Contar una historia, crear un mundo,
Julián Montesinos Ruiz
El lector que se adentre en las primeras páginas
de esta novela morderá el anzuelo de la ficción y ya no podrá regresar a tierra
firme, se encontrará atrapado en las procelosas agua de la literatura que
exhibe Abel Abril, un escritor (digámoslo con claridad desde el principio), que
no solo sabe contar una historia y mantener en tensión a sus lectores, sino que
acierta a crear un mundo literario en el que no hay "lugar para el amor,
solo para la crueldad, la frialdad y la severidad".
Pero con la
carnaza de su historia en los labios, al lector ya no le queda otra opción que
avanzar para ir descubriendo poco a poco el valor literario de Ander. Las peripecias de los personajes
son referidas por un protagonista principal ("Mi nombre es 2.046B"),
a quien se conoce como Rana por su agilidad y rápidos reflejos, cualidades que
le ayudarán a sobrevivir en un mundo en el que han sido entrenados para ser
asesinos y buenos soldados al servicio del Viejo Imperio, un mundo injusto y
cruel, pero no el único. A través de Rana, observamos con asombro los métodos despiadados
que el sargento Gibberne y sus secuaces utilizan en el campamento Monte
Afilado, un lugar inhóspito al que no sabemos, hasta el final de la obra, cómo
han llegado los niños y niñas que luchan por sobrevivir. La acción se sitúa en
Gliese 581D (un planeta conocido como Dante) y se desliza con suma fluidez. Así
vamos descubriendo el sentido de estos personajes entrenados como soldados al
servicio de un imperio en el que los valores humanos no existen. Como si fueran
gladiadores que necesitan matar para seguir viviendo, los personajes luchan
porque saben que existe la promesa de otra vida en otro mundo. Capítulo a
capítulo, Abel Bri va dosificando sabiamente el argumento de su novela, y así
la trepidante acción de la selva y los arrozales se compensa con el encuentro
amoroso entre la hermosa Destello y Ander, o con esas conversaciones
escatológicas en una poza que pudiera ser la imagen viva del paraíso en un
mundo donde es imposible su existencia. Abel Bri moldea a su antojo los temas y
los personajes hasta dar forma a figuras con personalidad propia, y consigue
hilvanar un argumento lleno de agradables imprevistos, donde en el fondo
subyace un debate ideológico propio de un mundo organizado de modo maniqueo:
soldados frente a esclavos, el mal frente al bien, el odio real frente al amor
deseado, el progreso irracional de la Tierra frente a la visión idílica de la
tribus indígenas de América.
Asistimos,
así, a un ejemplo válido de lo que pusiera ser considerado como una novela de
aventuras y aprendizaje. Y está tan bien contada esta novela que no debiera ser
invisible a los ojos de la crítica especializada, porque estoy convencido de
que Abel Bri muestra una sabiduría narrativa tal que le convierte en un nombre
que habrá que tener en cuenta entre quienes escriben novelas que aúnan la
aventura, la fantasía sui géneris y el thriller con reflexiones psicológicas.
Sobre un fondo realista de una inquietante fealdad sobresalen elementos
fantásticos propios de la ciencia ficción: la original denominación de los
planetas (Gliese 581), un mundo donde no existe la noche ni la oscuridad,
dragones domesticados por asesinos, sofisticados aparatos tecnológicos,
localizadores electrónicos, túneles electromagnéticos que enlazan con otros
mundos ignotos, y nombres insólitos para designar a unos personajes que son
esterilizados desde su nacimiento (Espejo Uno, Roble, Elfo Gris, Bruma),
elementos que, sabiamente combinados, contribuyen a dar una sensación de
credibilidad argumental.
Aseguran
los críticos que un novela no debe mostrar al lector las costuras que la tejen
y la hacen avanzar, esto es, debe pasar el arte del autor de manera
inadvertida. Dicho esto, convenimos en que el escritor Bri sabe lo que hace,
demuestra su experiencia narrativa en muchos aspectos, y entre los que habría
que citar la recurrencia con la que alude a un destinatario desconocido hasta
el final de la obra: "Esto no era una vida realmente. No una vida como la
tuya, te lo aseguro". Asimismo, derrama sobre el cuerpo de la novela
imágenes impactantes ("sus carcajadas sonaban como cuchillos siendo
afilados"), sin que mermen su objetivo principal: contar bien una historia
interesante y crear un mundo de ficción autónomo, lo cual hay que valorarlo
como un éxito. O dicho de otro modo: igual que los personajes de esta novela
disponen, para medir las acciones superadas y lograr una vida mejor, de un
contador de créditos (una especie de reloj de pulsera que acumula puntos para
huir a otra realidad), el autor de esta novela ha superado con creces su reto personal
de escribir una magnífica novela.
Cuando
concluimos la lectura, no nos arrepentimos de haber mordido el anzuelo de las
primeras páginas, aunque la singladura haya sido tan breve como sus
veinticuatro horas de rigor. Durante ese tiempo, hemos viajado desde el planeta
Dante hasta el planeta Tierra disfrutando de una hermosa y subyugante historia.
Y basta ya, bienvenido lector, de
perder el tiempo con estas palabras que aquí concluyen. Ahora empieza tu
aventura.
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