LA CARTA VOLADORA, Javier Manrique
Hace unos días viví un
acontecimiento con una carga de belleza y de humanidad que me conmovió. En las
montañas nevadas de San Pedro Manrique (Soria), vi enredado en un arbusto algo
que llamó mi atención: dos globos desinflados, atados por un hilo resistente y
que portaban un mensaje en francés. Provenían de lejos; un niño los hinchó con
gas y los lanzó al mundo. El niño se llama Arthur y vive en Bidart, Francia.
Acababa de cumplir ocho años y tuvo la idea, curiosa, de hacer unos dibujitos
en un papel y, a modo de postal, escribir un texto rogando que, si alguien lo
encontraba, lo pusiese en el correo (la postal estaba ya prefranqueada) y se lo
devolviera. Termina la nota con un esquemático “Elle fera plaisir...” ('Me
encantará'). Esos puntos suspensivos están llenos de significación y de deseo.
El mundo necesita una nueva inocencia, una nueva belleza y una nueva
fraternidad. En un espino de un monte nevado encontré el sueño de un niño que
hizo volar su imaginación. Conseguir un mundo en que quepa la ternura y el
encuentro en inocencia de los hombres es posible.
(Publicado en XL Semanal, 22
de marzo de 2015)
No hay comentarios:
Publicar un comentario