EL FINAL, José Hierro
Ha
estado fuera de casa una semana. Al volver, parece otro. Cuando nos acostamos,
me ha acariciado con mucha ternura. Me ha dicho que no volverá a atormentarme
con lo de los ronquidos, y me ha extrañado que ahora se le ocurra esa idea.
Desde que nos casamos -será más exacto decir-desde un par de años después de
habernos casado- suele despertarme, zarandeándome, varias veces cada noche:
"Ya estás roncando otra vez, roncando como una bestia: qué pena que no
puedas oírte". Y yo jamás hice otra cosa que pedirle perdón. Muchas veces
me echaba a llorar, lo que servía para irritarle aún más: "Cállate ya;
primero, ronquidos y ahora, lloros. ¿Es que no voy a poder dormir
tranquilo?" Así una y otra noche desde hace cinco años. Y yo nunca me
quejaba, sólo le pedía perdón. Hasta fui al médico, a ver si eso de los
ronquidos tenía algún remedio, y me dijo que no.
Ahora, esta noche, me ha acariciado, me ha
pedido perdón, me ha dicho que soy una santa y él un bruto. Y que nunca se perdonará haberme hecho
sufrir tantas y tantas noches. El viaje lo ha cambiado extrañamente. Ha estado
fuera una semana, en no sé qué congreso al que asistió por cuenta de su
empresa. "Por lo menos -dijo al marcharse-estaré una semana sin escuchar
tu orquesta. Dormiré a pierna suelta". Eso es lo que me dijo. Y ahora, al
volver, me pide perdón por todo lo que me ha hecho sufrir. Y por todo lo que he
callado. "Porque tú --me dice-- podías haberme dicho que yo ronco también,
no sé si tan escandalosamente como tú, pero ronco toda la noche". Es cierto
que ronca. Y que nunca se lo dije por no humillarlo. Pero ahora él sabe que
ronca, y me pide perdón, y todo se ha arreglado. Y me abraza, y me dice que soy
una santa y él un miserable.
Todo ha cambiado, ya lo dije, a la vuelta de su
viaje. Estuvo en un congreso en Palma de Mallorca. Viene más moreno, más alegre
y hermoso, más tierno. Nunca le preguntaré quién le ha dicho que ronca.
No hay comentarios:
Publicar un comentario