martes, 7 de abril de 2015






COMO LA SOMBRA QUE SE VA, 
Antonio Muñoz Molina

Si consideramos desde una perspectiva laxa que una novela es un cajón donde cabe todo, entonces sí podemos aceptar que las páginas que Antonio Muñoz Molina nos presenta bajo el título Como la sombra que se va se trata efectivamente de una novela. Pero si, por el contrario, nos atenemos a una consideración más canónica de lo que debe ser una novela, esta última entrega del escritor jienense es otra cosa. Quizá sea un reportaje sobre las últimas horas de vida de Martin Luther King, acaso una investigación exhaustiva sobre su asesino, James Earl Ray, y, sobre todo, una muestra perfecta de lo que se considera memorialismo, un ajuste de cuentas del propio Antonio Muñoz Molina consigo mismo, esto es, una explicación de cómo ha llegado hasta aquí como hombre y como escritor, narrada con una sutiliza que nos desvela todo el proceso creativo utilizado en la redacción de esta novela.
Son muchos los núcleos temáticos que se desarrollan. En primer lugar, desde el presente el personaje narrador que no es otro que el propio Muñoz Molina, regresa a Lisboa para ver los escenarios en los que el asesino de Martin Luther King anduvo diez días a la espera infructuosa de conseguir un pasaporte para Angola. En segundo lugar, este escritor adulto recuerda también los días en que, siendo joven, huyó de Granada y de su mundo familiar para concluir su primer éxito literario, El invierno en Lisboa. Estos dos momentos permiten conocer la verdad del hombre y del escritor, una confesión escrita con una fluidez y calidad literarias encomiables: “no quiero que se me olvide el regalo excepcional de estar vivo”. Y, por último, hay un ahondamiento en el mundo del asesino, en sus manías y en su complejo de inferioridad, en su absurdo odio a los negros, en las sospechas no confirmadas de que la muerte de Luther King fuera obra de un complot, más que una ejecución maquinada por un lobo solitario. Y al mismo tiempo, el autor profundiza en la figura del candidato, se remonta a sus orígenes en Atlanta, a su capacidad intelectual desarrollada junto a su padre y sobre todo en la Boston University, a su conocimiento de la Biblia (son constantes las alusiones a este libro inagotable), a la humildad, a la carga que para él suponía haber sido elegido para acabar con tantas desigualdades, a sus debilidades de hombre que se hace acompañar también por la amante las horas previas a su asesinato en Memphis…
Y por encima de todo sobresalen como marca de la casa los hallazgos expresivos (“medusas muertas como criaturas extraterrestres naufragadas”). Por eso puede decirse que para Muñoz Molina escribir se parece mucho a escuchar el ritmo de esos músicos de jazz que siempre le han acompañado, escribir es deslizar los dedos y agradecer también que a estas alturas de la vida, en paz consigo mismo y con los que más quiere, esté acompañado por su mujer, Elvira, (ese recurrente en la novela). Nos recuerda Antonio Muñoz Molina que “amar una cara es amar un alma” (Thomas Mann) .

Sé que siento devoción por la obra de este autor y sé que soy parcial (me alegro de los muchos aciertos y minimizo los posibles deslices o excesos), y por ello no renuncio a invitarles a que lean toda su obra, aunque no sé si este libro que comentamos sea la mejor manera de adentrarse sin reservas en el festín literario que siempre supone cada una de sus páginas.

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