Y por encima de todo sobresalen como marca de la
casa los hallazgos expresivos (“medusas
muertas como criaturas extraterrestres naufragadas”). Por eso puede
decirse que para Muñoz Molina escribir se parece mucho a escuchar el ritmo de
esos músicos de jazz que siempre le han acompañado, escribir es deslizar los
dedos y agradecer también que a estas alturas de la vida, en paz consigo mismo
y con los que más quiere, esté acompañado por su mujer, Elvira, (ese tú
recurrente en la novela). Nos recuerda Antonio Muñoz Molina que “amar una cara es amar un alma” (Thomas Mann) .
Sé
que siento devoción por la obra de este autor y sé que soy parcial (me alegro
de los muchos aciertos y minimizo los posibles deslices o excesos), y por ello
no renuncio a invitarles a que lean toda su obra, aunque no sé si este libro
que comentamos sea la mejor manera de adentrarse sin reservas en el festín literario
que siempre supone cada una de sus páginas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario