lunes, 23 de marzo de 2015



LA CARTA VOLADORA, Javier Manrique

Hace unos días viví un acontecimiento con una carga de belleza y de humanidad que me conmovió. En las montañas nevadas de San Pedro Manrique (Soria), vi enredado en un arbusto algo que llamó mi atención: dos globos desinflados, atados por un hilo resistente y que portaban un mensaje en francés. Provenían de lejos; un niño los hinchó con gas y los lanzó al mundo. El niño se llama Arthur y vive en Bidart, Francia. Acababa de cumplir ocho años y tuvo la idea, curiosa, de hacer unos dibujitos en un papel y, a modo de postal, escribir un texto rogando que, si alguien lo encontraba, lo pusiese en el correo (la postal estaba ya prefranqueada) y se lo devolviera. Termina la nota con un esquemático “Elle fera plaisir...” ('Me encantará'). Esos puntos suspensivos están llenos de significación y de deseo. El mundo necesita una nueva inocencia, una nueva belleza y una nueva fraternidad. En un espino de un monte nevado encontré el sueño de un niño que hizo volar su imaginación. Conseguir un mundo en que quepa la ternura y el encuentro en inocencia de los hombres es posible.


(Publicado en XL Semanal, 22 de marzo de 2015)

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